En los últimos días, se han descongelado varios asuntos políticos pendientes, lo cual ha despejado varias incógnitas, pero al mismo tiempo han surgido otras no menos complejas. Empecemos despejando y luego complejizando.

En primer lugar, es una buena nueva que los sectores opositores se hayan convencido de la necesidad de celebrar unas elecciones primarias en el 2023, para definir al candidato presidencial de las elecciones del 2024. Asimismo, otra buena noticia implícita es que volvemos a creer en el voto como instrumento para el ansiado cambio político, es decir, retomamos la ruta electoral (de donde nunca debimos salir).

En el mismo orden de ideas, nos enteramos de que el gobierno de los Estados Unidos ha flexibilizado algunas sanciones económicas con la mira puesta en intentar reactivar las mesas de negociaciones en México (paralizadas desde octubre 2021). En la búsqueda de generar confianza entre las partes e intentar sumar alternativas para la redemocratización venezolana, esto puedo ser un aliciente efectivo.

Ahora bien, evaluemos lo complejo hacia adelante. Con respecto a las primarias presidenciales del 2023, para nadie es un secreto que la oposición está enredada con dos visiones para generar el cambio político, y estos son los primeros nudos que se deben desenredar: ¿El ganador tendrá derecho a imponer su visión o tendrá límites? ¿El ganador tendrá la obligación de firmar mínimos comunes, una sola estrategia consensuada o, por el contrario, tendrá rienda suelta? ¿Se trabaja en la construcción de un mecanismo que permita dirimir eventuales diferencias internas? ¿La plataforma unitaria está por encima o tiene mayor relevancia que el candidato? ¿Hay exclusión para algunos candidatos o será realmente abierta y plural? Todas estas son preguntas que deben ser resueltas para no sufrir nuevas frustraciones y profundizar divisiones. Ojalá que el reglamento —que se publicará próximamente— nos ayude a resolver estas dudas.

En relación con los cambios de las políticas sancionatorias, aún no se sabe los alcances de las últimas decisiones (más allá de la extensión de la licencia de operaciones de Chevron y la eliminación de las sanciones en contra del sobrino de Nicolás Maduro), por lo tanto, es una historia en desarrollo y no podemos medir su efectividad, por lo pronto. Sin embargo, hay preguntas incómodas, por ejemplo: ¿Cuál será el plazo que esperará Estados Unidos para que se retomen las negociaciones? ¿Se mantendrá el mismo esquema o se negociaron algunos cambios? ¿Se reanudará con los mismos actores o se cambian las cartas?

Preguntas espinosas que necesitan respuestas sin ambigüedades. De cualquier manera, las fuerzas opositoras deben responder lo más obvio: en qué creen, cuando dicen que creen o, más simple, para dónde va, cuando dicen que van.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Anhelar a la unidad: partidos políticos y sociedad civil

Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.