La convivencia en familia. Esa ha sido una de las dinámicas que se ha puesto a prueba durante la pandemia. Con resultados que han podido ser enriquecedores para algunos, un peso para otros.

La mayoría de la gente ha pasado la cuarentena en familia, tanto física como virtualmente. Esta ha sido una oportunidad para evaluar, sin querer, la calidad de esos vínculos. Aunque, en muchos casos, ya se presumieran. Asumimos que nuestra familia es una sumatoria de querencias. Seguro que las hay así, pero también… unas que no lo son tanto.  Algunos han descrito esta experiencia como un infierno por estar con quienes están.

El encierro durante 24 horas, ahora por casi dos meses, es una prueba de fuego a las relaciones. Sea familia nuclear, extendida, monoparental o con ambos progenitores. Eso de la composición familiar ha cambiado mucho y seguirá cambiando. 

El Día Internacional de la Familia 2020 tiene un especial significado por el papel que esta institución está jugando en el desarrollo de la prevención del coronavirus, la atención de enfermos y el eventual enfrentamiento de la muerte de uno de sus miembros. El COVID-19 se llevó por delante los rituales mortuorios. Sin ellos los duelos suelen ser más largos y fuertes. 

Uno de los papeles que la familia ha tenido que retomar durante el confinamiento es el de educadora. En este caso, de conocimientos formales; como son la lectura, escritura, matemáticas, lengua, ciencias, entre otros. Sustituir a la escuela ha sido placentero para algunos porque ha sido una forma de encuentro de los adultos con los quehaceres habituales de los más jóvenes. Pero también un desafío, una carga en momentos en que adultos, jóvenes, niños y niñas están abrumados por las condiciones inherentes a la pandemia.

Por los siglos de los siglos, la educación se impartió en casa. Así ha seguido en muchos aspectos, en todas partes del mundo. La familia es el principal educador, concluyen quienes investigan sobre la transmisión de saberes. Los aprendizajes más importantes como el lenguaje, la expresión corporal, los valores, las normas básicas de comportamiento se aprenden en casa. La escuela formaliza, canaliza, amplía, institucionaliza esos conocimientos y aporta otros, claro.

Durante el confinamiento, familia y escuela han tenido que ir de la mano —mucho más apretadas que nunca— en materia de educación. La casa se ha hecho escuela y los adultos de la familia, maestros y profesores. Un desafío para quienes no están preparados para eso de enseñar formalmente.

La familia educa, básicamente, a través del modelaje de conductas y mensajes verbales. Los más jóvenes observan lo que los demás hacen, reciben órdenes, instrucciones y van aprendiendo. Toda familia, por más disfuncional que sea considerada, tiene un sistema de normas, de valores que transmite a sus miembros. Además de su respectivo sistema de premios y castigos. 

Junto a la familia están las otras instituciones que también educan, como son la comunidad, los medios de comunicación, las instituciones culturales, deportivas, las religiosas y, por supuesto, en nuestra época, y más en estos momentos, el Internet. 

Entre los retos que enfrentan las familias de esta época para cumplir adecuadamente su papel de educadora están las demandas económicas —que para muchas son serias calamidades— determinantes en la disposición de espacio físico y tiempo para atender las demandas de la educación formal en casa. Ese tipo de educación exige de un espacio que permita la concentración, de tiempo, disposición y formación que muchas familias no tienen.

Por otro lado, en un mundo cada vez más virtual, la disposición de instrumentos que permitan el acceso a ese espacio. El teléfono inteligente, computadora, tableta y otros instrumentos que exige la tecnología/educación formal actual son fundamentales. Y, por supuesto, el acceso a Internet. La brecha entre quienes disponen de ellos y los que no, agrandará las diferencias sociales.

El manejo de la tecnología y los conocimientos que se adquieren a través de ella le da ventaja de conocimientos a los más jóvenes sobre los más adultos, lo que invierte la línea tradicional de transmisión de conocimientos. Hoy, muchos hijos e hijas saben más de cualquier tema, incluyendo el sexual, que los padres, madres y las generaciones que le antecedieron. 

La ventaja de conocimientos que los jóvenes, incluidos los más chicos, le llevan actualmente a los adultos de la familia hace más difícil el rol de educadores en el plano formal de los mayores en la familia porque en lo informal, en tanto que modelaje de conductas, en la mayoría de las casas predomina lo tradicional.

El confinamiento por la pandemia de coronavirus nos ha impuesto muchos retos y el que los adultos de la familia se hayan convertido en educadores formales, prácticamente de un día para otro, ha sido uno de los más grandes. Aplausos para los adultos que han logrado hacer de la educación formal en casa un momento de disfrute y de enriquecimiento.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.