Para escapar de una patética suerte, muchas personas escogen caminar en sentido inverso al que dictan las circunstancias. Es decir, como el “cangrejo”. Así que para evitar afrontar las contingencias que les depara la vida en su vaivén pendular, optan por encarar las vicisitudes. Sin medir o calcular los efectos que resultarían de la decisión adoptada.
Algo así como aquel adagio que reza “como va viniendo, vamos viendo”. Popularizado por el personaje de la novela televisada Por estas calles, Eudomar Santos. Bajo esta caracterización histriónica, Franklin Virgüez supo representar a quien, arrogándose el prurito de filósofo, dejaba ver curtidas mañas con las que presumía desafiar la suerte que dificultaba el alcance de sus anhelos.
De esa manera, el personaje buscaba salir de cuanto atolladero le salía al paso como resultado de su chocada suerte. Por eso apuntalaba sus decisiones en la improvisación como un recurso de planificación. Pero asimismo, como criterio para salir de cuanto aprieto le arrugara su camino. Aunque reconocía que muchas veces se veía derrotado por cuanto su suerte no le ayudaba. A pesar de que la invocaba en cada diligencia. Incluso, en cada aventura por temeraria que fuera.
Este ejemplo luce distinto del papel desarrollado por quienes eligen entre resignarse, conformarse o lamentarse ante eventualidades que traban proyectos de vida. O por quienes deciden entre abandonarse al sorbo espirituoso, a la plétora religiosa o al ámbito frenético de la política burda y la demagogia barata.
Sin duda que la estupidez crea parajes de falsificada prospección. Igualmente, es inductora de absurdas razones que alimentan en el hombre grotescas ínfulas de “superioridad”. Y que en consecuencia, dan cuenta de actitudes que sólo reflejan ademanes apestosos. Y por tanto, indignos e indignantes.
En medio de los dilemas que se desbordan del juego ignominioso entre la intolerancia, la indecencia y las utopías, todas condiciones ridículamente animadas desde un presumido poder político, se fragua la presencia de los “enemigos del pensamiento crítico”. Estos agentes del resentimiento y de la ignorancia buscan conspirar en contra de las libertades y de la dignidad humana.
¿Por qué contra “el pensamiento”?
Estos “enemigos del pensamiento” se valen de cuantas idioteces llegan a sus manos para convertirlas en perversas maquinaciones. Particularmente, de naturaleza política y social. Así se entregan a la tarea de enfrentar al pensamiento crítico, tal como sus tramoyas lo exigen. Tramoyas estas que hurgan en la ignorancia para hacer de la razón que cimienta el pensamiento, el escenario en el cual acorralan cuantos “prisioneros” logran capturar. Saben que el pensamiento es la semilla de la acción. Además, es donde se aloja el conocimiento.
Por más esfuerzos que muchos sensatos hagan, armados de persistencia y solidaridad, los “enemigos del pensamiento” siguen dando sus desvergonzadas batallas. Por eso, estos granujas se guarecen al amparo de sistemas políticos obtusos. De aquellos contaminados de fascismo, fundamentalismo ideológico, sectarismo y dogmatismo.
Sus praxis son canales de acción desde los cuales se arrecia el canibalismo político. Ello lo hacen encubriendo tácticas de penetración mediante discursos colmados de una narrativa aduladora. Dichas tácticas se dirigen a inmovilizar, secuestrar, desmontar o anular ideales blandidos por el espíritu democrático.
Estos “enemigos del pensamiento” enrumban sus ejecutorias a perturbar la organización social. Todo con el propósito de sembrar el miedo necesario y la parálisis moral del hombre con el fin de irrumpir su pensamiento y así vaciarlo de ideales relacionados con valores que sustenten el conocimiento, el desarrollo, el crecimiento y el progreso. De esa manera, estos rufianes adquieren la capacidad para irrumpir, violar o violentar procesos de civilidad. Además, arrasar con el carácter que la historia le imprime al desarrollo económico y social al que apuestan los pueblos con conciencia democrática.
Estos astutos tarifados del régimen se valen de tales conversiones para actuar en contra de la universalidad del conocimiento, de la autonomía y soberanía del pensamiento y del derecho a la libertad de conciencia y de su manifestación. En consecuencia, con meras artimañas que manipulan arteramente, articulan de manera sigilosa fuertes arremetidas e incursiones en flagrante perjuicio contra el pensamiento crítico. Es el alevoso y sutil procedimiento aupado desde el ejercicio de toda política canallesca. Así que para lograr sus pérfidos cometidos, se sirven del solapado oficio de violación moral. Es como se desempeñan estos “enemigos del pensamiento”.
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