Fotografía: Paco Corallino

Uno de los diálogos más enérgicos que he visto recientemente es el de casi un centenar de personas con discapacidad oral y/o auditiva, las llamadas sordomudas, que al caer la tarde se reúnen, al menos una vez a la semana, en el centro de Caracas, para conversar sobre cualquier tema. Entre ellas, algunas en sillas de ruedas y otras invidentes. Las limitaciones no impiden el diálogo. Lo que parece increíble puede acontecer.

 Si ya aquel espectáculo humano callejero de los sordomudos dialogando me dejó sin palabras; no ha sido menos el presenciar a un grupo –AM danza de habilidades mixtas-, presentando Ubuntu, un espectáculo donde personas con dificultades motoras, auditivas, visuales, de nacimiento o por accidente, síndrome de down y parálisis cerebral, danzan junto a bailarines profesionales y no profesionales diciendo lo que el título de la obra, un vocablo africano, quiere expresar: “Yo soy porque somos nosotros”. Un llamado a la integración, al entendimiento.

 El grupo baila en forma armónica, plástica, hermosa. Por supuesto, conmovedora.  Las sillas de ruedas, las andaderas, los muletas, las prótesis, allí no son aditamentos, ni recursos escenográficos –aunque algunos sean integrados como tales-, sino partes esenciales de algunos de los bailarines en su cotidianidad y en el escenario.

 Junto a estas personas con limitaciones variadas, bailan madres, amigos, gente sin experiencia en la danza profesional que se ponen en el lugar del otro –un recurso básico para entendernos-  en gesto de solidaridad, en un llamado a reconocerlos, aceptarlos, a no verlos con lástima como forma de lucha contra la discriminación y el estigma.  Sea cualquiera la razón que pudiera originarlas.

Aquella suma de discapacidades y sensibilidades en la escena producen un lenguaje no convencional, una forma de entendimiento, de lograr acuerdos que es ejemplarizante. Viendo Ubuntu uno se da cuenta que  diálogo tiene múltiples formas de expresión y que quizás ninguna tan efectiva como la acción.  

 Ver aquel casi medio centenar de bailarines en escena y oír los aplausos y emociones que generan en el publico refleja un profundo sentimiento de admiración y respeto hacia personas que por siglos han sido segregadas, estigmatizadas, menospreciadas por ser como son.

Ubuntu permite ver la integración de los que tienen y no tienen,  de los que pueden y no pueden y el resultado de un trabajo sostenido en el escenario pero también en los hogares de estos bailarines donde muchas de sus familias y amigos en un esfuerzo descomunal han logrado, todos juntos, a vencer las dificultades.   Reverencia.

Ubuntu y la esperanza

El público sale de la sala lleno de esperanzas, de alegría, de orgullo y fascinación por un esfuerzo como el que ha realizado Alexander Madrid y su grupo de AM Habilidades mixtas, al hacernos ver que las personas con discapacidades no son un problema sino una oportunidad y que quienes no las tenemos podemos lograr mucho junto a ellas.

La gente del común, las familias, las comunidades, los políticos deberían aprender, entender y asumir que el diálogo es la forma más eficiente de comunicarse, la única de lograr integrar grupos, aún cuando parezca que es imposible por la cantidad de limitaciones.  Ubuntu nos lo demuestra.

Si acaso tienes ganas de ver algo conmovedor por su hermosura, ejemplarizante sobre lo  que debería prevalecer entre la gente, el martes 4 de diciembre – un día después del Día Internacional de las Personas con Discapacidad- queda una función en el Teresa Carreño de Caracas; un lugar donde los diálogos de todo tipo deberían tener cabida.

* * *

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.