En marzo de 2020 comenzó una pesadilla mundial que cada quien sufrió a su manera. De repente los gobiernos del mundo ordenan a todos los ciudadanos a «quedarse en casa». No fue una sugerencia sino una orden impositiva. Si sales, puedes morir.
A partir de marzo del 2020 y por unos meses, el mundo casi se paralizó. Al menos, las calles se vaciaron. La inmensa mayoría de la gente se quedó en casa, confinada.
El confinamiento fue una experiencia en la cual la sociedad contemporánea, tan orgullosa de su dinamismo, tuvo que bajar la marcha hasta casi paralizarse y cada uno de nosotros vivió a su manera esa ingrata experiencia, de la cual, sin duda, aprendimos sobre nosotros, los demás y de la sociedad. Revivamos, un poquito, esa experiencia.
Sorpresa y miedo
Las primeras noticias sobre lo que después conocimos como la pandemia del covid, decían que en algunos países la gente estaba enfermando con una afección respiratoria altamente contagiosa y que mucha de ella, moría. El coronavirus Sars-Cov-2, un virus poco conocido, estaba haciendo estragos.
En marzo del 2020 comenzó a sembrarse el miedo colectivo en el mundo. El miedo puede ser paralizante y, a partir de esa fecha y, por unos meses, lo fue.
A la sorpresa por lo que estaba ocurriendo, siguió una breve fase de incredulidad pero las cifras de los boletines oficiales, cada día, en todos los países, anunciaban más contagios, más muertes. La situación era grave y los indicadores decían que sería peor. Más miedo.
Cuando la Organización Mundial de la Salud habló de pandemia, algo más grave que una epidemia, el miedo se entronizó a nivel colectivo. Se decretó el confinamiento y comenzó una nueva e inédita experiencia en nuestras vidas, a nivel social y particular.
El confinamiento
El anuncio de la pandemia y la exigencia de la OMS a los gobiernos que decretaran un confinamiento colectivo fue casi simultáneo, en marzo de 2020.
El confinamiento fue, quizás, a nivel colectivo e individual, la etapa más cruenta de la pandemia del covid. Durante meses perdimos la libertad de desplazamiento, quedamos presos en casa, y ello nos obligó a alterar los hábitos cotidianos, la convivencia en familia, con la comunidad, con otras instituciones.
Durante el confinamiento todo fue distinto a como era. Se puso a prueba nuestra creatividad y capacidad de adaptación, como persona y como grupo. Los planes individuales y colectivos se alteraron. Que solamente salieran de casa unos pocos, los que por sus responsabilidades tenían que ayudar a quienes lo necesitaban o quienes tenían que resolver necesidades puntuales, nos hizo sentir presos, impotentes.
A partir de marzo de 2020, nos quedamos en casa por unos cuantos meses, descontrolados, sin saber hasta cuándo, ni qué hacer. Empezamos a vivir en incertidumbre y con ella, desequilibrados.
La incertidumbre
La incertidumbre es uno de los sentimientos que más pueden generar angustia. Lo incierto nos hace perder el rumbo, no sabemos cómo y hacia dónde dirigirnos. Mucho menos, dónde y cuándo llegaremos.
En marzo del 2020, perdimos rumbo a nivel mundial, nacional, personal. ¿Qué pasará?, ¿qué hacer hoy, mañana?, se hicieron interrogantes diarias. Pero, junto a la incertidumbre surgieron algunas convicciones.
Lo que el confinamiento nos dejó
A pesar de todos los avances tecnológicos, de vivir en una sociedad moderna, la pandemia del covid nos evidenció que somos altamente vulnerables como especie. Además de ser vulnerables ante cataclismos naturales que nos hacen sentir impotentes, hay accidentes biológicos, como una pandemia, que nos pueden torcer la vida o llevársela.
Durante el confinamiento, surgieron nuevas formas de relación con nosotros mismos y con los demás. Aprendimos a vivir aislados y también nuevas formas de convivencia. Los encuentros virtuales sustituyeron a los reales. El abrazo, el calor humano se hicieron extraños, distantes. ¿Quedamos así? El teletrabajo, la teleatención se entronizaron. ¿Nos hicimos más solos, a pesar de la añoranza por la compañía?, ¿nos descubrimos más egoístas o solidarios? Esas son unas de las respuestas pendientes, entre las muchas, a nivel social.
A partir del confinamiento, los cambios individuales fueron tantos como sobrevivientes hay. Alguna gente salió más debilitada, otra más fortalecida. Por ello, es necesario la reflexión.
A ti, en lo personal ¿qué aprendizajes te dejó el confinamiento?
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