La muerte por desnutrición de dos septuagenarios en Caracas, a quienes encontraron en su apartamento en Puente Hierro, conmocionó a la opinión pública el pasado mes de octubre. El hecho reafirmó las condiciones de vulnerabilidad en las que se encuentran muchos adultos mayores en Venezuela.
La pensión de vejez en el país equivale a 74 centavos de dólar (de acuerdo a la tasa del Banco Central de Venezuela). La crisis económica ha pulverizado las jubilaciones, lo que impide, incluso con este otro ingreso, alimentarse adecuadamente y acceder a medicamentos.
Programas sociales como la caja Clap de alimentos subsidiados también les resultan insuficiente a esta población: No incluyen proteínas, y no siempre son entregadas con la regularidad que prometen los voceros del Gobierno.
A estas circunstancias se suma el impacto de la migración venezolana o del abandono por parte de familiares. De acuerdo con la asociación civil Convite alrededor de 700.000 personas de la tercera edad viven solos.
La ONG internacional Help Age lo resumía en 2015: Venezuela está entre los peores países para envejecer.
Activistas de derechos humanos recalcan la responsabilidad del Estado en la atención de esta población. Sin embargo, a falta de políticas públicas focalizadas, plantean que importante que las comunidades se involucren.
Proponen que puedan identificar a adultos mayores en situación de riesgo y tejer redes de apoyo entre vecinos y organizaciones no gubernamentales.
Señales de alerta
La fundadora de la ONG Psicólogos Sin Fronteras, María Isabel Parada, advirtió que además de estar atentos a condiciones como la pérdida significativa de peso, es importante prestar atención a aquellas personas mayores con signos de debilidad y cansancio.
Explicó que contrario a los adultos, los ancianos no necesariamente manifiestan ansiedad ante una situación de crisis, pero el malestar puede traducirse en decaimiento.
Desde el 2019 la A.C Convite también ha alertado sobre el incremento de suicidios de los ancianos.
La psicóloga indicó que también hay que estar al pendiente de síntomas como el insomnio o cambios de humor (llanto o ira fácil), pocas ganas de compartir o el aislamiento. Psicólogos Sin Fronteras ofrece un servicio gratuito de asistencia psicológica que podría resultar de utilidad en estos casos.
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Sobre el caso de los hermanos Silvia y Rafael Sandoval Armas, la psicóloga María Isabel Parada planteó que quizá pudieron surgir sentimientos de vergüenza que les impedía pedir ayuda.
“El hambre es una sensación de soledad y vacío… quizá esa hambre no les dio fortaleza suficiente para solicitad ayuda”, opinó.
La especialista consideró que es necesario promover encuentros de estas personas con los vecinos, preguntarles si se encuentran bien, hacerles saber que hay organizaciones, incluyendo las vicarías, que pueden ayudar con donaciones de alimentos, medicinas o ropa.
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Otra sugerencia que dio es que los vecinos con más confianza puedan tener una copia de la llave del apartamento o vivienda de aquellos abuelos que se encuentran solos, para casos de emergencia.
Registro y acompañamiento
La directora de Proyectos de Convite, Francelia Ruiz, recomendó realizar un registro con el levantamiento de la población adulta mayor en la comunidad, con la descripción de su situación incluyendo requerimientos médicos y alimenticios urgentes.
Planteó que vecinos y grupos de vecinos pueden constituir grupos de soporte para establecer roles de acompañamiento a los abuelos: “20, 30 minutos diarios o una hora en la que podamos pasar y darles la vuelta como decimos coloquialmente. Conversar con ellos sobre su estado de ánimo, preguntar si comieron, si tomaron las medicinas, si tienen que ir al médico”.
Ruiz añadió que “en estos tiempos tan duros nuestros adultos mayores necesitan ser escuchados, el estado de soledad, la precariedad económica y el confinamiento se pueden combinar y producir episodios de depresión, que si los vemos a tiempo se pueden evitar suicidios”.
Las colectas solidarias, dijo la investigadora y activista de derechos humanos, también pueden ser una alternativa. Se pueden reunir alimentos y armar kits para los adultos mayores en situación de precariedad.
Indicó que quizá algunos adultos mayores tienen recursos para comprar sus alimentos y medicinas, pero no todos pueden salir por su condición de salud, por lo que en esos casos podemos “ofrecernos a hacer las compras por ellos para evitar exponerlos a los riesgos que nuestras ciudades hostiles suponen”.
Bienestar emocional
La directora general de Mi Hijo Suplente, María Gabriela Chalbaud, propuso que es importante realizar un censo de las personas mayores que viven solas en el edificio.
Señaló que es importante pedirles los contactos de sus familiares con quienes se puedan comunicar los vecinos de ser necesario.
Esta empresa, que cumplió dos años, ofrece servicios de acompañamiento al adulto mayor en su hogar o si requiere realizar compras o asistir a consultas médicas.
Alrededor de un 85 % de sus clientes son venezolanos en el extranjero y quieren brindar cuidados a padres o tíos de la tercera edad.
El proyecto surgió por una experiencia personal. Como hija única se vio en la necesidad de apoyar a su madre, profesora universitaria jubilada, con la búsqueda de medicinas. En el proceso coincidía con amigos de ella que estaban solos y también le pedían ayuda.
Chalbaud consideró que, como una cifra conservadora, un adulto mayor requiere alrededor de 150 dólares mensuales para alimentarse bien y adquirir medicinas para patologías comunes. Opinó que, además, el tener con quién conversar y con quien salir es clave. “Si se sienten mejor emocionalmente, eso va a incidir en su salud”.
Comentó que su expectativa es poder apoyar a otros ancianos de escaso recursos. Para esto, prevén establecer alianzas con ciudadanos, organizaciones y empresas dispuestos a realizarles donaciones.