El largo camino que representa la recuperación del país implicará un proceso de reinstitucionalización profundo y una negociación compleja y rugosa. Aquel le que diga lo contrario, solamente le está ofreciendo una linda poesía o una declaración de bonitos deseos. Y en este punto cobra más sentido la frase aquella que dice: la política es el arte de lo posible.
En efecto, la política tiene límites, choca con el realismo —como tantas otras cosas de la vida—, y con ella solamente podemos ser capaces de aproximarnos a ese deseo o aspiración con los medios que tenemos disponible. Naturalmente, la política implica concesiones, pactos, alianzas y olvidarse de ciertos objetivos para alcanzar otros. (gravityhair.com) Quien no comprende la política de ese modo, lamentablemente sufrirá grandes frustraciones. Le invitaría a que mejor cambie de oficio, si es que quiere ser medianamente feliz.
El conflicto político venezolano va a continuar… un lustro, décadas o un siglo, quizás. Mientras tanto gran parte de la población padecerá la crisis inevitablemente. No hay nada nuevo que ustedes no sepan: la crisis será mayor hasta que las fuerzas políticas en disputa no resuelvan sus diferencias conversando o promoviendo derechamente una negociación integral. Pues, al final del día, la solución a nuestra crisis no será por medio de una intervención extranjera o la famosa doctrina R2P, como pretenden algunos. Basta ver lo que declaró Elliot Abrams o echarle un vistazo riguroso de lo que se trata el R2P. Y menos lograremos la redemocratización con la necedad de un gobierno paralelo nacional o en el exilio.
Los venezolanos ya están hartos de experimentos vacíos, rebeliones de barro, shows en contratación de mercenarios, mantras ilusorios, discurso divisionista, arengas para la invasión por La Guaira o Maracaibo, promoción de la abstención como herramienta de lucha, conspiración para golpes de Estado, incitación a la guerra civil, etc.
Tenemos tantas opciones que no nos damos cuenta de que precisamente cuando el chavismo/madurismo ya no quiere votar y tienen bajísimo apoyo electoral, entonces nosotros nos arreglamos para abandonar la participación y dejar de votar en su contra. Y, desgraciadamente, a eso es que le llamamos “la lucha por el cambio democrático”. No se sabe y no se entiende, dirían los llaneros.
En tiempos digitales estos debates agotan en demasía. ¡No sé cuántas veces tendrán que decirnos los gringos y los europeos que nuestras diferencias —obligatoriamente— las resolveremos los venezolanos! ¡No sé en qué idioma tendrán que decirnos que no llegará ninguna organización multilateral —o extraterrestre— que logre el cambio de gobierno! Simplemente, no lo sé.
Lo que sí sé es que, si se les presentara a los venezolanos una ruta clara, razonable y bien explicada, hoy tendríamos otros resultados. Pero en el horizonte no se nota esa hoja de ruta porque supuestamente “solos no podemos” o porque es muy larga y tormentosa. Es decir, bajo esa lógica, necesitamos varios fusiles y los aviones de Estados Unidos o de otro vecino porque no somos capaces de ponernos de acuerdo para lograr los mínimos consensos políticos. ¿Capriles habla polaco, Maduro habla ruso, Guaidó habla portugués, Cabello habla chino, Machado habla francés y López habla alemán?
Muchos lo ven, pero no lo dicen con todas sus letras: desgraciadamente vamos rumbo a la conformación de un gobierno en el exilio/digital/virtual o equivalente. Y esto no servirá para cambiar regímenes autoritarios, tengámoslo claro.
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