En marzo del presente año, se realizaron unas elecciones en Estambul, en las cuales Ekrem Imamoglu (candidato opositor) ganó por menos de 0,2% de los votos. Sin embargo, el candidato oficialista derrotado (pupilo de Recep Tayyip Erdoğan), Binali Yildirim, denunció fraude y la comisión electoral anuló dichas elecciones para repetirlas el pasado domingo. Imamoglu se acomodó las mangas y compitió nuevamente. Resultado: Otra vez ganó Imamoglu, pero esta vez con el 54% de los votos.
¿Cuál es la lección turca?
Creyeron en la organización, la unidad y la vía electoral para manifestar su rechazo al candidato de Erdoğan. Muchos podrán decir: “Bueno, pero nosotros somos un caso único y allá en Turquía no está el CNE”. Argumentos muy frágiles sabiendo lo despiadado que ha sido Erdoğan y, además, conociendo que dictaduras han existido por montones y estamos muy lejos de ser “exclusivos y singulares”. O es que ahora Erdoğan es más cándido y compasivo que Nicolás Maduro o que Pinochet es un alma caritativa y Lech Wałęsa fue un idiota con suerte.
En lo práctico, hoy la oposición turca ha ganado un espacio fundamental por no escuchar a los abstencionistas. Al contrario, se mantuvo por la vía electoral y no confió en una invasión extranjera para triunfar en Estambul.
La lección turca nos grita que debemos insistir en demostrar la mayoría política, electoral y social por medio de las papeletas, porque la fuerza de las armas no las tenemos, y en ese terreno lo perdemos todo. El aprendizaje que nos comparte Turquía, es que desistir de la ruta electoral es lo que más desean los regímenes dictatoriales. Es decir, su célebre estrategia es poner trabas para alimentar la desesperanza y evitar que la fuerza mayoritaria se imponga civilizadamente por los métodos democráticos. La dictadura sabe que no resisten una medición electoral, por lo tanto, apuntan sus tácticas para alejarnos de ese camino y acercarnos a su terreno bélico en donde nos aniquilan con facilidad.
La lucha electoral y sus beneficios
Pocos podrían dudar que la única lucha que ha dado beneficios es la electoral. Si creen que no es así, entonces preguntémosle a Juan Guaidó si los países que lo reconocen lo hacen por caerle simpático o por ser el representante del único espacio elegido por el voto popular en el país (pese a los puntos rojos, al voto asistido, al uso de recursos del Estado y todo tipo de ventajismo oficialista). Reitero hasta el cansancio: no se puede desechar la ruta electoral sabiendo que eres una fuerza mayoritaria, y esto no se ejerce con cuatro gritos y dos tuits.
Mientras tanto, ya no hay mucho para repartir, y por ello siguen inyectando más terror en la médula de la sociedad. La catástrofe se acrecienta y solamente quedan fuerzas para sobrevivir día tras día. Así, el horror y el primitivismo penetran todo el tejido social, entre tanto, seguimos deshojando la margarita pidiendo a otros que se inmolen por nosotros o reclamando a terceros el por qué no toman un fusil.
Por ahí vienen más revelaciones que superarán a todo lo que hemos conocido hasta la fecha. El ex jefe del Sebin, Cristopher Figuera, seguramente soltará varias perlas y, quizás, otros colaboradores sientan ánimo para abandonar la dictadura y la “empresa criminal” que lidera Maduro (en palabras de Figuera). Definitivamente, la justicia es un proceso –desgraciadamente- muy largo y las piezas maléficas caen una por una. Se entiende la impaciencia y la angustia, pero el “vete ya” o el “sí o sí” –trágicamente- se ha llevado muchas vidas y la bestia cierra filas.
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