La situación venezolana está en uno de sus puntos más agudos. Los venezolanos están siendo afectados mas allá de la cuestión política, por una verdadera falla de servicios y de escasez de bienes esenciales que colocan al país a las puertas de una crisis humanitaria.
Sin embargo, varios se quejan porque no hay reacciones que permitan enfrentar este momento y otros se lamentan de la poca movilización masiva, de la incapacidad de los líderes opositores para capitalizar el descontento y menos de hacer algo que realmente permita cambiar la situación. Parecen que nos hubieran echado burundanga o anestesia.
Algunos han querido predecir la repetición de eventos como el 27F.
Si bien la situación del país es peor hoy que en 1989, da la impresión de que no hay ánimo en la calle para ejecutar unas acciones cuyas consecuencias pueden ser impredecibles. Lo anterior no implica que cada día no haya mas manifestaciones violentas. Incidentes en las colas, agotamiento de la paciencia y una suerte de resignación se pueden ver a diario.
¿Qué mensaje se puede leer de la inmovilidad de los venezolanos en cuanto a manifestar de manera violenta su descontento?
A diferencia de otros, creo que el venezolano no solo está agotado de la polarización, sino también de una violencia continuada a la que no le ve resultados.
Tal vez la inacción se deba al temor, al cansancio o al reconocimiento de que un hecho de violencia, más allá de ser un desahogo, no generaría un cambio en sí mismo, como no lo hizo en 2014 con La Salida.
Hoy día parece que estamos viviendo un juego trancado, donde el gobierno solo hace algunos movimientos tácticos que en realidad no producen ningún movimiento.
Mientras que del lado de la oposición se camina con mucha prudencia porque las experiencias anteriores, cuando se ha precipitado, han dejado un duro aprendizaje, con víctimas fatales y en el fondo sin poder hacer mucho.
Pese a la brutal paliza que en votos significó el #6D la captura de la Asamblea Nacional es poco para enfrentar el tinglado armado por el oficialismo y su cúpula.
El gobierno sigue jugando a extender su tiempo de vida útil. En estos momentos se refugia en algunos aliados que están en el Tribunal Supremo de Justicia, la institución militar dividida -de acuerdo con los expertos- aplaza cualquier expresión de descontento porque, tal vez, los “malos” sean hoy más fuertes que los “buenos”. Tenemos un mandatario sitiado que parece creerse el cuento de la guerra económica y varios suicidas a su alrededor que prefieren matarse y “llevarse a varios primero”. No parece haber dudas de que el gobierno de Nicolás Maduro pasará tristemente a la historia.
¿Y cómo se percibe esta situación en el exterior?
Que cada día se hagan colas más largas para adquirir alimentos esenciales, que los enfermos comiencen a morir por falta de medicamentos, que las familias de miles de pacientes asistan resignados a ver cómo sus seres queridos se van desgastando para buscar desde unos pañales hasta los reactivos para un examen de laboratorio cualquiera, que los niños no estén recibiendo la alimentación adecuada, que el crimen haga de las suyas y que el toque de queda declarado por el hampa rete constantemente a las autoridades, que se viva en un constante agite y que gran parte del tiempo productivo de los habitantes de una nación se pierda entre angustias es algo que debería alertar al mundo, pero no es así.
En el mundo hay tantos otros problemas que no veo mucho interés en la comunidad de países por lo que pasa en la pequeña Venecia. De hecho, todo indica que la severidad de la crisis venezolana no está siendo percibida en su justa dimensión fuera del país
Es duro sentirlo. Venezuela es un país que está prácticamente solo. Los pocos vecinos que en algún momento se han ocupado de prestarnos algo de atención no pueden seguir atentos a lo que aquí ocurre porque tienen también sus propios asuntos por resolver.
Como en las películas, la policía y las ambulancias suelen llegar tarde a la escena del crimen y eso es lo que intuyo está pasando con Venezuela.
Cuando ocurra un incidente desastroso o cuando el país termine enfrascado en una situación mas grave de la que se nota en estos momentos, tal vez algunos voltearán, actuarán y dirán cómo no lo vimos venir.
Ocurre que cualquier pais puede estar siempre peor. Aunque en este momento los venezolanos creamos que no, la crisis no parece todavía tener desenlace.
Y eso lo saben tanto fuera del país que, me da la impresión, prefieren que se agudice aún más la situación, que exponerla de alguna manera. Total, solo quedan tres años de aguantar a un gobierno que desde que inició ha estado a punto caer