Es verdaderamente preocupante lo que está ocurriendo en Ucrania con un incremento notable de la escalada diplomática y militar. Es una región del mundo con extrema sensibilidad geopolítica y que desde hace algunos años, ha sido centro de la disputa entre la Unión Europea, EEUU y  Rusia. Ahora con el ingrediente adicional de la extensión de la influencia de Pekín en términos globales y su potenciada alianza con Moscú, tenemos una situación en extremo delicada, tanto que ya genera repercusiones hasta en América Latina, incluyendo a Venezuela por las relaciones de cooperación que Rusia y China, desde hace algunos años, han venido consolidando en gobiernos de la región.

Putin siempre ha manifestado su preocupación pública porque el gobierno de Ucrania se ha acercado comercialmente a Occidente y teme que pueda ser país pivot de la OTAN, muy cerca de sus fronteras. Ha sido receloso de seguir controlando un país que se independizó de la antigua Unión Soviética y trató de marcar paso para depender menos de la Federación Rusa y vincularse más con Europa y el resto del mundo. Ha habido incidentes militares graves, la anexión de Crimea y muchas escaramuzas con un número importante de víctimas mortales para reafirmar la importancia de esta región en el tablero geopolítico global.

Hoy, nuevamente se exacerba el conflicto ucraniano pero con unas dimensiones mucho más preocupantes: el nuevo rol chino como superpotencia global. La llamada “ruta de la seda” es mucho más que una serie de proyectos que facilitan la expansión del comercio de los productos de este gigante asiático, se trata de una configuración de una estructura de influencia geopolítica y geoestratégica alrededor del mundo, que busca consolidar este rol de superpotencia global. Y el eje Pekín-Moscú sirve fundamentalmente a esos objetivos. Y en ese escenario global, la Unión Europea luce descoordinada, dividida, sin un centro de gravedad que la amalgame en sus jugadas geopolíticas. Seguramente la transición de gobierno en Alemania, junto a otros factores ha incidido en esto. Pero, la situación interna de EEUU con la aparición de una polarización creciente promovida por el expresidente Trump y su paso por la primera magistratura norteamericana -que debilitó las alianzas de esa nación con muchos países de Occidente, incluida la Unión Europea- también ha sido un elemento de peso en esta lucha por la aparición de un nuevo orden mundial que no termina de engranar y pudiera exacerbar los conflictos globales.

El mundo no termina de ajustarse en un  nuevo orden. Lo de Ucrania con repercusiones en Latinoamérica es una muestra de ello. La historia nos ha demostrado hasta la saciedad que cuando ello ocurre, las consecuencias son extremadamente lamentables. La Primera y la Segunda Guerra Mundial son dos tristes y dramáticos ejemplos de la incapacidad de respuestas globales a problemas nacionales, económicos, geopolíticos o geoestratégicos  y culturales.

Actualmente, las estructuras del orden mundial están siendo rebasadas por las nuevas realidades y no hay cambios importantes que permitan asimilar este nuevo tipo de conflictos. Esperemos por el bien de la humanidad que la sindéresis prive por encima de las imbecilidades de cierto tipo de liderazgo, que solo se limita a garantizar sus propios intereses.

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Politólogo con especialización en gerencia social. Actualmente es el coordinador general del Centro Gumilla en el Estado Lara. Profesor universitario de pre y postgrado. Analista político y de tendencias...