Actos de caridad en Venezuela reducen su alcance por restricciones de la pandemia
Sin actos de caridad. Las restricciones sanitarias, la escasez de gasolina y la disminución de donaciones durante la pandemia en Venezuela han obstaculizado que organizaciones pontificias, religiosas y laicas lleven su apostolado a los más necesitados.

Sin actos de caridad. Las restricciones sanitarias, la escasez de gasolina y la disminución de donaciones durante la pandemia en Venezuela han obstaculizado que organizaciones pontificias, religiosas y laicas lleven su apostolado a los más necesitados.

A un mes del incio de la cuarentena nacional, este 16 de abril el alcance de los proyectos sociales y caritativos se ha disminuido por la merma de las donaciones que los sustentan. Organizaciones como Cáritas cuentan con pequeñas guarniciones, que por ahora no pueden reponer.

Otras iniciativas suspendieron hasta nuevo aviso, por razones sanitarias, el reparto de alimentos entre las personas en situación de pobreza.

Mientras tanto, las fundaciones que se mantienen con ayudas constantes de empresas privadas, siguen operando de manera estable.

La Olla Milagrosa

Un proyecto que se detuvo para evitar el contagio de COVID-19 ha sido la Olla Milagrosa. Esta caridad organizada por laicos de la parroquia Chiquinquirá, en Caracas, sirve sopa a 700 personas, que se acercan al templo los sábados para ser atendidos en una mesa.

Evelyn Franco, una de las organizadoras de esta iniciativa, explicó que la intención de la Olla Milagrosa es devolverles a los venezolanos más afectados por la crisis la tradición de comer en una mesa.

“Nacimos hace tres años con la idea de rescatar la dignidad de las personas. Decirles a los seres humanos que estaban comiendo en la basura que tenían derecho de sentarse en una mesa y compartir con los demás”.

La Olla Milagrosa es un punto de encuentro. Cualquiera que quiera asistir tiene la invitación abierta, y no se le niega el acceso a nadie. Por lo tanto, tienen localizados a todos sus beneficiarios regados por la ciudad, además, muchos de ellos se encuentran en situación de calle.

Además, Franco y el resto de las organizadoras, respetan el espacio y la salud de los frailes. La sopa que sirven con las donaciones de los feligreses se elabora en la cocina del convento, donde viven los sacerdotes, algunos de ellos muy ancianos y vulnerables al virus.

Entre las colas que le dan la vuelta a la parroquia, las aglomeraciones en la “sala de espera”, y el compartir en la mesa, que pasa por la preparación de varias manos en la cocina,  hacen difícil mantener la Olla Milagrosa pues pondría en riesgo la salud de toda Caracas.

“A uno se le arruga el corazón. Yo sé que cada una de nosotras es muy sensible y estará rezando porque cada uno tenga un plato de comida… uno siempre piensa en ellos… pero ¿cómo íbamos a hacer?”, se lamentó Franco.

La gasolina

Cuando la hermana María José González respondió la entrevista telefónica de Efecto Cocuyo hacía la cola para recibir combustible en la estación de servicio de María Auxiliadora de La Casona, en San Antonio de Los Altos.

Por su trabajo caritativo tenía trato preferencial a la hora de administrar gasolina al principio de la cuarentena. Sin embargo, las últimas dos semanas los organizadores de Cáritas deben hacer la cola como el resto de los venezolanos.

González es directora de Cáritas Los Teques y de la casa Hogar San José, donde se atienden a los hijos de mujeres reclusas. Para llegar a la máquina de bombeo, la religiosa tuvo que “marcar” su puesto en la cola seis veces desde el lunes hasta el miércoles.

“Pero aquí hay gente que estaba desde el domingo y las regresaron el lunes para mandarlas a venir hoy porque no alcanzó la gasolina”, comentó.

Limitados para movilizarse

Según explicó, es el mismo problema de la escasez de gasolina en el país que ha limitado en gran parte el aporte de sus donadores de alimentos, con los que ayudan a niños en riesgo de desnutrición, madres solteras, adultos mayores y personas enfermas.

“La problemática mayor que estamos presentando en este momento es la falta de combustible. No hemos tenido problema para transitar, porque tenemos la documentación… pero no nos podemos movilizar por la falta de combustible”, explicó.

Sin gasolina en el país no pueden recoger la comida que utilizan para elaborar sus ollas comunitarias, que ahora entregan vía delivery a un grupo más seleccionado. También está afectando la entrega de complementos alimentarios a los beneficiarios del programa Samán (Sistema de Alerta Monitoreo y Atención a Niños con desnutrición infantil).

Se acaba la comida para actos de caridad

Sumando todo lo que tienen, la comida solo alcanza para alimentar diez días más a personas “puntuales, ya ubicadas por la organización” y los insumos financieros “se acabaron”. Se trata de 500 personas en ocho parroquias de los Altos Mirandinos, que en poco tiempo tendrán que hallar una solución para esta primera necesidad, que ahora sin actos de caridad como estos, están en peligro.

