Este artículo podría llamarse de diversas maneras: “La política de la esperiega”, “La esperiega política” o incluso “El mundo de la política al revés”. Les cuento, en España, existe un lugar llamado “El Rincón de Ademuz”, una comarca ubicada en la Autonomía valenciana pero colindante con Castilla-La Mancha y Aragón, donde se produce una variedad única en el mundo de manzanas llamadas “las esperiegas o espedriegas”. Esta variedad posee una característica especial en su piel que permite su almacenamiento por largo tiempo sin necesidad de utilizar conservantes artificiales y además, algunas de ellas, desarrollan un fenómeno particularísimo de “acrisolamiento” que provoca un sabor excepcional y maravilloso que se constituye en una experiencia gastronómica sensacional.
Esta variedad de manzanas se llegó a producir hasta mediados de los años cuarenta en más de un millón de toneladas dando fortaleza económica y sustento a miles de familias en los alrededores de la comarca. Pero, gracias a las novedosísimas prácticas de dumping en la economía mundial y al gran negocio de las importaciones, cada año ha retrocedido el nivel de producción de la esperiega hasta tal punto, que hoy día, podemos decir que en unos pocos años es muy probable que desaparezca para siempre esta exquisitez y se reduzcan hasta migrar por completo a las ciudades vecinas, las poquísimas familias que aún habitan estos remotos lugares, sin que ninguna autoridad española se ocupe del asunto.
Traigo este ejemplo a colación porque la política española y también, mundial, se aísla cada vez más de los problemas reales de las sociedades y se dedica a disputas “de ombligo”. Cómo explicar que en España haya habido elecciones generales en mayo (las que monitoree por cierto estando en Madrid) y no haya sido posible un acuerdo central de fuerzas políticas que garantizara la formación de un gobierno estable. Todo lo contrario, las diferencias se agrandaron y las disputas ideológicas y de intereses “metapolíticos” hicieron imposible el acuerdo teniéndose que realizar nuevas elecciones en noviembre y descuidando los asuntos básicos de los españoles.
Pero esto no solo sucede en España, sucede en buena parte del mundo. La desconexión de los intereses y “metaintereses” de la política con las necesidades reales de las poblaciones es cada vez más impresionante. El cambio climático es otro ejemplo palpable. El planeta nos da señales de alerta todos los días, se desvanecen los cascos polares y millones de hectáreas se queman y la política mira hacia otro lado.
En Venezuela, la pobreza crece disparada y los indicadores sociales se deterioran y poco o nada se ocupa el liderazgo del asunto más allá de querer conservar el poder a toda costa. ¿Por qué sucede este fenómeno? ¿Por qué cada día se exacerba más? ¿Qué está pasando con la democracia que no ha sido capaz en muchos lugares de responder a las necesidades reales de la población? La política se aísla y se encierra en un círculo peligroso. El ejercicio de la ciudadanía y la necesaria constitución de contrapesos a los poderes institucionales es más que una obligación una necesidad urgente.
Las esperiegas no deberían desaparecer. Los bosques no deberían quemarse. La alternabilidad debe regresar a la democracia. La privatización de la política desde las mafias es una patología que hay que extirpar con organización ciudadana. La política no se puede dejar exclusivamente a los políticos. Ojalá la política española recupere la sindéresis y la ciudadanía no termine pagando los errores de sus líderes.
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La necesaria siembra de la cultura democrática