Luego de una quemadura, el tratamiento especializado debe realizarse tan pronto como sea posible. Los riesgos de infección son muy grandes porque, según explica el cirujano plástico Carlos Ortega Plata, la piel actúa como una capa protectora de las bacterias y una quemada la desaparece. Además, el especialista indica que si no se atienden con celeridad “las cicatrices se hacen desordenadas, anárquicas” y desfiguran el tejido. Para evitar estas complicaciones los médicos utilizan cremas con antibióticos con el compuesto de sulfadiazina de plata, pero durante este año, este producto ha desaparecido de las farmacias.
“Desde hace un año las marcas comerciales como protosrufil o silvederma no se consiguen en farmacias ni centros de salud. En contraparte, se han visto unos productos cubanos cuya calidad no podemos asegurar”, apunta el presidente de la Sociedad Venezolana de Cirugía Plástica, Reconstructiva, Estética y Maxilofacial (Svcprem), Ramón Zapata Sirvent, quien alerta, también, que las infecciones son la primera causa de muerte entre los quemados.
Médicos de los hospitales públicos de Caracas que reciben pacientes quemados indican que efectivamente las marcas comerciales ya no se ven en esos centros y aunque allí se tratan constantemente estos casos, los procesos de cura han cambiado. En el sector privado la situación no es disímil, pacientes se ven obligados a buscar las cremas en el exterior para dar pie a sus tratamientos. Los expertos indican que la falta de insumos, medicamentos y de las propias cremas antibacterianas, han significado la multiplicación de las complicaciones durante los procesos de recuperación de este tipo de pacientes.
Tratamiento que arde
Gladys Chow Lee, cirujana plástico que trabaja en la unidad de quemados del Hospital de Lídice, informa que en ese centro han padecido la escasez de la sulfadiazina de plata durante este año. Sin embargo, aclara que allí se aplica otra técnica -el método Dakin- para las curas. Este antiséptico contiene hipoclorito sódico (cloro) y se preparan en las mismas instalaciones del hospital, donde también se condicionan las gasas y se preparan las curas. La coordinadora de enfermería, Katy Rivas, indica que además se colocan otros adhesivos como el Leukoplast, por lo que considera que esa unidad no ha se ha visto especialmente afectada por la falta de sulfadiazina argéntica.
Chow menciona que en julio de este año consiguieron en depósito un lote de la pomada de origen cubano a punto de expirar y que se ha rendido durante todos estos meses. Según señala, le dan cantidades más reducidas a los pacientes para poder atender a más. La doctora Zulimar Karpin, de la misma unidad, informa que este producto es recomendable sobre todo para pacientes con quemaduras menos extensas y más superficiales puesto que los más graves deben ser atendidos por especialistas para evitar infecciones y en ese sitio se realiza la técnica antes mencionada.
Andrés Sánchez, quien trabaja en un centro de saunas, se quemó con agua hirviendo luego de que estallase una válvula de los calentadores. El líquido le cayó en la mano y una gota fue suficiente para producirle una gran burbuja. Asistió al Hospital Periférico de Catia donde lo revisaron y le recetaron antibióticos orales y le aconsejaron buscar la crema con nitrato de plata. Luego de buscarla en numerosas farmacias y no conseguirlo, una familiar le dio un poco que le sobraba. “Ella la compró en Colombia este año”, especifica el señor. Sánchez decidió visitar el hospital de Lídice al ver que la mano se la inflamaba. Allí fue atendido este miércoles 11 de noviembre por primera vez.
Jesús Pereira, miembro de la Svcprem y presidente de la Red de Sociedades Científicas Médicas Venezolanas labora además en el Hospital Militar. Indica que aunque ciertamente la falta de la sulfadiazina comercial y la irregularidad con la que llega la proveniente de Cuba los ha afectado, es una crisis mayor. “Lo que le afecta a los quemados no es solo la falta de sulfadiazina argénica, sino del resto de los productos necesarios para su tratamiento. Hablamos de gasas, solución fisiológico y otro tipo de apósitos, por ejemplo”, alerta el especialista.
Aunque él está consciente del tratamiento que realizan en Lídice considera que esa técnica de Dakin está en desuso. En su opinión Venezuela debería impulsar técnicas más avanzadas y puntualiza que la vanguardia en este caso son las cremas antibacteriales. Él apuesta por optimizar los tratamientos para lograr la celeridad de las curas y explica que en las condiciones actuales esto no es posible.
La situación en El Llanito se asemeja a la del Militar. Una fuente interna que prefiere resguardar su identidad asegura que la dotación de estos tópicos – solo el cubano- en ese centro es irregular e indica que se han dotado de otros apósitos como los hidrocoloides, el mismo Leukoplast. Las curas con soluciones también se aplican allí. Sobre las fallas de sulfadiazina recuerda que es a nivel nacional y que aunque es alarmante no es lo que más le preocupa.
La falta de instlaciones adecuadas para los pacientes lo alarma. “Cuando son quemaduras grandes deben estar en terapia intensiva y en aislamiento porque los riesgos de infección son mayores y aquí no hay estas condiciones”, explica. En El Llanito atienden mensualmente a 200 quemados y allí ni siquiera hay una Unidad de Quemados con todas sus características.
En dólares
Hace un año el aceite hirviendo que serviría para freír unos pasapalos cayó accidentalmente en las piernas de Karina Torres y quemó gran parte de sus extremidades. Para su tratamiento en la Clínica Santa Sofía, debió conseguir la sulfadiazina en el exterior. Ortega Plata explica que muchos de sus pacientes se ven obligados a buscarlos de este modo. “Lo piden en el Locatel de Miami con un récipe venezolano que aunque no suelen aceptarlos, la gerencia hizo la caridad para ayudar ante esta situación”, comenta el médico. Sin embargo los costos son muy altos, un pote vale cerca de 20 dólares y para este tipo de heridas se utiliza gran cantidad del producto. Los padres de Torres compraron 5 tarros y le sobró la mitad de uno que donaron al doctor.
“Los otros productos una vez recuperada la herida también debí comprarlos afuera porque aquí no había”, dice Torres quien todavía se ve con una dermatóloga para reducir al mínimo las cicatrices de la quemadura.
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