La larga cuarentena a la que se ha visto sometida la humanidad por la pandemia del coronavirus y el desarrollo de la enfermedad de Covid-19, mina el equilibrio emocional de gran parte de las personas. Así ha sido desde un principio del confinamiento y, ahora, más.

Los habitantes de países que después de seis meses aún no han salido de la primera ola de la pandemia, como todo el continente americano, y los que ya sufren el embate de la segunda ola, como en Europa, se sienten confundidos, frustrados, con más miedo.

La Organización Mundial de la Salud ha expresado su inquietud por el empeoramiento de la salud mental de la población mundial, pero particularmente, en los sectores más vulnerables, como los de más edad y pobres donde las condiciones de vida se han afectado no solo el virus sino por el colapso económico y de los servicios de todo tipo, incluido, los de salud.

Para mediados de octubre, en el mundo, hay cerca de 40 millones de perdonas infectadas y cerca de un millón y medio de muertos a causa de esta pandemia.  Cifras que pican y se extienden. Esto, a pesar de los argumentos de los “negacionistas” y retadores del virus por razones económicas/políticas o religiosas. Lamentablemente, ni ellos, ni quienes asumimos con responsabilidad la pandemia, vemos el fin cercano.

Factores que afectan la salud mental en tiempos de pandemia

Larga es la lista de las condiciones que pueden llevar a sentir angustia y depresión ante esta larga cuarentena anti pandemia. Entre ellas, están  el temor al contagio de coronavirus, la alteración de la cotidianidad, el hastío por el largo enclaustramiento, la intranquilidad por las tensiones cotidianas, la situación económica, el acceso a los servicios, la soledad de unos o el agobio por la presencia permanente de otros.

Además, la alteración de planes personales, familiares, institucionales, desde el inicio de la pandemia, lo largo y confuso que todo esto ha sido. La incertidumbre como el epicentro del sentir y el saber.  Esto ha generado frustración, rabia. Más  miedo.

A las circunstancias de encierro, se agregan las consecuencias directas e indirectas de esta situación en cualquier otro plano de la vida. Principalmente, en la economía personal, de la familia, el país. La vida depende de lo económico.

Ya no es tristeza, ni nostalgia lo que se siente; es depresión, abatimiento, agobio. Desesperación. Difícil de evitar  después de seis meses confinados o semi o desbarajustados.

Reacciones emocionales ante la pandemia

El deterioro de la salud mental puede llevar a violencia intrafamiliar, de calle, a aumentar la angustia, el sentimiento de impotencia en la gente. Puede sentirse abatimiento personal hasta ideas suicidas, de desesperación.

Por supuesto, no todos reaccionamos parecido ante esta crisis. Hay factores que hacen más vulnerables a una persona que otra con respecto a la misma situación. El tener una estructura psíquica débil, ser susceptible a la depresión, a la angustia, sentir ataques pánico, sufrir de hipocondría, entre otras condiciones, hace que esa persona pueda sufrir más ante la actual situación y salir más debilitada cuando termine.

Las condiciones socioeconómicas también empeoran o ayudan a hacer soportable esta larga cuarentena. Tienen más posibilidades de salir airosos de esta situación quienes disponen de recursos económicos, acceso a servicios de calidad, grata compañía, espacios amplios, higiénicos, armónicos. Internet. Lamentablemente, las condiciones de la inmensa mayoría son contrarias. O sea, que estamos en alto riesgo de que poca gente salga airosa.

A pesar de la peligrosa situación que vivimos, poca investigación sobre la salud mental se está haciendo y poco sabemos, con exactitud, acerca de lo que realmente está pasando. Además, hay escasa oferta de atención publica y poco acceso a los servicios privados por la dificultad de pagarlos. La poca información disponible proviene de la casuística que se presenta en las instituciones y porque está de anteojito.

Reacciones por edad

Ante la pandemia de coronavirus, la edad es un elemento a destacar. La gente mayor, por su organismo desgastado y dolencias previas, ha sido la más vulnerable a desarrollar Covid-19 desde que comenzó la pandemia, e inclusive, la que más ha muerto por esa causa. Por supuesto, los miembros de este grupo que están conscientes de esta situación viven con miedo. Devastados en su impotencia. La compañía y paciencia a estas personas es fundamental.

En los jóvenes, en general, pareciera prevalecer sentimientos de rabia por frustración, con riesgo de convertirse en depresión si no se expresa, pero, como hemos dicho, depende del carácter y personalidad de cada quien. En general, en todo el mundo, se está viendo una rebeldía por parte de los más jóvenes ante las medidas de prevención que les ha convertido en un grave problema en términos de transmisión del coronavirus. Ante su descontrol, necesario el control familiar e institucional.

Y quedan los más pequeños. Casi siempre ignorados en términos de sus sentimientos porque ellos mismos no saben expresarlos. Ante cualquier alteración de sus hábitos o resistencia a seguir ordenes —formas de expresar su miedo, angustia, depresión—  los adultos suelen interpretarlo como malcriadez y allí va el grito o el maltrato obligándolos a hacer lo que no quieren. La cuarentena también les ha alterado la cotidianidad a los mas pequeños. Tienen que adaptarse a una nueva forma de recibir clases, de ver a sus amigos, de quedarse en casa y pocos tienen la posibilidad de ser comprendidos, atendidos en sus necesidades emocionales. Es necesario ponerse en lugar de ellos y ellas.

Nadie se salva de sufrir en este largo confinamiento, en este largo desajuste cotidiano. Apoyémonos, amémonos aunque sea de lejitos.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.