La vida en la frontera ha cambiado desde que se reabrió el paso peatonal el pasado sábado 13 de agosto. Las grandes aglomeraciones de personas en los puentes que conectan con Colombia desaparecieron. Con un viaje a Cúcuta cualquier día de la semana, o una visita a los comercios que venden alimentos traídos de la hermana república, basta para hacerse con leche, azúcar, harina y arroz.
La producción en la frontera venezolana quedó inoperativa desde el 19 de agosto de 2015, cuando el presidente Nicolás Maduro ordenó el cierre de la zona limítrofe. Sin embargo, la apertura del paso peatonal significó un cambio radical en la vida de los tachirenses.
“Bajar a San Antonio es cómodo y fácil por el transporte. Ya el proceso para pasar la frontera no es como antes, que la gente se agolpaba. Es mejor ir entre semana porque no hay muchas personas”, contó Billy Castro, residente del Táchira, a Efecto Cocuyo.
Añadió que los efectivos de seguridad que controlan el paso por los límites solo piden número de cédula, nombre y dirección para cruzar. También marcan en un papel las veces que se entra a territorio colombiano.
Quienes no quieren bajar hasta Cúcuta y disponen de más de un salario mínimo tienen la opción de comprar los productos en bolívares y en las cadenas de supermercado más grandes del estado, como Baratta y Garzón. Ahí pueden adquirir aceite por 2.500 bolívares, azúcar en 1.700 bolívares y paquetes de papel higiénico de 12 rollos por 9 mil bolívares. También toallas sanitarias, harina de maíz, crema dental y jabón, con un mayor precio pero sin colas ni limitación de compra.
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La gobernación del estado Táchira comercializa estos productos igualmente. Con la habilitación de ventas en los pabellones Colombia-Venezuela, en Pueblo Nuevo, la gente puede comprar los mismos productos unos 200 o 300 bolívares más baratos, pero sin precios solidarios ni regulación. El gobierno regional habilitó este espacio que anteriormente era utilizado para hacer exposiciones o eventos.
Pero no muchos pueden tener acceso a estos productos por los precios a los que son importados. “El poder adquisitivo no da para comprar el mercado que uno hacía antes. Hay más comida, pero no alcanza para comprarla”, dijo Andreína Matheus, una joven tachirense.
Prueba de ello son las colas que aún se forman en los establecimientos de San Cristóbal, donde se siguen vendiendo productos a “precio justo”. Esta semana, en el Abasto Bicentenario se formó una fila para comprar aceite Diana y harina de trigo Robin Hood a precio regulado. “La gente crítica al gobernador Vielma Mora porque sienten que se está dolarizando la economía, pero el salario sigue siendo el mismo”, apuntó Castro.
Los bachaqueros se han vuelto menos frecuente en la ciudad. Con la nueva oferta en los supermercados y sin las restricciones de antes, han tenido que salir de los productos que compraron a precio regulado pero con menos ganancias. De lo contrario, la mercancía se les quedaría fría.
Aunque los productos de primera necesidad abunden en San Cristóbal tras un año de penurias, quienes pueden darse el lujo de cruzar la frontera lo hacen. Es común ver en Cúcuta ofertas, promociones y anuncios invitando a la gente a comprar. Incluso hay caucheras en donde compras tres cauchos y el cuarto te sale gratis. Mientras tanto, los neumáticos se ofertan entre 75 mil y 95 mil cada uno del lado venezolano.
“Aquí ha bajado la calidad de los productos. Prefiero cruzar la frontera y comer McDonald’s allá que aquí, porque sí te vas a comer una hamburguesa buena con las papas de siempre”, contó Castro. “La gente baja a Cúcuta para oxigenarse, pasear, para ver marcas. Prácticamente como era acá hace años. Todo eso ahora está en Colombia”.
El problema es que el socialismo no produce y encima no deja trabajar.