No es que uno tenga un rechazo automático o una predisposición genética a la negación con cada anuncio de la administración de Nicolás Maduro; no es que uno se oponga por deporte o por fuerza inercial a todas las acciones gubernamentales; o no es que uno tenga una mala voluntad y sea un profeta permanente del desastre. No es así. La verdad es que cada operación del gobierno nace con desperfectos mayúsculos que resultan escandalosamente patéticos.
La última declaración del gobierno de Nicolás Maduro es solo un show más en su agenda. Es bien sabido que su gobierno no tiene capacidad de refinanciar, renegociar, reestructurar, permutar, trocar, cambalachear, trapichear o regatear la deuda que tiene la República. Honestamente, -y él lo sabe- no tiene nada que ofrecer a los mercados internacionales.
Lamentablemente, es otro humo que quiere vender a la población para distraer, porque se nota que no existe una voluntad real, es solamente un pequeño espectáculo para la galería. Miraflores sabe que hoy está en peores condiciones que hace 2 años atrás y, por lo tanto, comprende perfectamente que ningún bonista lo tomará en serio.
El gobierno de Nicolás Maduro está sancionado por todos lados (sobre todo los 2 personajes a quien le delegó la tarea de renegociación de la deuda), además, tiene cero credibilidad, cero seriedad y, por supuesto, cero garantías. Y todo esto sin mencionar que cualquier renegociación debe pasar por el visto bueno de la actual Asamblea Nacional. Como dice el refrán: “¿Con qué culo se sienta la cucaracha?”. Su gobierno genera sospechas y muchas dudas para asumir cualquier acuerdo; aún quienes reconocen el gobierno de Nicolás Maduro le genera purito e inseguridad sentarse a su lado.
Oficialmente no se sabe a cuánto asciende la deuda venezolana, pero algunas firmas especialistas la estiman en 150 mil millones de dólares. Si hoy saliera el gobierno a refinanciar la deuda, no estaría en buenas condiciones para recibir una oferta de tasas de interés atractivas o proponer plazos de pago convenientes.
Valdrían más sus esfuerzos si derechamente conformara un grupo transversal de expertos que elaboren un programa económico robusto y, por supuesto, acercar señales que apunten a la recuperación de libertades económicas. Pero no hay nada de eso en sus intenciones ni en el ambiente. Por lo tanto, seguirán cortándole el teléfono.
En este contexto, no hay amigos rusos o chinos que puedan auxiliar. De hecho, ya los amigos le están diciendo “dime cuánto tienes y te digo cuánto vales”. Desgraciadamente, para convencer a la banca internacional de que ahora en adelante sí tenemos capacidad de pago de la deuda, se necesita algo más que declarar que somos hijos de Bolívar.
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El mejor homenaje a los sufridos