Apenas uno la ve, sabe que se encuentra ante una gran cineasta y, al mismo tiempo, frente a una gran propagandista. El triunfo de la voluntad es una película que uno debe ver a pesar de que plantea tempranamente una forma de culto a la personalidad de Hitler. La obra es a fin de cuentas, genial. Indudablemente se trata de una película de alta factura. Picados, tomas en movimiento, perspectivas distorsionadas, tomas aéreas le proporcionan algo mágico e innovador a este film que dibuja desde una perspectiva documental los inicios del fascismo alemán.
La película se estrenó en 1935. En ella la cineasta Leni Riefenstahl nos muestra el desarrollo del Congreso del Partido Nazi de 1934 y le proporciona un matiz cinematográfico y masivo al proceso de construcción del culto a la personalidad del Führer. El film apela al espíritu de cuerpo de la sociedad alemana de la época, el regreso de ese país al concierto de las Grandes Potencias Europeas para justificar la idea de un destino que se jugaba en la expansión de las fronteras alemanas.
Creo que tácitamente se intenta justificar el expansionismo alemán bajo la idea historicista (Popper) de que los alemanes se encontraban predestinados a dominar Europa y, eventualmente, el mundo, que se trataba de una raza superior, que les esperaba una época luminosa. En fin, se trata de una oda a ese fascismo que impuso sobre el mundo el horror de la guerra. Se trata de una muestra muy inicial de las consecuencias que para la humanidad puede traer la intolerancia y el desprecio por los demás, la descalificación de las ideas, la destrucción de la disidencia.
El pueblo alemán sufrió lo que alguien tan serio como el filosofo Karl Otto Apel ha llamado la pérdida de la normalidad. Es decir, la pérdida de la capacidad para normar el comportamiento de acuerdo a un código moral fundamentado en el reconocimiento de la humanidad, la propia y la de los demás. Esto implica la destrucción de las instituciones, la destrucción de las capacidades normativas para establecer límites morales y la imposición de la voluntad como el elemento de fundamentación de la construcción socio-cultural.
Desde este tipo de construcción, las normas dejan de ser importantes. Se acomodan de acuerdo a las necesidades del líder, de acuerdo a su interpretación acerca del momento histórico, de sus percepciones acerca de la realidad. El problema es que la voluntad no puede ser cuestionada, se encuentra atada a una concepción de que la misma esta ‘atada’ a una moralidad superior, la del pueblo que, según esta perspectiva, no se equivoca.
Esto llevó al nazismo a justificar desde la invasión militar hasta el asesinato masivo sin que se pusieran en cuestionamiento las órdenes que emanaban desde las alturas del poder. El pueblo alemán en la embriaguez ideológica que sufrió, fue incapaz de preguntarse acerca de la ruta que el nacional-socialismo había trazado para ellos, y simplemente actuó acatando las órdenes que emanaban del discurso oficial, de alguna manera, traicionándose a sí mismo.
El asunto viene a cuenta porque no pude evitar estremecerme ante un video, de muy baja factura, por cierto, en el cual unos señores motorizados señalan su voluntad de defender la revolución como sea. Me llama la atención el ‘como sea’ como una expresión no sólo agresiva sino peligrosa, que lleva implícita toda la fuerza de la barbarie. Uno esperaría que en el mundo civilizado uno defienda las cosas en las que cree desde el diálogo, con ideas.
El video plantea la imposición de una voluntad sobre las demás, la exclusión de las alternativas. Se trata de un video que agrede y que, sin duda, trata de atemorizar. Se trata de un video que debería ser prohibido por antidemocrático.
El asunto es que se trata de un exceso y los excesos terminan justificándolo todo. Desde la agresión de unos pocos hasta la destrucción de la institucionalidad, ese video es una pequeña muestra de lo que piensan algunos. Es así como nos encontramos con Rectores de universidades oficiales que le ordenan al cuerpo docente salir a buscar votos, uno piensa que, en un tono civilista y no marcial, debería invitarlos a investigar. Hay otros que se plantean gobernar desde Juntas Cívico-Militares sin respetar el entramado constitucional, como si hablaran de un Golpe de Estado. Parece que olvidamos que el respeto por el otro, por el que no es igual, por el que piensa diferente es un requisito básico de la vida democrática. Hay quienes piensan que las elecciones no son más que un barniz que permite darle un poco de legitimidad a la locura.
Vivimos una época marcada por la intolerancia y la falta de cordura, son tiempos difíciles en los cuales la institucionalidad democrática ha sido dejada de lado. Tengo preocupación por un país que plantea su futuro desde la imposición del voluntarismo, del ‘como sea’ a trocha y mocha, sin medir las consecuencias y, con el agravante, de que lo hace desde una estética primitiva y absolutamente lejana de aquella maravilla cinematográfica que la Sra. Riefenstahl le legó al mundo.