En algunos noticieros europeos parece decirse que, en varios países de ese continente, en Israel, China y en el único país desarrollado de América, es decir, en algunos países ricos, se empieza a ver el fin de la pandemia de COVID-19. ¡Aleluya!, cada cual tiene la suya. Su pandemia, digo. La gente que vive en esos países está contenta, optimista.
Esa visión tiene poco que ver con el resto del mundo, el de los países pobres, donde la pandemia sigue haciendo estragos y la campaña de vacunación -aún cuando haya comenzado discretamente o con entusiasmo- no podrá avanzar al mismo ritmo que en los países ricos. Esos países no tienen con qué pagar la salida de la pandemia. La gente que vive en ellos está preocupada, asustada.
El mundo es más desigual en tiempos de pandemia.
La fiesta del verano está a punto de comenzar
Las noticias dicen que, para el próximo verano en el hemisferio norte, los riesgos de contagio de SARS-CoV 2, conocido popularmente como el coronavirus, serán muy pocos. Para ese entonces, los países ricos esperan que el 75 % de su población esté inmunizado ante el virus, ya sea porque haya sobrevivido al COVID-19 o se haya vacunado.
El aceleramiento de la vacunación en esos países tiene que ver con salvar vidas, claro, con disminuir el sufrimiento de la gente y los altos gastos que la pandemia ocasiona en el sistema de salud. Pero, además, y sobre todo, con que viene el verano, la época de mayor movilidad poblacional en estos países, el incremento del turismo interno y externo con todas las ganancias que produce a las economías locales.
Las imágenes en campañas propagandística realizadas por algunos gobiernos de países que proclaman el casi fin de la pandemia, muestran gente quitándose la mascarilla o ya sin ella, dejando ver la sonrisa por el logro obtenido y la vuelta a la normalidad. Osada campaña. Quiere hacer ver que vacunar era lo que faltaba.
La Organización Mundial de la Salud ha advertido sobre los riesgos de prematuras flexibilizaciones en las medidas de prevención y un exceso de confianza en los resultados de la vacuna. Es muy pronto para saber, advierte. Pero más puede el dinero que la seguridad.
Entre el alivio y la preocupación
La población de los países en los que la campaña de vacunación avanza tiene razón para sentirse más tranquila, pero hacerle creer que con ello la pandemia está a punto de ser dominada, puede ser peligroso.
A pesar de que la inmunización avanza, el virus sigue haciendo de las suyas. Las cifras de contagios no han parado sino en muy pocos, poquísimos países. Por el contrario, en algunos países que antes tenían relativamente pocos casos, ahora han aumentado. Asimismo, en algunos países en los que siempre han sido altas las cifras, siguen siendo altas.
En las actuales condiciones de la pandemia, hay razones para el alivio, pero aún no para la alegría, ni en los países ricos. Mucho menos, en los pobres. Los países pobres continúan sumidos en el susto, la preocupación y el agotamiento físico y mental como consecuencia de la pandemia.
La otra cara de la moneda o del mundo
La India, Brasil y México -de los países más poblados- la pandemia sigue haciendo estragos, con decenas, centenas de miles de personas infectadas y muertas en un solo día y siguen sin parar. Por lo tanto, nada que celebrar como tampoco en muchísimos otros países que tienen en común ser pobres.
Una de las facetas más feas de la humanidad que la pandemia ha dejado ver es la desigualdad económica entre unos pocos países ricos y la mayoría, pobres. Desigualdad que se expresa en la calidad de los sistemas sanitarios, la disposición de insumos humanos y materiales para atender emergencias con las actuales y, más recientemente, la adquisición de las vacunas necesarias para inmunizar a sus poblaciones.
Hasta en la cumbre lo dicen
En reciente reunión de alto nivel entre gobernantes de países latinoamericanos con sus homólogos históricos de España y Portugal, la Cumbre Iberoamericana de Andorra, la pandemia -como era de esperarse- ha sido el tema central.
Altos voceros de países latinoamericanos han denunciado, entre otras cosas, “el acaparamiento de las vacunas anticovid, por parte de los países ricos” y han propuesto “liberar las patentes de medicamentos y vacunas como una forma de abaratar los costos para poder pagarlos”. Eso, como parte de “acciones concretas, no promesas”.
España promete donar varios millones de vacunas a Latinoamérica cuando termine de vacunar a su población. Muy probablemente para ese entonces sea tarde para decenas de miles de latinoamericanos. El coronavirus no sabe de fechas, ni de acuerdos políticos, ni de gestos generosos, por el contrario, arrasa con quien sea, cuando sea. Está sucediendo.
Sin querer ser aguafiestas, el fin de la pandemia no parece aún llegar, no a todo el mundo -que es lo necesario- para que deje de ser pandemia.
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