El tres veces campeón peso pesado y leyenda del boxeo Muhammad Ali falleció en Phoenix, Arizona, tras haber sido hospitalizado por problemas respiratorios. El pugilista sufría mal de Parkinson desde hace 32 años y conmovió al mundo cuando, visiblemente afectado, encendió el pebetero de los juegos olímpicos de Atlanta 1996. Esa es la imagen que millones recuerdan del otrora Cassius Clay, nombre que abandonó tras convertirse al islam en 1960, año en que ganó la medalla de oro en los Olímpicos.
La polémica lo acompañó a lo largo de su vida por su característica forma de intimidar a sus oponentes antes de subir al ring, por su conversión al islam, por rehusarse a participar en la Guerra de Vietnam, lo que le valió una condena de 5 años de prisión que luego le fue revocada. Estuvo varios años alejado del ring y su retorno fue para pelear contra Jerry Quarry y lo hizo, a pesar de tener una costilla rota.
En 1971 protagonizó la llamada “pelea del siglo” junto con Joe Frazier —en Nueva York— y perdió por primera vez como profesional. Diez años después, en Bahamas, perdió su última pelea profesional contra Trevor Berbick.
Sus combates fueron épicos: “El Rugido de la selva” en Congo, en 1974, contra George Foreman; y el llamado “Thrilla in Manila” contra Joe Frazier en 1975.
Este icono norteamericano despertaba emociones sin medias tinta. Medio mundo lo amaba y el otro medio lo detestaba. Cassius Clay nació en Lousville (Kentucky) en 1942. Padeció la segregación racial de la época y su personalidad alcanzó ribetes que le hacían proclamar sin pudor “soy el rey del mundo”, “soy el mejor”.
En sus últimos años manifestó su voluntad de mantenerse funcional y hacía juegos de trucos con las manos, quizás para espantar las secuelas del Parkinson. Muhammad Ali combatió la última de sus batallas hasta los 74 años de edad. El mundo está de duelo por su fallecimiento.