Patricia Spadaro se dio tres toques en el pecho y respiró fuerte. Lo hizo mientras se abría paso para subir a la tarima llena de periodistas que poco a poco fueron llegando para cubrir el pronunciamiento por el cese de la circulación del diario El Nacional, tras 75 años de estar en la mano de los venezolanos.

A las 9:20 de la mañana, aún ajustaban los detalles y los pendones que ubicaban en la tarima. A esa hora en la puerta de la sala de redacción daba la bienvenida un modesto árbol de Navidad. Las bambalinas eran los rostros de los periodistas de esa redacción que alguna vez congregó a unos 300 periodistas y en la que sobreviven ahora 30.

Cuando se entra por primera vez a la sala de redacción sorprende su inmensidad, los grandes escritorios y muebles metalizados que se combinan con monitores de cajón. Esto contrasta con los puestos vacíos, una imagen que recordaba la razón de la convocatoria de la mañana de este viernes 14 de diciembre. Tan grande era el espacio como el silencio que imperaba.  A las 9:40 comenzaron a llegar equipos periodísticos al diario. Mientras en una de las paredes de vidrio reposaban las copias de las páginas del último periódico.

La última edición son dos cuerpos de ocho páginas cada uno. Es la número 27 mil 047, después de más de siete décadas, de sobrevivir a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, que interrumpió apenas durante cinco días la circulación del diario y de sortear los primeros años de la democracia, su declive en la década de 1990 e incluso el advenimiento de Hugo Chávez en el albor del siglo XXI.

Una hora después y al fondo de la tarima comenzaron a llegar periodistas activos en la redacción, amigos, comunicadores que antes trabajaron allí, columnistas y el gremio que se solidarizó con la realidad. Y ese silencio quedó atrás con un solo nombre que se repetía: El Nacional.

Spadaro tiene 23 años en El Nacional. Comenzó como reportera en la sección de Internacionales y cubría el proceso 8.000 contra el entonces presidente Daniel Samper. Ascendió a jefa de Internacional, siguió como jefa del cuerpo 7 Días y en los últimos tres años editora jefa del periódico.

Estos tres años han sido los más duros, los de las amenazas y los obstáculos, de la represión, pero como dije antes aquí se encontraron con una generación de periodistas guerreros y valientes, que creen profundamente en su oficio que es estar al lado de la gente, retratar el país que uno ve y le duele a la gente, el país que el Gobierno no quiere ver o ignorar, pero que no deja de existir”.

Lo dice en uno de los escritorios, alejada del ruido, de los gritos de quienes en el medio de esta vorágine que significa el cese de la circulación, volvieron a la que fue su casa. Los que aún permanecen y los que dejaron sus afectos en esa sala de redacción aún en Los Cortijos, pero que antes y por 56 años estuvo en Puerto Escondido.

Spadaro lo dijo en su discurso, nombró a quienes dejaron sus escritorios allí como Edgar o María Victoria. Los usó como símbolo del reconocimiento a quienes tienen su corazón allí y siguen luchando desde otros espacios. Por sus manos pasaron muchos, unos tan jóvenes como Cristofer y otros tan experimentados que después de 30 años aún permanecen.

Siempre en la calle

Sandra Guerrero, es una de ellas. La llaman la decana del periodismo de sucesos en el país. Siempre ha sido reportera, porque quiere estar al lado de la gente. No aspiró a ningún cargo de dirección porque lo suyo es la calle.

Este viernes, Sandra con pasos suaves nos llevó a su puesto de trabajo. Encendió la computadora en la que contó la violencia y la humanidad de sus víctimas y familiares. Pero desde 1979, cuando se graduó, ha estado escribiendo historias.

Mi vocación es estar en la calle porque estás en contacto con la gente y ves la realidad de la gente, sea la fuente que sea, porque estás contando lo que pasa a diario. Cómo la gente pierde la vida y todo eso lo palpas tú cuando estás en la calle”.

