“Sensual”. “Sexy” .”La más bella”. “La más exótica”. “Provocativa.” “La que enciende los juegos”. “La atleta más sexy de Río”. Así es como algunos medios venezolanos y de nuestro continente se refirieron a atletas mujeres durante los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Para algunos periodistas y medios de comunicación, pareciera que las deportistas que participaron allí lo hicieron gracias a su belleza o para “deleitar” a la audiencia masculina, conforme a la invitación extendida por la cuenta de Twitter del diario El Nacional al referirse a las representantes brasileñas de nado sincronizado, hermanas gemelas Bia y Branca Feres. Para otros, las mujeres deben sus triunfos no a su esfuerzo personal, sino a un padre, un esposo, un novio o un entrenador.
No sólo es más importante su apariencia física y sus relaciones personales, sino que la versión femenina de numerosas disciplinas recibe menos cobertura, sin importar el medio (radio, prensa escrita, TV o medios digitales). Así, las mujeres en el deporte no cuentan para mucho y sólo son tomadas en cuenta para resaltar algún aspecto de su apariencia o de su carácter, y lograr rating y clics en el camino.
En un estudio del Cambridge University Press se analizaron 160 millones de palabras escritas y habladas en medios de comunicación en el idioma inglés, encontrando que, en el contexto deportivo, se habla casi tres veces más de hombres que de mujeres.
Según este estudio, la combinación de palabras usadas en relación a mujeres atletas son “edad,” “mayor,” “embarazada,” “casada,” o “soltera,” mientras que en el caso de los hombres se utilizan con frecuencia descripciones como “el más rápido,” “fuerte,” “grande,” “real,” o “grandioso,” términos que suelen estar presentes al hablar de atletas como Usain Bolt. Y esto fue antes de Río 2016.
En esta edición de los Juegos los ejemplos del sexismo en la cobertura deportiva abundan. El Huffington Post hizo una recopilación de 9 momentos sexistas en la prensa de los Estados Unidos donde se observa un tweet del diario Chicago Tribune, en el cual la estadounidense ganadora de medalla de bronce en tiro, Corey Cogdell, es presentada simplemente como la “esposa de” un famoso jugador del equipo de fútbol americano Chicago Bears, sin mencionar su nombre ni la disciplina en la cual ganó.
También se incluye el momento en el cual un comentarista de la cadena NBC insiste en que el artífice del triunfo de la nadadora húngara Katinka Hosszú –quien ganó 3 medallas de oro, una de plata y rompió el record mundial y el récord olímpico en los 400 metros combinados individuales– era su esposo y entrenador.
En nuestra región, dos organizaciones de la sociedad civil en Argentina se unieron para crear el Observatorio de Género de los Juegos Olímpicos de Río 2016, el cual contó con voluntarios/as de distintos países, incluyendo México, Perú y Venezuela, y se dedicó a dar seguimiento a expresiones sexistas en medio de la cobertura de los juegos. Solamente en la primera semana se recibieron 130 denuncias de 52 medios, y en la segunda 179 denuncias correspondientes a 73 medios.
Algunos de los casos reportados han sido cómo las referencias a los atributos físicos de las atletas fueron frecuentes en los portales y redes sociales de algunos medios de comunicación venezolanos. El Nacional y Ovación Deportes dedicaron su atención a la controversia en torno a la clavadista brasileña Ingrid de Oliveria, quien fue expulsada de los juegos por un supuesto escándalo sexual.
Los titulares nunca dieron cuenta de que el hombre con quien sostuvo relaciones sexuales era también un atleta y, como ella, fue expulsado de los juegos. Otro caso es cómo en Argentina las redes sociales de algunos medios hablaron y presentaron fotos de la pesista canadiense Isabel Lahela, señalando que “levantaría la temperatura en Río” gracias a su “cuerpo trabajado,” sin percatarse de que la atleta no llegó a participar en los Juegos.
Mientras que en España, el diario deportivo AS tituló una nota sobre la medallista de oro Carolina Marín así: “Rivas, el hombre que convirtió en oro las rabietas de Carolina.” En el artículo, el periodista Alberto Martínez no sólo da prácticamente todo el crédito del triunfo de Marín en bádminton a su entrenador, sino que alimenta los estereotipos sobre la inferioridad de las mujeres. Señala la nota:
“(…) Carolina Marín es otra chica de oro, con talento y habilidades para el deporte, que además cuenta con un entrenador ambicioso, meticuloso y gurú, que es capaz de sacar lo mejor de su deportista. (…) esta figura es Fernando Rivas, que saboreó una medalla ‘para toda la vida.’”
Es decir, la medalla es de Rivas, no de Marín. Y podemos inferir que sin él, pues ella no hubiese llegado muy lejos. La nota, que cita en todo momento al entrenador pero no a la medallista olímpica, agrega que
“Otro de los factores clave es el análisis de los rivales. (…) ‘Ella estaba demasiado eufórica, pero ir con ventaja es un arma de doble filo,’ relató Rivas, ante una rival con la fuerza casi de un chico. ‘Le fue bien a Carolina entrenarse con hombres. Era lo mismo.’”
Conclusión: las mujeres no son tan fuertes como los hombres. Y las mujeres tienen éxito cuando hacen las cosas con hombres y como hombres.
El sexismo en la cobertura deportiva es sólo un síntoma de un tema más amplio y relevante como lo es la posición social de la mujer. Las mujeres seguimos siendo percibidas como seres menores en numerosos aspectos (fuerza física es sólo uno), y se nos sigue asociando a ciertas labores y áreas de la vida como el hogar, la familia, la crianza y el cuidado – no al ámbito deportivo.
Las expectativas sociales en torno a las mujeres es que seamos discretas, sutiles y delicadas, no competitivas, asertivas y fuertes. Adicionalmente, la mujer objeto, valorada sólo en función a sus atributos físicos, sigue siendo un estereotipo profundamente arraigado en las sociedades occidentales, difundido ampliamente a través de los medios de comunicación y la publicidad.
De manera que la cobertura durante los Juegos Olímpicos de Río 2016 es apenas un termómetro que nos habla de esta realidad. Se trata de un asunto de naturaleza estructural, que requiere de cambios en los patrones culturales a fin de que las mujeres seamos percibidas conforme a nuestras capacidades y desempeño, y no conforme a estereotipos tradicionales de género tales como ama de casa, madre, esposa, símbolo sexual o “miss”.
Las mujeres deportistas se esfuerzan tanto como sus contrapartes hombres y son capaces de hazañas memorables gracias a su voluntad y trabajo. Va siendo hora de que los medios de comunicación lo entiendan así. Como titula el Huffington Post en su nota, estas atletas son grandes (¡y punto!).