Para el avezado periodista español de investigación Mariano Sánchez Soler, el trabajo de los consorcios de periodistas como los que presentaron los Papeles de Panamá, representa un aire nuevo para la práctica del periodismo en un momento de gran control por parte de los grandes grupos multimedia, donde la información está totalmente mediatizada por intereses empresariales.

–Es significativo –dice Sánchez Soler– que no dependan de medios de comunicación, sino que se trate de entidades formadas mayoritariamente por periodistas independientes, asociados entre sí, que después venden la información a los medios interesados. Funcionan en la práctica como una agencia de noticias internacional.

Considera Sánchez que las redes sociales han revolucionado la práctica periodística y han posibilitado la existencia de esos equipos nacidos después de que, hace un par de décadas, se montaran a escala internacional asociaciones como el IRE (Investigative Reporters and Editors), que se formó con periodistas de investigación de su generación, en Estados Unidos, México, algunos países de América Latina y media docena de periodistas españoles.

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Del Patio de Monipodio a Poisonville

La trama Gürtel, la Operación Púnica, el proceso Bárcenas, estos casos con nombres semejantes a títulos de novelas policiales o de espionaje, son la evidencia de la debacle de corrupción en que se halla sumida España en este momento y una de las razones por las cuales a los partidos políticos, inmersos en un sinfin de acusaciones mutuas, les ha sido imposible hasta el momento ponerse de acuerdo para formar gobierno.

Para Sánchez Soler, con quien conversamos en su casa de Alicante, las razones de toda esta situación anclan en el pasado reciente de España, durante la dictadura de Franco (1939-1975) e incluso antes, durante la guerra civil (1936-39) donde, a su juicio, se ha creado una cultura política en la que la corrupción se tolera y, en algunos casos, incluso se favorece.

Según el entrevistado, la dictadura franquista era una especie de Patio de Monipodio, referencia literaria a la novela de Cervantes Rinconete y Cortadillo, en la que aparece un sitio donde se reunían todos los ladrones y truhanes del pueblo para planear sus fechorías. O Poisonville, la ciudad donde se escenifica Cosecha Roja, acaso la novela negra más importante de Dashiell Hammett porque –hay que advertirlo– Mariano también es un destacado autor en este género policial.

–La ideología del régimen franquista era muy siemple: nadie que tenga los bolsillos llenos va a conspirar contra él. Las leyes eran muy laxas en ese sentido, no castigaban figuras que hoy se consideran delito como el tráfico de influencias. La corrupción sociológicamente nace en la posguerra, antes había también pero se generaliza el estraperlo por el cual los grandes prebostes podían hacer la gran corrupción. Y luego la gente para sobrevivir hacía trapicheos en el mercado negro: revendían cosas, hacían trampas, para poder comer.

Durante la posguerra española el estraperlo era el equivalente al bachaqueo en la Venezuela de hoy: en situaciones de escasez la gente sobrevive haciendo pequeños negocios –el trapicheo a que se refiere el periodista–, por ejemplo comprar alimentos a precios regulados para después revenderlos a mucho mayor precio, en pocas palabras el mercado negro de productos racionados, consecuencia directa de las políticas económicas (o la falta de ellas) del gobierno de Maduro.

En los años 60 España empieza a cambiar debido al desarrollismo, el plan de estabilización económica, el ingreso de las multinacionales, la salida masiva de emigrantes para que traigan divisas, se crean polos industriales, la gente emigra del campo a las ciudades, y empieza la industria turística. El ingreso de “dinero rápido”, ocasiona corrupción, y el gobierno lo permite.

–Todos esos ingredientes crean tolerancia a la corrupción. Soy consciente de que esa cultura está arraigada hasta el punto de que ha ido cambiando leyes a medida que han ido estallando escándalos. El país viene de esa movida, los mayores de cincuenta años hemos vivido todo ese tema de la cultura de la tolerancia.

La forja de un periodista

En 1971 llega a Madrid un joven de 17 años procedente de Alicante, pequeña ciudad a orillas del Mediterráneo. En su maleta trae una infancia olorosa a tinta de imprenta ya que su padre y sus tíos trabajaban en los talleres del diario Información, un gran amor por la lectura, varias crónicas publicadas en revistas de provincia y muchas ganas de transformar el mundo.

La Universidad Complutense permite a Mariano Sánchez conectarse con la realidad política y el activismo de izquierdas. La Facultad era un hervidero de ideas, polémicas y de trabajo político clandestino. Las manifestaciones eran tipo “comando”: los militantes llegaban, voceaban consignas, lanzaban volantes y desaparecían porque en cualquier momento irrumpían los grises –las fuerzas franquistas del orden– disparando sin contemplación.

El asesinato por un grupo fascista de Yolanda, una militante trotskista, lo lanza a la novela negra. Así publica en 1989 Carne Fresca. Después vendrían, entre otras, Festín de tiburones (1990), Para matar (1996), Alacant Blues (2001), Lejos de Orán (2003), Grupo antiatracos (2006), La brújula de Ceilán (2007), Nuestra propia sangre (2009) y El asesinato de los marqueses de Urbina (2013), con la que ganó el premio internacional de Novela Negra L’H Confidencial.