Hace 28 años llegó a El Nacional, después de pasar por el 2001 y Rctv. Continuará allí, aunque no salga más la edición impresa. Quiere seguir en la calle y al lado de los que sufren, de los que mueren en manos de la inseguridad y contar sus historias.

Spadaro reconoce que es un día triste, una especie de duelo o luto. Pero lo asume como un paréntesis, una pausa obligada y forzada por las circunstancias. Por un Gobierno que creó en 2013 el Complejo Editorial Alfredo Maneiro que centralizó la importación de papel periódico y otros insumos vitales para los medios impresos venezolanos.

“Quiero hablar en nombre de mi equipo de guerreros, de estos valientes periodistas que llegaron hasta hoy pese a todas las amenazas y ataques porque juntos resistimos”. Visualiza en poco tiempo la vuelta de El Nacional impreso, al que pueda hojear con un café un domingo.

El dueño de la primera página

Durante los últimos 38 años Víctor Hugo Rodríguez, o VH como todos lo conocen, no sabe que es otro trabajo sino las paredes de El Nacional. En Puerto Escondido primero y después en Los Cortijos, ha sido su casa.

En Puerto Escondido se paseó en guardacamisas y como en su propia casa, Miguel Otero Silva. Y en Los Cortijos, la sede desde hace 11 años, su presencia se deja ver en bustos, pendones. Su recuerdo está presente en cada rincón, gravitando solo o al lado de los primeros presidentes de la democracia venezolana como Rómulo Betancourt, Rául Leoni y Rafael Caldera.

Rodríguez comenzó cuando en diseño la llamaban secretaría de redacción, lo hizo primero en la redacción de provincia y después llegó a deportes. Escaló hasta la jefatura de información gráfica que se encarga de diseño y fotografía.

Muchos sentimientos encontrados, son muchos años en el oficio y haciendo la primera página propiamente. Pero a su vez con una gran satisfacción porque forma parte de la resistencia a los desajustes que ha existido en el país, a todo este proceso de indolencia, a todas estas situaciones que se han ido manifestando en el país que tenemos que la prensa y el periodismo, y El Nacional que ha sido especialmente crítico con el Gobierno, no podía escapar a todo eso”.

Toda una vida en El Nacional

Ascensión Reyes siempre cubrió política y economía en el diario que el 3 de agosto fundó Miguel Otero Silva, uno de los escritores y poetas contemporáneos más reconocidos en Venezuela. El autor de Casas Muertas  o Oficina Número 1, obras que se llevaron seis años de diferencia, entre la dictadura de Pérez Jiménez y la presidencia de Rómulo Betancourt.

“Es un día realmente muy triste no solo para la gente de El Nacional o los periodistas, sino para Venezuela. Los venezolanos van quedando con menos oportunidades de tener información independiente…. gracias a dios están los medios electrónicos pero todos sabemos como es el problema de Internet a Venezuela, pareciera que se va a un camino a un apagón informativo y ojalá que eso no ocurra, que existan medios que sigan resistiendo”.

Llegó hace 27 años a El Nacional. Era 1991, un año antes del golpe de Estado que llevó a la palestra al teniente coronel Hugo Chávez, y dos después de El Caracazo, que fue un estallido social que dejó en agonía al modelo político bipartidista y abrió las puertas a las dos intentonas golpistas siguientes.

Pero el periódico sobrevivió a eso, navegó los 14 años de enfrentamiento con Hugo Chávez. Incluso cambió de sede y adquirió una rotativa moderna, en su momento una de las mejores de América Latina, pero que este viernes hace una pausa, tras cinco años del Gobierno de Nicolás Maduro.

Y que más allá del paréntesis que evoca Spadaro “es un guerrero y seguirá dando la batalla”, como dijo su último titular impreso, ahora en otras plataformas.

Fotos: Iván Reyes

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Periodista venezolano. Escribo con la esperanza de mover conciencias que promuevan cambios. Activista social y defensor de derechos humanos.