El tiempo es lo único que es propio de cada ser humano. Cada individuo tiene en el tiempo la vida. El tiempo es la materia de la cual está hecho el hombre. Por eso se dice que el tiempo es lo más caro que se tiene. Sin embargo, tan trascedente verdad engendra algunos problemas.
La dinámica actual se ha adueñado del tiempo con tal dureza y crudeza, que constriñe la construcción de una vida proactiva. Sobre este punto, las redes sociales han intervenido de forma variopinta al tiempo que han facilitado la interacción, pero también han generado problemas sobre las interpretaciones.
Haberse valido de las redes sociales no sólo embrollaron sentimientos, sino también enrollaron sandeces, antojos, presunciones, y todas esas determinaciones que hacen del ocio una pérdida de tiempo. Por ahí se complican las cosas que ocupan el tiempo, cuando el ocio se convierte en instrumento de inspiración para las tecnologías de la información y comunicación.
En la actualidad, el concepto de modernidad tardía se presta para que las tecnologías de la información y comunicación manipulen al hombre en función de intereses infortunados.
El problema por dentro
Esas tendencias que se imponen en las redes sociales son contrarias a lo que ha buscado exhortar la cultura y la educación. La información viral encierra problemas que tienden a invertir la escala de valores que, históricamente, sirvió a la sociedad para definir canales de superación y desarrollo social. Esta realidad, de profusa plasticidad, gana adictos a estas aplicaciones que viven encaprichados en alcanzar un estatus social sin ningún fundamento de peso. Salvo por el dinero que puede recabar con representaciones que divierten, pero que no enseñan pues en sus guiones, no hay nada o algo que pueda calificarse de enseñanza.
Este problema no ha dejado ver la crisis social y cultural que están incitando las redes sociales. La distorsión de la realidad que las redes sociales provoca es de groseras proporciones, pues pareciera que llegaron para inducir confusiones peligrosas entre las realidades y las fantasías.
Aunque lo peor no es tanto esta enorme brecha entre verdades y falsedades, sino la capacidad de causar más y riesgosas frustraciones en la juventud actual toda vez que le impone restricciones a la libertad, al emprendimiento y a las realidades. Acaso podría decirse que los efectos de estas aplicaciones seductoras han estado instigando ¿otra pandemia?
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