gobierno de Maduro

Aunque suene paradójico, definitivamente el empobrecimiento general de la población per se no genera la caída de los regímenes autoritarios o totalitarios. Al contrario, lejos de producir una revuelta social, lo que ocasiona es que las personas se adapten a las nuevas realidades o escapen de ese lugar y, por otra parte, el Gobierno aprovecha de fortalecer los nexos de dependencia de la población a sus programas sociales o, mejor dicho, programas para la sumisión nacional. 

Este panorama ha sido patentado por los casos de Siria, Yemen, Libia, Somalia, Sudán del Sur, Burundi, Tayikistán, Eritrea, Chad, Guinea Ecuatorial, Corea del Norte, Cuba, Haití o Venezuela. A pesar de que estos países viven bajo la conducción de gobernantes con tendencia autoritaria y un entorno de pobreza escandalosa, sus ciudadanos solamente tienen dos opciones: resisten con ayuda del Estado o huyen, no hay otra opción para ellos. 

Si algunos creen que azuzando el caos y empujando acciones que nos lleven a períodos de hambruna y mortandad extendida lograrán un cambio político, creo que tienen un plan desafortunado (además de cruel, por cierto). Pues, es sabido que, en condiciones de supervivencia, parece que no importa quién te dé el pan, lo importante es que te lo den. Así de cavernaria y primitiva es la existencia y la toma de decisión, cuando se tiene hambre y se sufre calamidades. En los días de sufrimiento, el “aquí y el ahora” cobra más fuerza que “la política” o “el mañana”.

Por lo tanto, sería un gran avance si todos nos convencemos de que los incrementos de las tasas de pobreza no es causal directa para el fin de las dictaduras. Todavía más, sería un verdadero progreso si todos coincidiéramos en que la probabilidad de que “los cerros bajen” es inversamente proporcional a la miseria nacional. No lo digo yo, lo dice la experiencia de los casos mencionados anteriormente.

Debemos diseñar otros caminos para el cambio político porque, a la luz de la evidencia, hemos sido incapaces de lograrlo. Debemos buscar otros caminos, variar la metodología, generar otras alternativas que, por supuesto, se enmarquen en la línea pacífica, democrática y electoral. En concreto, sanciones, aislamiento, desconocimiento del gobierno o similares, no están siendo efectivos.

El gobierno de Maduro cada vez más aplicará la estrategia que profundice la subordinación o dependencia estatal para tenernos preso de sus caprichos, además, intensificará el uso de la fuerza para mantenerse en el poder, extenderá la corrupción para mantener felices a la cúpula y, por supuesto, seguirá desanimando la participación ciudadana. En consecuencia, ¿qué haremos como oposición?

Solamente pido que no sea esperar una invasión extranjera, una guerra civil, la protesta silenciosa de la abstención, el empeoramiento de las condiciones de vida o que, en palabras de Carlos Raúl Hernández, “entre el socialismo, las sanciones y el coronavirus provoquen una mortandad general, para venir a cogerse el poder saltando sobre los cadáveres en las calles”. Creo que por ahí no lograremos el cambio de gobierno, sinceramente, no lo creo.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Manual de los populistas

Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.