Raúl Pantoja dejó la cola de comprar gasolina para ir a echarse un chapuzón en una de las playas de Mare, en el centro del estado Vargas. Como el combustible aún no había llegado a la estación de servicio de Pariata, el hombre dejó su carro en la fila y caminó hasta el balneario.
“Yo dejé el carro allí cerrado, los militares nos dijeron que la gasolina quizás llegaba en la tarde, pero como hace mucho calor y no quise perder el tiempo aproveché y vine a darme un baño en la playa”, comenta Pantoja, quien acudió este domingo 7 de junio con su esposa al balneario.

Aunque la administración de Nicolás Maduro flexibilizó la cuarentena para contener la propagación del coronavirus en el país, el decreto no levanta la restricción para ir a las playas, sin embargo, desde la mañana de este domingo, desde el este al oeste del Litoral Central varias personas disfrutaban de un día de playa.
Yuleimi Canelón, era una de las personas que disfrutaba del buen sol en la playa Candileja de Catia La Mar. Esta ciudadana quedó sin empleo desde que comenzó la pandemia, pues vendía comida en un restaurante de Playa Verde.
“El guaireño siempre quiere salir a echarse su bañito de playa aunque sea una vez al mes, las playas deberían estar abiertas por lo menos los fines de semana, tomando todas las medidas necesarias”, expresa.

Cuidar el negocio
El negocio de la playa era el único sustento que tenía Canelón para llevar la comida a su casa, pero a causa del confinamiento ha tenido que montar una bodega en la casa. “Bueno allí me ayudo con chucherías y helados. Pero hoy quise venir un rato a distraerme, no pasaré mucho tiempo en la playa pero al menos para relajarme”, dice.
Meses antes de que el régimen chavista anunciara la flexibilización del confinamiento, eran pocas las personas que se veían en las playas del Litoral Central. Los funcionarios de seguridad eran más estrictos si veían a algún bañista dentro de las playas.

En un recorrido hecho por Efecto Cocuyo el 30 de abril, todas las playas del este del estado Vargas lucían desiertas. Solo algunos dueños de negocios se encontraban allí, cuidando sus locales. “Para acá no ha venido gente”, dijo en ese entonces una señora que alquila sillas en Camurí Chico, uno de los balnearios más visitados por los temporadistas.
Policías estadales hacen rondas y con un megáfono intentan sacar a los bañistas. “Las playas están cerradas, por favor salirse”, se escuchaba en las playas A y B de Macuto, al este de la entidad. A pesar del llamado de atención, eran pocos los que se fueron.

“Yo vine un rato y en la tarde me voy, ya estoy cansada de estar encerrada en casa y de verdad me quiero distraer un poco”, contó Tania García, oriunda de la parroquia Macuto. La mujer aprovechó el domingo para ir a darse un baño en la playa de su comunidad.
De las peores épocas
César Fernández, dueño de un local donde alquilan sillas en Macuto, señala que ha sido difícil no poder trabajar durante los últimos tres meses. El hombre de 58 años, indica que tiene toda su vida atendiendo a los temporadistas y que después de la tragedia de Vargas, en 1999, esta ha sido una de las peores épocas para su negocio.

“Durante mayo fue que empezó a venir más gente a la playa, a pesar de que estaba cerrada, la Policía viene a dar vueltas cada dos horas, pero la gente va y viene. A pesar de eso, yo no puedo alquilar las sillas porque me multan, pero vengo para acá todos los días por la costumbre de trabajar aquí”, explica.
La playa Bahía de los Niños y algunas del balneario Camurí Chico, ubicadas en la parroquia Caraballeda, fueron los más visitadas por bañistas este domingo, en cada una de estas no menos de 100 personas disfrutaban del sol.
Katiuska Gómez llevó a sus hijos a la playa por primera vez desde que comenzó la cuarentena. Aunque el balneario le queda a pocos metros de su casa tiene no había ido por el miedo a que las autoridades la pudieran sancionar.

Hastiados del confinamiento
“No aguanto más este encierro, los niños tampoco, los traje para que disfrutaran al menos dos horas en la playa, espero que la Policía no haga nada, pero de igual manera estamos acatando el distanciamiento social y tampoco es que haya mucha gente para como se pone esto todos los fines de semana”, asegura la habitante de Corapal.
A Freddy Vital, le parece ilógico que las playas estén cerradas cuando en las colas de gasolina, en los mercados y en las calles haya cientos de personas sin respetar las normas de salubridad que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) para prevenir el contagio.
“La gente sigue haciendo cola para todo y el distanciamiento no ocurre; además lo único que hay para divertirse en Vargas son las playas, aquí no hay más nada”, expresa Vital.
Vital vive en la comunidad de Corapal y asegura que es la primera vez que baja desde que comenzó la pandemia. “Como han dicho que los fines de semana uno puede sacar un rato a sus hijos aproveché y la playa queda muy cerca de casa”, dice.

Los caraqueños no se quedaron atrás
A pesar de las restricciones por el COVID-19, la joven Lucy Guanares y su pareja decidieron ir a la playa. La pareja, que habita en Petare, tomó el Metro, se bajaron en Gato Negro y de allí tomaron un autobús que le cobró 50 mil bolívares hasta Macuto.
“Yo me cansé de estar encerrada en la casa, entiendo que hay que cuidarse pero ya son tres meses. Yo confío en Dios y de verdad que he tomado las medidas necesarias para no contagiarme, por ejemplo hoy vinimos a la playa, pero estamos lejos de las personas para guardar distancia”, indica la joven vendedora de una tienda en el Sambil.
Anelby Terán, y su grupo de amigas bajaron al Litoral Central a vigilar un apartamento, pero el buen clima y el calor las motivaron a echarse un baño de playa en Camurí Chico, antes de subir a la capital del país.

El grupo de mujeres tenía entendido que las playas en el estado funcionarían con la flexibilización de la cuarentena y por eso cuando vieron a funcionarios policiales sacando a las personas del balneario se soreprendieron.
“Nosotras bajamos a la playa porque pensamos que se podía, a pesar de la cuarentena. Estamos distanciadas de las otras personas y bueno tampoco es que está abarrotada. Nos impresionó que para bajar a La Guaira hayan muchas alcabalas en el camino”.