El proceso de transición español –al igual que el chileno- representa un ejemplo bastante esclarecedor sobre la estrategia política que debe llevarse a cabo para lograr la ruptura de una dictadura y avanzar hacia la democracia. En el libro “Anatomía de un instante”, del escritor español Javier Cercas, está consolidada –a mi juicio- una formidable descripción de las negociaciones políticas entre el franquismo, los falangistas, la izquierda y todos los grupos de poder político de aquella época española. En este trabajo se destaca las intimidades de los acuerdos, los pactos complejos y los arreglos de todos los actores para sobrevivir. En otras palabras, explica cómo los españoles se convencieron de que el camino era construir, fortalecer, mimar y querer a la democracia para la supervivencia de la nación, antes que la cacería, la persecución, la justicia absoluta o como quiera llamársele.

Cercas relata que, para lograr la ruptura del régimen franquista: “(…) la izquierda hizo muchas concesiones, pero hacer política consiste en hacer concesiones, porque consiste en ceder en lo accesorio para no ceder en lo esencial; la izquierda cedió en lo accesorio, pero los franquistas cedieron en lo esencial, porque el franquismo desapareció y ellos tuvieron que renunciar al poder absoluto que habían detentado durante casi medio siglo. Es cierto que no se hizo del todo justicia, que no se restauró la legitimidad republicana conculcada por el franquismo ni se juzgó a los responsables  de la dictadura ni se resarció a fondo y de inmediato a sus víctimas, pero también es cierto que a cambio de ello se construyó una democracia que hubiese sido imposible construir si el objetivo prioritario no hubiese sido fabricar el futuro sino –Fiat iustitia et pereat mundus- enmendar el pasado (…)”.

El arte de las negociaciones lo expresa el párrafo anterior: Para que logremos superar la autocracia que nos gobierna tenemos que tragarnos varias injusticias y convencer a los autócratas de que es más conveniente unas elecciones que cualquier otra alternativa. Es decir, si queremos construir un período largo de respeto a las libertades, estabilidad política y prosperidad económica, lo mejor será -por lo pronto- olvidarnos de alcanzar la justicia absoluta, ofrecer garantías al madurismo y dejar que las circunstancias y la dinámica política sea quien los premie o acuse mañana.

Sigue Cercas argumentando que: “Es cierto también que el poder político y económico no cambió de manos de un día para otro –cosa que probablemente tampoco hubiera ocurrido si en vez de una ruptura pactada con el franquismo se hubiera producido una ruptura frontal-, pero es evidente que en seguida empezó a someterse a las restricciones impuestas por el nuevo régimen, lo que al cabo de cinco años produjo la llegada de la izquierda al gobierno y desde mucho antes el inicio de la reorganización profunda del poder económico”.

Aquellos que insisten en la confrontación con las armas contra quien es el fabricador de las armas, solamente logrará violencia, muerte y otros saldos rojos. Trágicamente, el camino hacia la transición está lleno de muchas púas, agujas, astillas y espinas. Lamentablemente, no podemos lograr la justicia cueste lo cueste o aunque perezca el mundo. La extinción del otro no es posible, pues, nos convertiríamos en esas personas contra quienes se ha luchado por dos décadas, simplemente, nos convertiríamos en verdugo, tal cual uno de ellos. Y además, no tendrían ningún incentivo para dejar el poder, por lo cual, seguirán profundizando sus bestialidades.

Entonces,  ¿dónde agotamos nuestras energías, en corregir el pasado aplicando justicia irrestricta o construyendo una democracia en sana convivencia y con la participación de todos?  Creo que es una de las dos opciones, desgraciadamente.

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La ruta está marcada

 

Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.