A las 3:30 de la tarde de un domingo electoral, Thais Ramírez, médica de 47 años y madre de dos adolescentes, se sentó junto a su esposo frente al centro de votación Miguel Antonio Caro en Catia, desde donde observaba lo que pasaba en el popular liceo mientras descansaba del peso de las bolsas del mercado. Para votar debía ir hasta Guarenas, donde está su centro electoral, y, contó, el gasto del pasaje no se justificaba frente a la necesidad de comprar alimentos, lo que la llevó a decidir no participar convencida, además, de que su voto sería un esfuerzo «perdido» como el 28 de julio de 2024.
Los alrededores del Miguel Antonio Caro, uno de los centros electorales más emblemáticos de Catia, lucían tranquilos, como un domingo cualquiera. El comercio operó con normalidad y los ciudadanos hacían sus compras. Las listas del Consejo Nacional Electoral (CNE), dispuestas para que los electores ubicaran sus mesas, apenas registraban actividad; solo una persona buscaba su número de cédula para sufragar.
«En realidad no quise votar por lo ocurrido el 28 de julio, cuando nos robaron las elecciones», afirma Ramírez.

La médica expresó su impotencia ante su precaria situación económica, a pesar de su profesión, y lamentó que en las elecciones presidenciales de 2024 «la gente decidió por un cambio y no se respetó».
Tiene sentimientos encontrados, pues hace justo un año votó con la esperanza de una transformación que no se materializó. «Yo sé que votar es importante, pero aquí ellos (los oficialistas) hacen lo que quieran y pondrán a ganar a quienes ellos quieran», dijo.
La misma poca afluencia de electores se observó en la parroquia La Candelaria. Pasadas las cuatro de la tarde, el liceo Andrés Bello, considerado el centro de votación más grande de la capital, estaba desierto. Apenas una persona buscaba su nombre en la lista para ejercer su derecho al sufragio. En los alrededores, la presencia de funcionarios de seguridad y militantes políticos superaba ampliamente la de los electores.

Los centros electorales que Efecto Cocuyo recorrió en el municipio Libertador (Catia y La Candelaria), durante la tarde de este domingo 27 de julio, lucían solos. Mientras tanto, los ciudadanos disfrutaban de sus actividades cotidianas en plazas, centros comerciales y calles.
«¿Por quién iba a votar uno aquí, si ni siquiera teníamos candidatos?», se preguntó un motorizado, que se encontraba estacionado frente a una panadería cercana al liceo Andrés Bello. La reelección de Carmen Meléndez como alcaldesa de Caracas se percibía como inevitable ante la ausencia de un candidato único que pudiera competir.
Esta falta de opciones fue también una de las razones para la abstención de Samuel Pantoja, un joven de 30 años, oriundo de Catia. A su juicio, en estos comicios el chavismo estaba compitiendo solo.
«Yo siempre he votado incluso cuando la oposición ha decidido no participar, pero esta vez no tengo por quién votar. No conozco a los candidatos más allá de la oficialista, tampoco los vi en campaña y mucho menos conozco sus proyectos», señaló Pantoja.

El reto de la oposición en sus bastiones
En la Gran Caracas, los candidatos opositores que gobiernan las alcaldías de El Hatillo, Baruta y Chacao —municipios considerados bastiones de la oposición donde el chavismo jamás ha logrado imponerse— se enfrentaban a un gran reto: convencer a sus vecinos de sufragar para no “ceder los espacios”.
A pesar de este llamado la soledad fue una de las grandes protagonistas de la jornada en los centros de votación que fueron recorridos.
En Baruta, donde Darwin González esperaba reelegirse, el colegio Santo Tomás de Villanueva a las 4:30 de la tarde no mostraba filas de electores. Afuera, una mujer dijo que esperaba a su esposo que estaba votando, pues, a pesar de la situación, “no hay que entregarle el municipio al chavismo”. La mujer, quien no quiso ser identificada por temor a represalias, afirmó haber ejercido su voto más temprano y expresó su esperanza de que la alcaldía siguiera en manos de la oposición, si bien la desolación del centro la tenía nerviosa.

En Chacao, la situación no fue distinta, con la diferencia de que la afluencia de electores se notó ligeramente más que en otros sectores de la capital. Un ejemplo de esto fue el señor Claudio Guzmán, de 86 años, quien estaba sentado en uno de los bancos de la plaza Bolívar del municipio a las 5:53 pm, a la espera del cierre del centro de votación en la Escuela Municipal Andrés Bello. Aún no sabía que el CNE había ordenado una prórroga de dos horas más.
Guzmán decidió participar en los comicios esta misma semana. Anteriormente, pensaba que no valía la pena por lo ocurrido el 28 de julio, pero al escuchar unas declaraciones del presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, donde afirmaba que el chavismo se alzaría con las alcaldías opositoras de Caracas, se decidió y logró convencer a sus familiares de participar, movidos por el “sentido de pertenencia del municipio”.

“Queremos mantener al alcalde actual porque hasta el momento creo que ha hecho una buena gestión y queremos que esto se mantenga: las costumbres, la limpieza y la seguridad, las calles bien iluminadas. Hay una serie de cosas que queremos preservar aquí en Chacao y no queremos que se pierda”, afirmó Guzmán.
Señaló que las declaraciones de Rodríguez las tomó como una amenaza de querer imponer a un alcalde. “Yo voté a las 2 pm. Aquí había mucha apatía, mucho rechazo, pero justamente esas declaraciones de Rodríguez encendieron las alarmas”, reiteró.

Ni la música motivó en Petare
En el recorrido que realizó Efecto Cocuyo del oeste al este de la capital, una de las zonas donde se pudo observar un ambiente de festividad fue en Petare, municipio Sucre.

En la emblemática redoma, del barrio más poblado de Latinoamérica, la música retumbaba como si de una fiesta se tratase. Sin embargo, a pesar de que el presidente del CNE, Elvis Amoroso, extendió el proceso electoral por dos horas más alegando la existencia de «gente en cola» en los centros de votación, a las 6:20 de la tarde, la escuela José de Jesús Arocha —el centro electoral más grande de la parroquia Petare— solo tenía funcionarios y militantes del partido del gobierno. No había ningún ciudadano haciendo fila para votar, al igual que en el Instituto San Lucas, ubicado a menos de 500 metros.

A pesar del ambiente festivo, y a diferencia de otras zonas de la ciudad como el centro de Caracas, donde plazas y centros comerciales como el Sambil La Candelaria estaban abarrotados, las calles de Petare no estaban tan concurridas como de costumbre.
«La gente se recoge temprano porque le da miedo. Acuérdate que el 29 y el 30 del año pasado aquí fue muy grave (represión poselectoral)», explicó un comerciante consultado por nuestro equipo, y señaló al menos dos vehículos de funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana y una caravana de motorizados de la Guardia Nacional que circulaba por la redoma.
