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La vía que conduce al estado Cojedes está sorteada por vallas, afiches, grafittis y murales con el rostro del fallecido presidente Hugo Chávez. Es una tierra donde predomina el sentir chavista, podría pensar cualquiera que pase de largo por la carretera, sin desviarse y detenerse en alguno de sus pueblos.

Chávez con un sombrero, abrazando a la gobernadora Erika Farías. Chávez uniformado y con boina, alzando el puño y sonriendo. Chávez niño. Y eso que aún no llegamos a Barinas, su tierra natal, que está apenas a dos horas de San Carlos, la capital de Cojedes.

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Entre todos esos recuerdos gráficos hay una cola. En la carretera, sí. En plena vía, cerca de Tinaquillo y frente a unas casas de la Gran Misión Vivienda Venezuela que se elevan en medio del monte: una cola para comprar alimentos. No es poca la gente ni llevan poco rato allí. Son las 7:15 am del miércoles 14 de octubre y Lisbeth Bastidas, 30 años, casada, madre de dos y desempleada, llegó de madrugada, a las 3:00 am y ni siquiera está cerca de los primeros.

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Bastidas, sentada en una silla de plástico, como muchos en esa cola, no es de las personas que viven cerca de esa carretera. Su vivienda está en el sector Brisas de Tamanaco, a 30 minutos de ese expendio que fue inaugurado hace tres años. Su esposo la llevó hasta el lugar y se fue a trabajar. Dejaron a las dos niñas, de 8 y 3 años, solas en casa.

Siempre les digo a mis hijas que ya vengo, que voy a traerles comida. La mayor cuida a la más pequeña. Igual mi mamá vive cerca, por esa zona, y me las mira cualquier cosa. Un día, por haber llegado tarde aquí, como a las 5:30 am, salí de la cola a las 8 de la noche. Eso no me ha vuelto a pasar- dice la mujer, mientras saca un pan de una bolsa. Es su desayuno.

¿En su zona no hay abastos?

-Hay bodegas, pero allá no llega nada. Por eso nos toca venir aquí.

¿Antes como hacía?

-Llegaban los productos a donde vivo. Si salíamos era por la carne.

¿Y qué opina de esta situación?

-Mira, yo soy religiosa, aquí el único que puede hacer algo es Dios. Sólo él puede arreglar esto, porque ni la oposición ni la revolución van a poder. Eso es mentira que van a desaparecer las colas como dice el Gobierno.

¿Va a votar el 6 de diciembre?

-Sí, claro, no me queda de otra porque mi papá trabaja para el Gobierno, casi toda mi familia es ayudada por el Gobierno. Yo, aunque no tenga trabajo, tengo que votar, me toca hacerlo por ellos.

Llueva, truene o relampagueé

En San Carlos, un fuerte aguacero recibe a los visitantes apenas entran al pueblo. Se escuchan algunos truenos. Las gotas de lluvia son cada vez más pesadas y retumban con más fuerza en los techos de los carros. Pero ni eso dispersa las colas. Son las 7:35 am y ningún abasto ha abierto sus puertas. Los compradores, en cambio, se compactan en las aceras desde las 6:00 am y quienes no llevan paraguas se resguardan como pueden de la lluvia bajo los techos.

-¿Lluvia? Ay, por favor. Ni que fuéramos de azúcar- dice Alexandra Pinto, como si se tratara de un aguacero que la agarró de sorpresa en la calle, un día de normal, mientras pasaba por el Automercado Apure.

La joven de 22 años no tiene hijos, pero todas las semanas hace la cola, el día de su cédula, para colaborar en su casa.

La única que puede venir a hacer cola de mi familia soy yo y por eso perdí mi trabajo.

¿Te botaron?

-No, renuncié. Yo trabajaba en el Frente Francisco de Miranda.

¿Qué tipo de trabajo hacías?

-Administrativo.

¿Y exactamente por qué renunciaste?

-Tú sabes, para poder venir a hacer la cola. Ya no les estaba gustando que pidiera tanto permiso.

San Carlos es un pueblo pequeño. Según el último censo del Instituto Nacional de Estadística, en 2011 tenía cerca de 110 mil habitantes. Sus calles son angostas y la mayoría de los comercios de alimentos son propiedad de ciudadanos chinos. Al menos en cuatro de esos lugares, los testimonios de los habitantes en fila coincidieron en dos puntos: los primeros en comprar son los policías o los guardias. Llegan y pasan sin pedir permiso, sin haber hecho la cola. Pero desde antes de las 6:00 am están merodeando por la zona y si ven a alguien esperando antes de que salga el sol, la orden es detenerlo, pues pernoctar en colas está prohibido en todo Cojedes.

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Carne y arroz en el terminal

Después de 40 minutos de carretera, Efecto Cocuyo llega a Guanare (Portuguesa) a las 12:10 del día. Es hora de almuerzo y de descanso, como en la mayoría de los pueblos de Venezuela. En el terminal de pasajeros, desde donde salen carritos y autobuses a Barinas, Barquisimeto, Santo Domingo y Acarigua, hay quienes llevan bolsos y otros bolsas de comida. Hasta hace al menos un año no era usual ver a una mujer en un terminal con un bulto de arroz, una bolsa de leche y una bolsa de carne que va descongelándose, sometida a los 28 grados que marca la temperatura en esa localidad.

Señora, ¿dónde compró todo eso?

-En el Bicentenario, mami. Todavía queda leche.

Es el único local que está abierto y no hay cola, pese a la leche, que al menos en Caracas es un producto codiciado.

-Pase si quiere, queda bastante leche de la que llegó el domingo- asegura uno de los encargados de la puerta.

¿Y por qué no hay cola?

-Es que a veces la leche no es un problema aquí, llega con regularidad y sobra, como hoy.

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En el resto de los abastos de Guanare, los chinos son los reyes del pueblo, como en San Carlos. Los llamados bachaqueros también, asegura un taxista que suele ir con regularidad a Barinas a buscar medicamentos para su padre, que es hipertenso.

-Tengo que ir allá porque aquí no se consigue nada. Ayer recorrí todas las farmacias, fui como a 15 y en ninguna había el medicamento que toma mi papá– dice, mientras conduce. En el camino, va señalando a las personas que esperan afuera de la mayoría de los locales del centro, sentados en las aceras.

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Todos esos que ves ahí son bachaqueros, unos sinverguenza que no hacen nada y que están encompinchados con los de los camiones. Pareciera que los llaman y les avisan que van llegando y lo que llevan para despachar, porque enseguida los ves ahí, incluso antes de que llegue la mercancía. Llegan como hormigas- se queja el taxista.

¿Cómo sabe que todos son bachaqueros?

-Porque esto es un pueblo y la gente se conoce. Además yo ando todo el día en la calle con mi carro y siempre veo las mismas caras. Llegan en la mañana, compran lo que sea, lo llevan a las bodegas o a las zonas que están retiradas del centro.

¿Cómo hacen cuando llueve?

-Se mojan, pero de ahí no se van hasta que compren aunque sea un pedazo de jabón.

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