Credit: Iván Reyes

Como una alternativa para que los padres puedan conseguir material bibliográfico para sus hijos, algunos colegios privados han confeccionado listas de libros con textos “a elección del padre”.

Ruth Navarro alertó que cada libro escolar puede costar quince dólares en promedio en una librería, razón por la cual es común que los padres recurran a opciones más económicas como pedir un libro prestado a un familiar o comprarlo usado. Sin embargo, para no hacer inversiones adicionales algunas listas aconsejan traer “lo que tengan en casa”, siempre que esté actualizado.

Sonia Shwartz, madre y maestra del Colegio Simón Bolívar II, aclaró que en su plantel la medida se ha estado trabajando en bachillerato desde 2017. Muchos libros en materias como Biología o Historia Universal son a elección, puesto que los objetivos educativos los define el currículo escolar de la mano con el docente, y no el autor del texto. En su colegio también recomiendan a los muchachos textos que pueden descargarse de forma gratuita en internet.  

Según la profesora Raquel Figueroa, coordinadora de la Unidad Democrática para el Sector Educación (Udse), no hay problema en que exista en un aula una variedad de libros en el aula, siempre que “el libro se desarrolle como un instrumento correcto para que el alumno logre profundizar la idea de la clase”.

La revisión de libros constituye un trabajo extra para el pedagogo. “El docente tendría que revisar los libros diferentes, de manera que tenga que evaluar si se corresponde con el contenido pedagógico y que no haya una contradicción con el tema y el contenido”, dijo Figueroa.

Olga Ramos, presidenta del Observatorio Educativo de Venezuela está de acuerdo con que la existencia de opciones en lugar de la imposición de un solo libro, puede beneficiar al alumno. “Puedes tener la misma materia de tres autores distintos con una aproximación distinta, y esa diversidad favorece que todos los alumnos tengan la oportunidad de encontrar elementos que le atraigan”.

Por su parte, la opinión de Elsa Castillo, docente jubilada y magíster en gestión educativa, dijo que, en lugar de ser una tragedia, el docente lo podía ver como una oportunidad para ofrecer clases más didácticas contrastando la visión de cada autor.

Aunque las tres expertas en pedagogía ven esta solución como “interesante”, coinciden en que la solución ideal ya había sido recomendada años atrás en tiempos del segundo gobierno de Rafael Caldera. El entonces ministro de Educación, Antonio Luis Cárdenas, había establecido un programa de “bibliotecas de aula”, en donde cada salón contaba con distintas colecciones y editoriales que trabajaban los temas que serían tratados en el período escolar.

Esta política fue reemplaza por la Colección Bicentenaria, una serie de libros impuestos en el 2011 por el Ministerio de Educación al mando de Maryann Hanson.

Para Ramos la política de establecer un texto único “es una aberración de este gobierno”.

“Eso es una política errada, lo que es una política correcta es la diversidad”, dijo.

También Castillo coincide con que todos los libros de la colección bicentenario tienen errores muy grandes en cuanto a contenido, por lo cual también considera preferible que los docentes de las escuelas privadas hagan sus recomendaciones de bibliografía.

Además, Olga Ramos dice que las escuelas de aulas deberían de ser complementadas por una biblioteca central del plantel que tenga acceso a internet para que pudieran hacer las consultas web.

De acuerdo con la encuesta piloto de la organización Con la escuela, 68% de los planteles del municipio Guaicaipuro, estado Miranda, no contaron con acceso a internet para el año escolar que culminó en julio.