Uno de los sentimientos que a las personas y grupos les cuesta más soportar es el de fracaso. Nuestra cultura orienta hacia el éxito a través de diferentes valores. Las instituciones sociales, en particular, la familia, la escuela y los medios de comunicación definen las estrategias para alcanzar el éxito y evitar el fracaso. Tenemos miedo al fracaso por lo que implica, pero fracasar puede ayudarnos a crecer.
Miedo al fracaso
Fracasar es no cumplir con las expectativas que se tienen de uno como individuo o grupo. El fracaso implica sanciones personales y sociales. Por ello, la cultura genera compensaciones. No se gana, pero casi. Casi ganar también se considera positivo.
En las competencias solo hay dos opciones absolutas: ganar o perder. Luego del ganador o ganadora hay los matices o compensaciones; que sí medallas de plata, bronce, de lata y etcétera; que si la primera finalista, segunda finalista y miss simpatía y etcétera. Y, por supuesto, la secuencia de llegada, de votos o clasificación que va del primer al último lugar.
Importante es no hacerse ilusiones y pensar que, si se llega en los primeros lugares, que no es el primero, se ganó un poquito. Sí, se puede haber ganado algo, como experiencia, pero más enriquecedor suele ser el asumir la pérdida, aunque produzca miedo, duela.
Cuando se fracasa, la gente se siente mal, frustrada, golpeada en su autoestima. Se nos ha enseñado que el fracaso hay que evitarlo a todo dar y por ello evitamos reconocerlo aún cuando sea evidente. Da miedo fracasar, pero más, asumir que hemos fracasado.
Mecanismos psicológicos ante el fracaso
Ante lo insoportable del sentimiento de fracaso, las personas y los grupos suelen habilitar -inconscientemente- mecanismos de autodefensa que le ayuden a aliviar la sensación de fracaso, por lo general, cargada de rabia y dolor psicológico. Emociones que requieren ser descargadas por ser muy tóxicas, insoportables.
A través de los mecanismos de autodefensa las personas y grupos se inventan razones para justificar el fracaso y creen que son ciertas. Así evitan sentirse culpables, responsables de lo ocurrido, por tanto, lograr algo de tranquilidad para sí mismas
Entre los mecanismos de autodefensa más frecuentes están la racionalización, no importa no haber logrado la meta y se agrega una razón como “no era el momento, mejor después”; el desplazamiento, atribuir el fracaso a terceros ya sea un ser superior, como “Dios no lo quiso” o fueron otros quienes, por omisión u acción errada, produjeron el fracaso. También, en un caso extremo de defensa psicológica se puede producir la negación: eso no ha ocurrido, eso no fue así.
Fracaso y culpa
Al fracaso suele seguir la culpa. La persona o grupo se siente culpable cuando asume la responsabilidad en lo ocurrido. El sentimiento de culpa también es difícil de soportar a no ser que se tengan rasgos de psicopatía, lo cual niega toda posibilidad de culpa o responsabilidad o arrepentimiento en lo hecho.
Ante un fracaso en asuntos públicos, los responsables suelen eximir su responsabilidad, lo contrario a lo que, usualmente, la gente afectada exige. Pocos dirigentes políticos tienen la valentía y honestidad de aceptar el fracaso. En culturas orientales la aceptación del fracaso o haber hecho algo que afecta a terceros, puede ir acompañada del suicidio – el hara kiri – como autocastigo. Por el contrario, en las sociedades occidentales los responsables de grandes fraudes económicos, políticos o sociales, simplemente, suelen negar sus responsabilidades.
Mea culpa
Asumir el fracaso y la responsabilidad que hay en ello -el mea culpa– es un avance fundamental para aplicar aquello de que “del fracaso también se aprende”. Algo que pudiera ayudar en el análisis es que no se hable de culpa, un término muy cargado de emoción, de pecado, de castigo. Tanto que da miedo. Se podría, entonces, hablar de responsabilidades, algo más racional.
A la asunción del fracaso sigue el análisis -de nuevo, en el plano racional- considerando qué pasó, hacerlo con la mayor amplitud posible y sin que el objetivo sea conseguir culpables, sino, quién incumplió con sus responsabilidades o lo hizo inadecuadamente, se equivocó De ese análisis se obtendrán conocimientos que permitirán, rectificar y avanzar.
Analizar el fracaso no es fácil, puede golpear mucho. Ese análisis produce temor, pero, si se logra superar la emoción es una rica fuente de aprendizaje.
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