Jesús Centeno fue a la marcha del 19 de abril con el firme propósito de ser útil. No solo iba a manifestar en contra del Gobierno, sino que iba a aplicar sus conocimientos de estudiante del último año de medicina, a quien pudiera necesitarlo.
Dos pacientes de la tercera edad, asfixiados por el efecto de las bombas lacrimógenas, logró atender antes de enfilarse hacia Bello Monte. Cuando iba pasando por una de las calles laterales vio cómo funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana hostigaban a algunas personas. Trató de interceder, pero rápidamente se convirtió en la víctima.
“Eran como ocho motos. Me quitaron el bolso, mis documentos, unas llaves y hasta insumos médicos. Me cogieron de los brazos y me llevaron hasta la zona cercana al inicio de Plaza Venezuela. En el camino, me golpearon. Les digo que soy médico y cuando intento sacar la identificación, me pegaron con la culata de una pistola en el rostro. Me caigo y me patean. Y a pesar de que les decía que era médico, me seguían pateando. Luego me arrastraron, hasta que algunos de los policías les dijeron que me dejaran tranquilo. Y entonces fue cuando me soltaron”, asegura el joven de 25 años.
Como pudo llegó al hospital Universitario donde fue atendido por algunos colegas. El diagnóstico: dislocación de la mandíbula y fisura en hueso maxilar. Es posible que pueda necesitar intervención quirúrgica. El hecho ocurrió a las 2 de la tarde y eran las 9:30 de la noche y todavía tenía hemorragia nasal.
“Siento indignación, rabia y tristeza”, dice desde el reposo al que fue sometido. Asegura que si no fuera por esto, saldría de nuevo a la calle mañana. Pero corre peligro por el efecto que pudieran tener los gases sobre su organismo.
“Y yo solo pensaba, que quizás algún día ellos necesitarán de mi, como médico. Y yo los atendería, como es mi deber”, asegura Centeno. “Creo que esto hay que denunciarlo, porque le puede pasar a cualquiera y hay que detenerlo”.