torta

El último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) registra la debacle dolorosa de nuestro país. Desde el año 2013 nos hemos quedado sin el 65% de nuestra ‘torta económica’, o lo que es lo mismo, hoy tenemos 35% de dicha torta para repartir y no se vislumbra –en el corto plazo- ningún milagro que le eche “más harina y levadura” con el fin de lograr multiplicar el “número de pedazos”. Desgraciadamente, hoy lo que tenemos es una torta más pequeña, sin sabor o buen sabor para unos pocos.

En contraparte, el mismo informe del FMI señala que a nuestros vecinos les va mucho mejor y, adicionalmente, sugieren que buena parte de las virtuosas perspectivas económicas son explicadas por la migración venezolana, puesto que, han contribuido a incrementar la demanda interna. Asimismo, se tiene informes del Banco Central de Perú donde concluyen que la migración venezolana en el año 2018 aportó el 0,3%  del crecimiento de su producto interno bruto (PIB), y que para el año 2021 podría ser el 0,4%.

De igual manera, en Colombia también esperan –en el mediano y largo plazo- impactos netos positivos. Y, por último, el Banco Central de Chile opinó a mitad del año pasado que el shock migratorio debería “generar efectos positivos en el crecimiento tendencial, dado el aumento de la fuerza laboral y los ajustes en la productividad”.

Si bien los impactos macroeconómicos de los flujos migratorios van a estar sometido, generalmente, a diversos factores (ej. la magnitud, el nivel educativo, las políticas migratorias, la cultura y las reglas del mercado laboral), la evidencia demuestra que, con políticas migratorias atractivas y modernas, los procesos de inmigración son una oportunidad para favorecer el crecimiento potencial del PIB.

Las principales contribuciones del flujo migratorio venezolano se identifican en el aumento del consumo interno en los respectivos países, el aporte de su capital humano, la reducción de los costos salariales y, por consiguiente, una disminución en los precios, específicamente, en los sectores del comercio y servicios. Además, esta seguidilla positiva generaría incrementos de inversión y efectos positivos en los niveles de productividad.

No cabe duda de que mientras ocurren los procesos de integración entre nacionales y extranjeros,  se producen actitudes xenofóbicas, tratos injustos e innumerables actos discriminatorios que vulneran los derechos humanos. Sin embargo, aquellos países que logran incorporar –con menores traumas- a los extranjeros y, a su vez, promocionan su inserción plena en el desarrollo nacional, definitivamente amplían sus proyecciones económicas de forma superlativa y provocan beneficios en diversos aspectos.

En síntesis, este año no revertiremos la profunda crisis venezolana y lo cerraremos echándole más “harina y levadura” a la torta de nuestros vecinos, porque una banda facinerosa se empecinó en robarnos todos los ingredientes para cocinar y decorar nuestra propia torta que pudo haber sido más grande, más sabrosa y para todos sin distinción.

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Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.