En la noche electoral de este 3 de noviembre la Casa Blanca parecía una casa de muñecas. En la distancia resaltaba iluminada como un capullo encapsulado. Lo más cerca que cientos de manifestantes pueden estar por estos días de la residencia oficial es realmente lo más lejos que han estado físicamente en años. La democracia más antigua del mundo vive entre barreras, temores e incertidumbres su martes de votación general.

Las barreras de seguridad levantadas hace cinco meses para cerrar el acceso a la casa del pueblo fueron reforzadas. Cientos de manifestantes se detienen ante la nueva valla metálica, hecha de rejillas.
El cierre de la avenida Pensilvania y de la plaza Lafayette alejó a todos a unos 300 metros de la verja habitual. Frente a esa cerca muchos turistas se han tomado fotos y, en otros momentos, decenas de ciudadanos han acampado durante protestas de largo plazo. Alguna que otra persona ha logrado saltar esa reja e ingresar pocos metros a los jardines. Así de relativamente accesible era el lugar donde le corresponde dormir a la familia presidencial, aunque obviamente protegida por el servicio secreto. En junio de 2020 las protestas por la tensión racial llevaron a la instalación de las primeras barreras. El 2 de noviembre el cerco se extendió y rodeó un perímetro de más de dos kilómetros.
Es martes de votación masiva, la mayoría de las 500 personas que están aquí son opositores al mandatario. Gritan consignas en su contra como “out now” o piden cárcel. La reja cuadriculada está tapizada de volantes y pancartas alusivas al movimiento Black lives matter y volantes contra la actual administración.
Del otro lado de la cerca se ven afiches que citan la primera enmienda y quedaron atrapados al ser instalada la barrera. “El Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión, ni prohibiendo la libre práctica de la misma; ni limitando la libertad de expresión, ni de prensa; ni el derecho a la asamblea pacífica de las personas, ni de solicitar al gobierno una compensación de agravios” .
We the people
Desde una perspectiva, el monumento a Washington parece estar al lado de la mansión. En el tope del célebre obelisco, erigido en honor al más reconocido de los padres fundadores de esta nación, titilan luces rojas, las que sirven de alerta a las aeronaves que vuelan por los alrededores de la ciudad. La historia de construcción del obelisco es como un recordatorio de todo lo que ha costado levantar esta democracia que tiene más de 200 años.
Tantos manifestantes reunidos, pese a las barreras y a la pandemia de Covid-19, parecen gritar con su presencia que no le quepa duda al presidente Donald Trump que las afueras de la Casa Blanca sigue siendo territorio de “we the people”.
Lo único que recuerda que esta elección se lleva a cabo en medio de una pandemia son los tapabocas que usan la mayoría de quienes están en la calle. En este espacio no hay distanciamiento físico. Un grupo de voluntarios ofrece gratuitamente alcohol en gel, agua y suéteres. Estas prendas de vestir proclaman “ count the votes”. Cuenten los votos. Cuenten todos los votos.
Otro gran grupo de asistentes son periodistas de todas partes del mundo. Los acentos en español, japonés, ruso, portugués, alemán se escuchan durante la espera para saber quién sería el ganador de la contienda electoral.
Muchos se fueron a dormir y al despertar este miércoles 4 de noviembre aún no se tenía claridad. La última vez que esto ocurrió fue el 9 de noviembre del año 2000. La sombra de aquel proceso ha planeado sobre el actual. Puede ser la noche electoral más larga de los estadounidenses.
No era uno, ni eran dos, ni eran tres
En el 2000 pasaron 35 días para saber, no a ciencia cierta, que George W. Bush había ganado por 537 votos (popular) el estado de Florida, que aportó 25 votos electorales y con ello selló su victoria frente al vicepresidente saliente, el demócrata Al Gore.
Aún se desconoce cuántos días pasarán para tener certeza de quién es el ganador de esta contienda en 2020, aunque hay proyecciones que favorecen a Biden. Ya Trump había develado parte de su estrategia, que incluye judicializar los resultados.
Los resultados proyectados son desde hace mucho tiempo un asunto de los medios. El fantasma del 2000 también tiene un ingrediente mediático. Aquella vez, la cadena Fox dio ganador a Bush. Luego de la disputa y de la muy mínima diferencia se instaló una frase en los medios, too close to call, que en español se puede leer como el margen es muy pequeño para proyectar un ganador.
“Don’t worry?
