Abren los primeros centros de votación en elecciones generales de Nicaragua
Abren los primeros centros de votación en elecciones generales de Nicaragua (Foto: Efe) Credit: Efe

Una elección, cualquiera que esta sea, es un acto humano en el cual, por supuesto, la gente decide. Los procesos de decisión tienen mucho de racional, de pensamiento, también algo de motivación, de emoción, pero son distintos a los actos impulsivos. Elegir es un proceso complejo por la cantidad de factores psicológicos y sociales que intervienen.  Más, si se trata de decisiones colectivas, como una elección nacional.

Elegir es pensamiento y acción

Cuando se elige, se decide, ya sea sobre qué objeto adquirir, por quién votar en una elección de junta de condominio o autoridades nacionales, o, entre otras muchas escogencias en la vida, quién será nuestra pareja, aunque sea para bailar.

En primera instancia, una decisión es un proceso racional, de pensamiento, aunque en ella haya algo o mucho impulsivo, que no es muy pensado o no se ven las consecuencias de ese acto más allá de lo inmediato. Mientras esté en el pensamiento, la decisión es una intención, algo que se quiere hacer, pero sin que necesariamente se haga. 

Se asume que las decisiones, por ser resultado de nuestro pensamiento, son voluntarias y, aunque el acto no sea voluntario sino obligado, termina siendo una decisión propia el aceptar la voluntad de otro. Las decisiones para que sean tales, deben expresarse en una conducta, como qué comprar, pedirle a alguien matrimonio o votar (y por quién) en unas elecciones nacionales.

Elecciones Nacionales

Una elección, de cualquier tipo, pero ya a nivel social, como de quién nos represente o nos gobierne, es un proceso que ha sido promocionado como el ideal. Las elecciones son el fundamento del ejercicio de democrático. Elección y democracia se han hecho sinónimos.  Sin embargo, el elegir no es una patente de corso para asumir ese acto como democrático.  Se elige de muchas maneras y, parece, que no en todas se ejerce la democracia.

Toda elección, en este caso, nacional, de ahora y de antes, o por siempre, se realiza bajo un sistema electoral que es diseñado por instituciones, integradas por personas que difícilmente son imparciales.  Por tanto, desde el mismo diseño electoral se intenta que la voluntad del votante termine reducida a los intereses del sistema.  Eso no quiere decir que no tiene sentido participar en elecciones, sino por el contrario, mientras más gente vote, más se reduce el peso del sistema. Por eso, es determinante la motivación de quienes eligen.

Elecciones y motivación

Para votar voluntariamente es indispensable tener motivación para hacerlo. Es posible que haya votantes sin motivación y lo hagan en forma obligada por diversos motivos, pero estos suelen ser minoría en elecciones nacionales. En una elección realmente democrática la participación debería ser masiva y voluntaria.

En la motivación de quienes votan intervienen el conocimiento y el convencimiento sobre la importancia de votar y por quién hacerlo. Que haya opciones electorales que generen entusiasmo en el electorado es fundamental. También cuenta la confianza en el sistema electoral y, por supuesto, el cómo votar, pero ya eso es práctico, no motivacional. 

Muy poca gente es tonta en materia electoral. Mucha gente sabe que las promesas de los candidatos o candidatas serán incumplidas. Como una paradoja eso pudiera poco importar. Parece tener más fuerza electoral la identificación del elector con quien vota: ese candidato o candidata piensa como yo, me representa o, al menos, impedirá que quienes sean más distintos que yo, sean quienes gobiernen.

Pero hay gente que puede estar cansada de promesas incumplidas tanto del gobierno como de los grupos opositores, por lo que electoralmente, pudiera jugar a la balanza, votar en una elección por unos y en otra, por otros, o al azar. Vamos por este o estos, a ver.  Una elección es un acto de esperanza, pero también puede expresar las desesperanzas.

La desesperanza aprendida

Pocos gobiernos atienden las reales necesidades de la gente. A la mayoría de quienes aspiran a cargos de poder, le mueve más los intereses personales (desde el ego hasta intereses económicos) que los colectivos y cuando llegan al poder lo que suelen hacer es defender intereses de la minoría que representa. A veces tan minoritaria que son solo ellos, una familia o solo la dirigencia de su grupo político. Eso lo percibe la gente

Gran parte del electorado, en cualquier lugar del mundo, aunque en unas más que en otras, está decepcionado tanto de lo que dice el gobierno como los grupos opositores.  Se siente desamparado, incrédulo ante las promesas electorales.

El electorado puede sentir que su capacidad de incidencia real se ha reducido a casi nada, que haga lo que haga, vote por quien vote, siempre será igual. Sufre de lo que en psicología se llama el síndrome de la desesperanza aprendida y eso lo desactiva. 

Hay que actuar            

A pesar de las negativas condiciones de vida que prevalecen en gran parte del planeta, de las amenazas a la estabilidad adquirida en los países ricos y de las decepciones electorales, las elecciones siguen siendo el gran recurso para el cambio. Hasta ahora no se conocen otros recursos para escoger autoridades dentro de un sistema democrático.

Indudable que en el real ejercicio democrático una decisión respetable es no votar, pero hay que tener en cuenta que en los resultados electorales sólo cuentan los votos válidos. Votar nulo o que no existe, no cuenta para efecto de cómputos electorales. Se elige a quién saque mayoría de votos.

En todo caso, en toda elección cada quien decide qué hacer. Ya sea no votar, dejando “pasivamente” que otros decidan o “activamente”, es decir, votando. Amanecerá y veremos.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Mes del bigote

Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.