“Preocupa la vulnerabilidad con la que gente vive en el día a día. No es que la comunidad no se lo tome en serio, sino que no puede tomar las medidas sanitarias por la escasez de servicios”.

También se suspendieron dos ollas comunitarias que se hacen semanalmente a privados de libertad, ya que los centros de detención están completamente cerrados pues son un foco de contagio.

Bancos de medicinas afectados

Por otro lado, los bancos de medicina ya se quedan sin insumos para las personas que padecen de enfermedades crónicas. Aunque el fondo sigue operativo para quienes deseen buscar su medicamento, con previo aviso, la falta de combustible ha limitado su capacidad para recibir más medicinas. Y en estos tiempos de pandemia “la demanda sube muchísimo”, explicó González.

La atención a domicilio a los pacientes que no pueden movilizarse, ahora también se encuentra en riesgo por el mismo problema del traslado de los voluntarios.

Por otra parte, la disminución de donativos se puede explica porque una gran cantidad de ingresos a Cáritas depende de las cestas de contribución, colectas y recaudaciones en las iglesias, que ahora están cerradas por la cuarentena.

“La iglesia vive de la contribución de la gente”, concluyó la hermana María José.

Por eso las organizaciones que dependen de individuos se han visto más afectadas que las fundaciones que reciben ayuda empresarial.

Menos para los padres

Otro grupo eclesiástico que se ve directamente afectado por el cierre de los templos son los mismos sacerdotes y, en consecuencia, las causas sociales que dependen de los sacerdotes. Estos “viven del altar”, en palabras del padre Gustavo Ulloa, párroco de la iglesia Cristo Resucitado, de Maturín en Monagas.

“Nosotros nos manteníamos de la misma parroquia, de las intenciones voluntarias de los fieles y las colaboraciones de los sacramentos, que ahorita no hay ninguno”, explicó.

Pero el fondo más importante con el que muchas parroquias no cuentan en este momento es el de los apoyos pontificios que se recaudan anualmente en Europa y se reparten mensualmente a Venezuela. A Ulloa lo beneficia el programa “Ayuda a tu Iglesia necesitada” que ahora, con la pandemia, suspendieron temporalmente su causa a Venezuela para destinar los fondos a subsanar la crisis de la misma Europa.

“Primero se atiende la propia casa”, sintetizó.

Según explica Ulloa, los benefactores “saben que hemos estado haciendo trabajo social en la nutrición de los niños y el acompañamiento de los ancianos”. Y de hecho lo que más le preocupa son los 40 niños en riesgo de desnutrición que atiende su parroquia. Estos se ven colateralmente afectados por esta emergencia sanitaria que azota a personas ya víctimas de la crisis humanitaria compleja.

“¿Ahora cómo yo puedo ayudar cuando toda la red de voluntariados está paralizada?”, se preguntó.

Hasta ahora no hemos detenido el programa, gracias a la permanencia de algunos voluntarios que, al igual que en Cáritas, optaron por la modalidad delivery ,“pero es cada vez más cuesta arriba”.

El teléfono, mi parroquia

Mientras los templos están cerrados, los sacerdotes igual no paran de trabajar, imitando el espíritu del Cristo pobre y a que la “providencia divina siempre se muestra generosa”.

Cuando no llueve, gotea. Los fieles son buenos y se acercan: dicen padre, por ahí le mandé el almuerzo”, comentó.

Mientras tanto, muchos padres transmiten la misa en vivo, y en el caso de Ulloa, que no tiene buen internet, la dirección espiritual continúa por Whatsapp. “El teléfono se ha convertido en mi parroquia”, dijo.

“He dado como cinco consejos hoy vía notas de voz y a veces hasta estoy saturado. El cura es el psiquiatra más barato que existe”, comentó jocoso a través de una nota de voz.

Por ejemplo, los hermanos Paulinos son otras de las congregaciones religiosas que vieron en la ansiedad de las personas, a partir del coronavirus, otra oportunidad de ayudar. A ellos se les sumó Elinor Campos, una laica que se levanta “todos los días” con una misión específica de ayudar a alguien más.

Elinor, que atiende a varios sacerdotes, movimientos y parroquias, a título personal, tampoco ha podido salir por el tema de la gasolina.

“Si los padres paulinos necesitan que llame a una persona para ayudarla o para consolarla, lo hago. Desde que inició la pandemia hemos ayudado a muchas personas”.

Está a gusto con su apostolado, y aunque quisiera estar más de cerca al altar, por ahora aporta a los sacerdotes transfiriendo su colaboración.

Los sacerdotes siguen oficiando sus misas privadas todos los días, aunque no todos la transmitan, y que todavía ahí se pueden elevar las intenciones por los difuntos. En ese sentido la Iglesia extiende la invitación a quienes quieran y puedan colaborar con esas intenciones a que las hagan. Así se pueden mantener en pie los proyectos sociales de la Iglesia necesitada.