Uno de los manifestantes frente a la Casa Blanca hace sonar una de la canciones más conocidas de Bob Marley. Es una favorita en cualquier play list de quienes gustan algo de reggae. Y él ha estado aquí por varios días. No falta en esta noche electoral.
Don’t worry about a thing
‘Cause every little thing gonna be alright
Singing’ don’t worry about a thing
‘Cause every little thing gonna be alright
Rise up this mornin’
Smiled with the risin’ sun
Three little birds
Pitch by my doorstep
Singin’ sweet songs
Of melodies pure and true
Saying’, (this is my message to you)
El estribillo es como un mantra. Don’t worry
El temor ha estado presente en esta elección. Se percibe fácilmente en Washington DC, porque tiendas y hoteles en las calles aledañas a la Casa Blanca y en otras zonas de la ciudad cubrieron sus vidrieras con tablas de madera. En algunas puertas había avisos que decían “Estamos abiertos”, por si quedaban dudas.
A una cuadra un grupo de hip hop hace coreografías. Esta calle ha sido bautizada Black lives matter bulevar. En unos 50 metros hay música, baile y los voluntarios reparten agua, alcohol en gel. También hay una pantalla gigante que proyecta a la televisora NBC donde analistas intentan explicar qué es lo que está pasando.
A tres cuadras han habilitado la plaza Mc Pherson con baños portátiles, un anfiteatro callejero con una gran pantalla donde se ven las alertas una y otra vez sobre las estimaciones de CNN en cuanto a la carrera de esta noche. Más allá suena una banda de ska.
Jóvenes pintan pancartas para salir a protestar en cualquier momento. Lo hacen hermosamente, con sprays y pinturas a brocha. Tienen una plantilla de una rosa, que hace recordar logos de movimientos de izquierda. Sobre todo el del Partido Socialista Español.

¿ Hay socialismo en los Estados Unidos?
Algunos creen que sí. Es parte de la campaña contra Biden. Venezuela no quedó fuera de la disputa. Parte de la línea de la campaña de Trump en Florida fue relacionar la crisis que sufre el país suramericano, con el tipo de gobierno y el sistema político. El “ogro rojo” que aparece en el imaginario colectivo de una población que ha huido de regímenes autoritarios es de color azul.
Llega una alerta informativa. En la pantalla el mapa que muestra al estado de Florida está en rosado, con tendencia a rojo, que es el color republicano. Biden, dirán los críticos, no supo qué ofrecerle a los votantes latinos de Florida, donde Trump invirtió gran parte de su tiempo de campaña.
Son las 8 y 50 de la noche, en la pantalla se lee que el presidente tiene un estimado de 42 colegios electorales y Biden 30. Se discute si Carolina del Norte queda para los demócratas, las horas mostrarán que aún era temprano para afirmarlo.
En esta plaza hay un muñeco inflable gigante que se parece a Trump. No lo han tumbado. Aquí se reúnen a unos y otros.
Llevo varias horas en esta noche, bajo unos 6 grados celsius de temperatura, con doble tapabocas. El olor a marihuana, que varios fuman por donde he pasado, me hacen dudar de la efectividad de mis mascarillas. Hay una pandemia y. al igual que en la plaza anterior, aquí el distanciamiento físico no es una preocupación.
Y los resultados son
Para esta hora empiezo a sentir un “dejá vu” de la noche electoral de 2016. Aquella vez estuve en el comando de Hillary Clinton en Nueva York y mientras iban leyendo las proyecciones iba sintiendo el olor de su derrota. Mis amigos me decían que no podía ser, que seguro era mi trauma de venezolana. Creo que es justo porque he cubierto muchos procesos electorales, y he estado en comandos ganadores y perdedores, que puedo olfatear algunos desenlaces. En Venezuela le decimos el carómetro.
Pero no será así. Recorro nuevamente las cuadras, ya se acerca la medianoche. La sumatoria avanza lentamente. En este momento me preguntan algunos desde Caracas cómo están las cosas y no dejó de sonreír porque las cosas son muchas.
Hay que recordar que el proceso electoral en Estados Unidos es distinto al que usualmente conocemos, que ganar el voto popular no significa ganar la presidencia porque existe un sistema de segundo grado y los electores eligen colegios electorales que a su vez han comprometido su voto con uno y otro candidato.
