Esta #CharlaTed refleja la relación entre dos mujeres que forjaron su amistad a través de la tragedia de las Torres Gemelas del 11 de septiembre, en Nueva York.
Phylis Rodriguez y Aicha el-Wafi cuentan su historia,
Primero me enteré que mi hijo había estado en el World Trade Center la mañana del 11 de septiembre de 2001. No supimos todavía si había perecido sino hasta 36 horas después. Al mismo tiempo supimos que era algo político. Temíamos por lo que haría nuestro gobierno en nombre de nuestro hijo -mi esposo, Orlando, nuestra familia y yo. Y cuando lo vi aún ante el impacto, el impacto terrible, y la terrible explosión en nuestras vidas, literalmente, no queríamos venganza. Y un par de semanas después cuando Zacharias Moussaoui fue acusado de 6 cargos de conspiración para cometer actos de terrorismo ante el pedido de pena de muerte del gobierno de EE.UU. para él, de ser culpable, mi esposo y yo hicimos pública nuestra oposición a eso. A través de eso, y de grupos de Derechos Humanos, nos pusimos en contacto con varias familias de otras víctimas.
Cuand vi a Aicha en los medios cuando su hijo fue acusado pensé: «¡Qué mujer valiente! Algún día, cuando esté más fuerte, quiero conocer a esa mujer». Todavía sentía un profundo dolor; sabía que no tenía las fuerzas. Sabía que la encontraría algún día, o que nos encontraríamos. Porque cuando las personas supieron que mi hijo era una víctima de inmediato recibí solidaridad. Pero cuando supieron de lo que se acusaba a su hijo ella no tuvo esa solidaridad. Pero su sufrimiento es igual al mío.
(Traductora) Aicha el-Wafi: Buenas tardes, señoras y señores. Soy la madre de Zacarías Moussaoui. Y le pedí a la organización de Derechos Humanos que me pusiera en contacto con los padres de las víctimas. Ellos me presentaron a 5 familias. Vi a Phyllis; yo la miraba. Ella era la única madre del grupo. Los otros eran hermanos, hermanas. Y vi en sus ojos que ella era una madre, como yo. Como madre sufrí mucho. Me casé a los 14 años. Perdí un hijo a los 15 años y un segundo hijo a los 16 años. Por eso la historia de Zacharias era demasiado, realmente. Y todavía sufro porque mi hijo es como si estuviera enterrado vivo. Sé que ella realmente llora por su hijo. Pero ella sabe dónde está él. Mi hijo, no sé dónde está. No sé si está vivo. No sé si lo torturaron. No sé qué pasó con él.
Por eso decidí contar mi historia para que mi sufrimiento sirva positivamente a otras mujeres. Todas las mujeres, las madres al dar vida, podemos devolver, podemos cambiar. Depende de nosotras, porque somos mujeres, porque amamos a nuestros hijos. Tenemos que estar mano a mano y hacer algo todas juntas. No es contra las mujeres es por nosotras, mujeres, por nuestros hijos. Yo hablo contra de la violencia, contra el terrorismo. Voy a las escuelas a hablarles a las chicas jóvenes musulmanas para que no acepten casarse muy jóvenes contra su voluntad. Si puedo salvar a una de las chicas jóvenes y evitar que se case y sufra lo que yo sufrí bueno, eso está bien. Es por eso que estoy frente a Uds.
PR: Me gustaría decir que he aprendido mucho de Aicha empezando por ese día que tuvimos nuestro primer encuentro con otros familiares -fue un encuentro muy privado, con gente de seguridad, porque era noviembre de 2002, y, francamente, temíamos el patriotismo excesivo de ese momento en el país- nosotros los miembros familiares. Pero estábamos todos muy nerviosos. ¿Por qué nos quería conocer? Ella estaba nerviosa. ¿Por qué queríamos conocerla? ¿Qué queríamos los unos de los otros? Antes de conocer nuestros nombres, o cualquier cosa, nos abrazamos y lloramos. Luego nos sentamos en círculo con asistencia, con ayuda, con gente experimentada en este tipo de reconciliaciones. Y Aicha empezó diciendo: «No sé si mi hijo es culpable o inocente, pero quiero decirles cuánto siento lo que les ha pasado a sus familias. Yo sé lo que es sufrir y siento que, si hay un crimen, alguien debería tener un juicio justo y ser castigado». Se acercó a nosotros de esa manera. Lo logró, debo decir, logró romper el hielo. Lo que sucedió fue que cada uno contó su historia y todos nos conectamos como seres humanos. Para el final de la tarde -unas tres horas después del almuerzo- era como si nos conociéramos desde siempre.
Y aprendí de ella que es una mujer, no sólo que puede ser tan generosa bajo las circunstancias actuales y las de entonces, y lo que le ocurrió a su hijo, sino la vida que ha tenido. Nunca había conocido a alguien con una vida tan difícil de una cultura y un entorno tan diferentes a los míos. Y siento que tenemos una conexión especial que aprecio mucho. Y creo que todo se trata de temer al otro pero dar ese paso y darse cuenta: «Oye, esto no era tan difícil. ¿A quién más puedo conocer que no conozco o que sea tan diferente de mí?»
(Traductora) AW: Quería decir que tenemos que tratar de conocer a otra gente, al otro. Uno tiene que ser generoso, tener el corazón generoso, la mente generosa. Uno debe ser tolerante. Uno tiene que luchar contra la violencia. Y espero que algún día vivamos todos juntos en paz y respetándonos unos a otros. Eso es lo que quería decir.