Llegamos al último trimestre y el juego está profundamente trabado. La proyección –pese a que duela decirlo- es la permanencia en el poder de Nicolás Maduro para este año, y muy probablemente se mantenga –aunque maltrecho- en el que se avecina. Pues, nos hemos llenado de torpezas y podredumbre. Desgraciadamente, está ganando –con amplia ventaja- los caprichos de unos pocos antes que la visión país

Hoy somos un bacanal surrealista incomprensible para nacionales y extranjeros. Entre tesis y suposiciones,  lo único cierto que se está imponiendo en la vida nacional es que desaparecimos del mercado energético mundial y ya solo nos está quedando –si acaso- comernos las arepas con petróleo.  Entre tantas teorías e hipótesis, la verdad que entristece  los hogares es que no hay papa sin varias caras de George Washington, Abraham Lincoln o Andrew Jackson. Entre otras figuraciones y esperanzas, la evidencia dice que no habrá inversión en ningún sector económico sin un cambio político. Y, lamentablemente, esto es una aterradora realidad.

Lo rescatable de todos nuestros errores es que cada día estamos más cerca de la negociación práctica, dura y funcional  que nos hará desenredar esta parálisis colectiva. Quisiera ser optimista y reconocer en cada uno de los fallos el acercamiento a la solución real de la crisis en todas las dimensiones.

Para destrabar la tragedia nacional es necesario agrupar a todos los actores y sentarse con la mirada puesta en Venezuela; reconociendo que el corazón es la salvación de la población; y que la única forma de terminar con la desgracia es que los enemigos irreconciliables de hoy negocien, conversen o pacten ser los amigos reconciliados mañana. En caso contrario, seguiremos mordiendo el polvo.

Reconciliación como homenaje a las víctimas

Difícilmente seremos un país medianamente normal si insistimos en buscar una justicia absoluta, pues, esa no existe (o es bastante inaccesible). De nada vale que nos sentemos a dialogar pidiendo el cielo; mejor sentémonos acercándonos a lo viable y lo realmente factible, porque si no, no avanzaremos ni un milímetro y el drama se prolongará. Lamentablemente, tenemos que renunciar a muchas cosas si –honestamente- queremos construir un país posible. Veamos el ejemplo de los españoles, ellos pactaron renunciar a utilizar políticamente el pasado para lograr la transición de la dictadura a la democracia; en definitiva, pactaron un silencio y olvido. En sentido estricto, no olvidaron, sino que simplemente prefirieron no agitar el pasado para no caer en lo mismo (guerra, represión, muerte y exilio) y no buscar sanar sus heridas con la sangre de más españoles, pues, hubiese sido vivir en la espiral infinita de la violencia vengativa.

El mejor honor que le podemos dar a los que fueron asesinados por luchar por la libertad es -precisamente- no sumar a ningún venezolano más en esas páginas dolorosas, gracias a que  finalmente logramos reconciliarnos. Pienso que el mejor homenaje que le podemos regalar a los que han sufrido torturas inimaginables es no engrosar esa lista tan sufrida, puesto que fuimos capaces de renunciar a lemas antipáticos y divisionistas. La mejor ofrenda para los caídos y sus dolientes más cercanos es conquistar el entendimiento nacional mirándonos con sinceridad y pactar no repetir esta fatal historia de veras.

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La verdadera negociación, tarde o temprano

 

Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.