Pero que eso no significa que no puedan cambiar, que aquí la gente empezó a votar anticipadamente, que hay voto por correo que alcanzó los 100 millones de boletas, que hubo voto presencial adelantado, que no hay un organismo centralizado que cuente los votos, que tampoco hay un sistema homogéneo de votación, que este es un país con varios husos horarios y hay que esperar que cierren las mesas en la costa oeste; que cada estado tiene sus normas sobre cómo se vota y cómo se cuentan los votos, que por eso y por las advertencias de que los demócratas suelen votar anticipadamente hay una exigencia de que se cuenten todos los votos, entre otros detalles.
Esta noche electoral empezó hace muchas noches.
Es medianoche. Ya es hora de partir. Hay una marcha por varias de las calles cercanas, gritan más consignas, en algún momento alguien lanza unos petardos. Estos ruidos generan un poco de prevención, pero rápidamente se entiende que no hay peligro. Ellos se van caminando. Mientras llega el taxi a buscarme pienso que como venezolana realmente extraño una elección. La última realmente competitiva la cubrí en diciembre de 2015.

¿Qué está pasando en Estados Unidos?
Durante la madrugada del 4 de noviembre CNN repite una y otra vez los escenarios. ¿Qué pasa si Biden gana Arizona y Trump Carolina de Norte? En los mapas que muestran en la pantalla hay estados en color rojo, en color azul y aún hay estados en color gris. Otros tienen un degradado rosado o azul, dependiendo de quien puntea. Si se hace zoom a cada estado zigzagueante, de esos que llaman swing, se empieza a ver que hay condados cuyos votos pueden cambiar la tendencia del estado.
No hay nada seguro aún. Ya Biden se ha dirigido al país y llama a tener paciencia. Ya Trump ha declarado que hay fraude. Ya hay quienes quiebran lanzas contra medios y encuestadores que no han sabido pronosticar lo que va ocurriendo. Don’t worry
El desempeño de Donald Trump en los comicios ha sido mejor de lo que muchos calculaban. De hecho, superó su votación popular como consecuencia de que estos comicios también están batiendo récord de participación. En números absoluto, Biden se ha convertido en el candidato con mayor votación en la historia de EEUU.
Una vez más inicia la discusión de si los medios en su polarización han invisibilizado ciertos temas. Otros, desde Europa, se atreven a hacer un análisis rápido y sostienen, como el español Antoni Gutiérrez Rubí, que Trump no es un accidente.
Para la cientista política venezolana María Puerta Riera hay todavía mucho qué investigar. Estados Unidos es un país polarizado. Algunos anticiparon que si la elección favorecía a Biden, era una forma de corregir un error de 2016, comenta. Agrega que el voto latino no es uniforme. Destaca que hay matices y que no se puede generalizar. Ejemplifica con el estado de Florida, en la costa este en donde hay puertorriqueños, colombianos, cubanos, venezolanos, brasileños, mientras que la costa oeste predominan los mexicanos. En ambos extremos el comportamiento es distinto.
Llega la noche del 4 del cuatro de noviembre y aún todo sigue en stand by.
La proyección de CNN aportaba 253 votos electorales a Joe Biden y 213 a Trump. La de FOX 264 a Biden y 213 a Trump. Mientras que en Arizona y Georgia reinaba la incertidumbre y un tercer estado, Nevada, suspendió el conteo de votos. La razón es que los funcionarios estaban muy cansados. No es para menos.
La cadena Fox que siempre ha sido cercana a Trump comenzó su rebelión la misma noche del martes al otorgar Arizona a Biden. Durante el miércoles se comentó que del lado de Trump le jalaron las orejas y ni se inmutaron.
Las proyecciones de los medios se logran cada vez más con sofisticados métodos. En general, aunque no son oficiales, suelen acertar.
Hay protestas en los condados donde siguen conteos de madrugada; sin embargo, todo está en relativa calma. Optimistas estiman que el viernes 6 se tendrá más claridad. La noche electoral más larga de Estados Unidos en los últimos años ya va para 24 horas de expectativas.
La democracia más antigua del mundo votó en medio de sustos, temores, con barricadas protectoras y sin vidrieras al descubierto, con lo cual confirma por qué hace cuatro años fue degradada en el índice de The Economist a una democracia con fallas.
La noche electoral podrá extenderse quién sabe hasta cuándo. Sin embargo, la participación masiva y la relativa calma como han ido llevando estas horas muestran una sociedad que se activó y usa el voto como una de las vías para expresarse masiva y pacíficamente. Son muchos los retos de este país que se devela más polarizado y a la vez más movilizado políticamente.
Don’t worry.