Con Quinta Crespo, mercados a cielo abierto y cajeros a reventar amaneció el centro de Caracas. Desde la avenida Baralt a la altura del puente El Guanábano, hasta el final, ya casi para llegar a la salida que da a la autopista, personas dificultaban el paso por las aceras entre colas, bolsas y carritos de compra. Negocios de comida, como panaderías y ventas de desayuno, aseguran que mañana abrirán como cualquier otro día. Los mercaderes que usualmente están todos los fines de semana, la mañana del domingo no saben si venderán. “Compre todo hoy. El domingo venimos pero estoy hoy se acaba”, dice uno de los comerciantes.
“En este país no se puede hablar ni de béisbol ni de política“, dice un hombre en un puesto de verduras luego de que le preguntaran si era caraquista o magallanero. Cinco metros más arriba en la avenida Baralt, Román Rada afirma que hoy ha tenido buenas ventas en su stand de carne de res, pollo y cerdo. Sin embargo, está seguro de que el 6D va a votar pero no va a venir a trabajar.
“Hay mucha incertidumbre, no se sabe lo que va a pasar. Yo vivo en Los Teques, imagínate si se prende algo aquí“, dijo Román.
Con los clientes con las bolsas llenas de verduras, frutas y pollo, casi todos los vendedores dudan que monten sus puestos el día de las elecciones. “Nosotros sí abrimos, si Dios quiere”, dice una de las pocas comerciantes que está dispuesta a traer mercancía al lugar.
Desde las 7:30 am, Quinta Crespo se desbordó de gente en busca de comida. La charcutería, la pescadería y la sección de hortalizas estaban full. Afuera, en la calle, se formó una cola de dos cuadras para comprar pollo regulado. La gente, previsiva ante lo que no se sabe que pueda pasar, tomó la medida de irse preparada a sus casas con alguito para la nevera.
A diferencia de los mercados y abastos, las plazas Bolívar, El Venezolano y Juan Pedro López estaban vacías. En la Bolívar, el toldo con chavistas frente al Teatro Bolívar tenía escasamente unas seis personas. Frente a la Catedral de Caracas otro toldo del Gobierno estaba de pie y desierto en una jornada de “Yo firmo por la paz”.
A un día de las elecciones, la plaza Lina Ron estaba sin un alma. En la parte de abajo, un hombre se hace un corte de cabello en un banquito improvisado mientras otros cuatro esperan.
Solo se sabe de los candidatos por alguna valla de Zulay Aguirre en plena Avenida Baralt o de calcomanías que dicen “Jorge Millán Diputado” pegadas en quioscos o por volantes tirados en el piso. Las plazas del centro están vacías pero las calles están llenas de gente a las 10:00 am. Las zapatarías, al igual que los cajeros, están repletas. El mercado de San Jacinto también: Las personas entran y salen en busca de juguetes a “precio justo”, ropa para niños y adornos navideños. Una que otra mujer pasa con bolsas llenas de bambalinas, pañales o un par de sandalias.
Aunque la zapataría se encuentra hasta “los tequeteques”, uno de los vendedores dice que acaban de abrir y que sabe que hoy no será muy movido, “justo por eso de que mañana son las elecciones”.
El acto
Frente al restaurante Rialto dos hombres disfrazados con estilo colonial esperan la orden para dar inicio a un acto. A diferencia de los otros martes, jueves y sábados, hoy no van a hacer el performance de la “Ruta histórica” para la gente que está de paso por el centro, sino para unos invitados especiales para el 6D. “Hoy nos toca actuar para los observadores internacionales”, dice el hombre disfrazado de Bolívar. El domingo, dice, toca descansar y “por supuesto, salir a votar”.
-“Pero aquí entre nos, ¿Por quién vas a votar?”, dice uno de los hombres.
-“Aquí entre nos, el voto es secreto“, responde el otro en broma.
Una mujer guía a un grupo de visitantes por el centro en un recorrido. No obstante, la tranquilidad del fin de semana se vio interrumpida a las 11:30 am por los gritos de un grupo de gente congregada frente al Capitolio.
“¡Déjala, déjala!”, gritó un hombre a unos funcionarios de la policía que se intentaban llevar a una mujer en una camioneta pick up. Luego de ejercer presión, los efectivos liberaron a la muchacha y a su mercancía: unas naranjas y un exprimidor en un carrito de supermercado.
“Yo voy a montar la denuncia, yo tengo fotos de todos los funcionarios“, decía la mujer mientras mostraba los rasguños y los morados que le produjeron el forcejeo.
“Ella no estaba haciendo nada. Solo vendía sus jugos de naranja naturales y llegaron los policías a ‘malandrearla’, pero a los bachaqueros sí les cobran y los dejan sueltos”, aseguró un “vendeoro” en la esquina.
Con la vendedora y la mercancía resguardada en uno de los edificios frente al capitolio, los presentes empezaron a gritar: “¡Ahora sí es verdad! Hay que votar (…)”. Otro hombre gritaba también el lugar de su preferencia en el tarjetón.
Un camión de frutas está parado frente a la iglesia Las Mercedes mientras dos abuelos conversan en un banco desde la tranquilidad de la Plaza Juan Pedro López, frente al Banco Central de Venezuela. Uno tiene 71 años y el otro 80. “Mañana claro que yo voy a salir a votar. Yo ya tengo mi candidato ¿y tú?”, preguntó el septuagenario.