Una vez graduado, comienza a trabajar en 1980 en la sección de Tribunales de El Periódico de Barcelona por una casualidad, ya que el titular se presentó al servicio militar. Le tocaba cubrir Audiencia Nacional, Tribunal Supremo y la Audiencia Provincial de Madrid. Por ahí pasaba todo: los procesos a etarras, delitos económicos como el caso Rumasa, terrorismos de extrema derecha, y le posibilitó como periodista un amplio manejo de las fuentes: abogados que llevaban los casos, jueces, funcionarios, policías.

–Todo eso generó mi base como periodista. Había muchos casos de corrupción que se destaparon en la transición, había casos de evasión de capitales montados por diplomáticos del régimen, vinculado a algún militar argentino, era una trama internacional. Todo fue determinando que los temas predominantes a tratar fuesen la corrupción y la violencia política.

Corrupción y democracia

Cuando el PSOE gana las elecciones en el 82 formalmente se legaliza la transición y es cuando empieza el periodismo de investigación. Grandes periódicos como El país, La Vanguardia o Diario 16, montan equipos de investigación que reportan directamente a los directores. Sánchez Soler trabaja junto con Jordi Gordon en la revista Tiempo. Se trataba de emular a Woodward y Bernstein, los periodistas del Washington Post que destaparon el Caso Watergate. La realidad política española ofrecía material de sobra. Sin embargo, se soslayaba el tema de la corrupción.

–Como tenemos que desmontar el tinglado franquista –dice Sánchez que se pensaba– no vamos a meternos con los negocios que tiene en Guinea este dirigente de UCD (Unión de Centro Democrático, el partido de la transición); se saca pero no jalamos más, eso queda ahí. Lo prioritario es lo otro: el golpismo militar estaba a la orden del día, los asesinatos politicos, los paquetes bombas, y mientras tanto se estaba discutiendo la Constitución y reformando la judicatura, la policía, el ejército, el código de justicia militar heredado del franquismo que permitía hasta el año 89 hacer consejos de guerra.

En la década de los 90 se da un cambio en el modelo de negocio informativo y en la forma de ejercer el periodismo debido a la irrupción del periodismo digital. La red de intereses comerciales se entrecruza con la política, el tema de la corrupción se deja fuera del debate.

Los equipos de investigación comienzan a resultar incómodos para los nuevos dueños de los medios de comunicación porque tú no podías sacar un chanchullo de un banco que te estaba dando los avales. Ya no les interesaba, entonces mandaron a los periodistas a otros sitios. A mí por ejemplo me hicieron jefe de Nacional para hundirme. Liquidaron el periodismo de investigación entendido como un equipo que investiga casos y que nunca cuenta de qué va hasta que lo tiene publicado en portada. Cesaron los equipos pero hubo periodistas que se dedicaron a escribir libros por su cuenta.

Sánchez Soler es autor de libros de periodismo investigativo como Los crímenes de la democracia (1989), Descenso a los fascismos (1998), Ricos por la patria (2001), Las sotanas del PP. El pacto entre la iglesia y la derecha española (2002), Negocios privados con dinero público (2003), Los banqueros de Franco. (Madrid, 2005), Baltasar Garzón: tigre de papel. (2006), Ricos por la guerra de España (2007), La transición sangrienta: una historia violenta del proceso democrático en España 1975-1983 (2010).

–¿Si abordaras un nuevo trabajo de investigación cuál sería?

–La corrupción política del PP (Partido Popular) es la clave. Es la primera vez que se ve una corrupción total, absoluta, vinculada a un partido político. Han estado diez, quince, veinte años haciendo lo que les ha dado la gana, poniendo jueces afines en lugares claves, desmontando al fiscal anticorrupción o poniendo en su lugar a alguien no demasiado aventurero y han tenido impunidad absoluta con el manejo del dinero público. Han ganado con el boom de la construcción muchísimo “dinero en B”, o sea ingresos no declarados a Hacienda (B es la inicial de Luis Bárcenas, el ex tesorero del PP, actualmente imputado, quien fuera designado por Mariano Rajoy). Estamos hablando de una corrupción generalizada en todos los estamentos. Y si vas a las ciudades, ves lo correspondiente en pequeño. Eso daría para una enciclopedia.

–¿No echas de menos el viejo estilo de hacer periodismo?

–No tengo nostalgia ninguna. Esa forma de trabajar que me posibilitó hacer esos libros ha desaparecido.

Lo que no desaparece, afortunadamente, son las ganas de escribir. Mariano Sánchez Soler lo demuestra con la publicación de su nuevo poemario Desprendimiento (2015).

Escritor, periodista y profesor universitario. Autor de novelas, libros de cuentos y guiones de cine. Ganador del premio de cuentos Juan Rulfo-Semana Negra de Gijón.

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