Entre la sede del Tribunal Supremo de Justicia -en la avenida Baralt- y la Asamblea Nacional, en la avenida Universidad, hay ocho cuadras de separación En total, se contabilizan ocho comercios de venta de alimentos.
Y mientras los diputados y magistrados hacen pulso por el poder, se insultan y denigran, afuera hay una realidad innegable: no hay comida. Con las neveras y los estantes vacíos, en los comercios ubicados a lo largo de la Avenida Baralt los únicos productos que llegan son “los de la Polar”.
Desde la esquina del puente Guanábano, a dos cuadras del TSJ, y hasta la altura de Plaza Caracas, Efecto Cocuyo pudo contabilizar en un recorrido ocho colas para comprar alimentos. Al llegar a las filas, las respuestas de los compradores eran las mismas: llegó Harina PAN, jabón de panela, jabón en polvo, arroz, aceite o pasta.
Frente a un edificio de la Misión Vivienda, junto a la panadería El Guanábano, se alarga una fila para comprar en un local. Cruzando la calle, como si fuera un espejo, hay otra cola para adquirir los mismos productos de la Polar. En ese sitio, un letrero señala que hoy no le toca a los terminales de cédula 2 y 3, sino a los que terminen en 6 y 7, como para dar chance a quienes tienen otros números para comprar.
Quienes no se ven favorecidos por el día, aprovechan para ir a donde no piden cédulas. Eso sí, en casi todos los lugares solo aceptan efectivo. Al final de la fila, la señora Mariana Herrera llegó a las 9:00 am a un abasto ubicado a unos 200 metros del TSJ para comprar harina y aceite, que es lo que falta en su casa. Cuando salió por vacaciones de diciembre, dijo que aprovechó para comprar la carne: “Fuimos a Guárico y allí compramos un poco. También cuando nos fuimos a Oriente compramos pescado. Si no fuera por eso que nos trajimos, no tendríamos qué comer porque las neveras están vacías“, asegura.
Más abajo, antes de llegar a Puente Llaguno, las filas del Comercial Yim C.A. y de Inversiones Heisner casi se confunden. En uno de los dos bululús está la señora Nora, quien dejó su trabajo para dedicarse al hogar. “Mis hijos trabajan y no tienen tiempo de hacer las colas. Ahora las hago yo“, afirma. Con cuatro kilos de Harina PAN, dos de arroz y dos de pasta en una bolsa negra, Nora dice que ya ni haciendo cola se consiguen los productos por menor precio.
“Ya nada está regulado. La pasta está en 300 bolívares y el arroz en 200″, precisa. “Mi nevera está vacía. Me dijeron que por allá por Lídice estaban vendiendo la carne regulada pero ¿Quién va a hacer esa cola por un pedacito de carne? Prefiero pagar mil y pico de bolívares sin hacer cola y saber que es de mejor calidad”.
La Panadería y Pastelería Bred también amanece con cola pero no para comprar pan, sino harina de maíz. “Todas las que uno quiera, no te dicen cuántas llevar”, expresó una señora desde la cola. A media cuadra, frente al Ministerio de Relaciones Exteriores, otro grupo de gente se enfila hacia el negocio Nabura C.A. para comprar más de lo mismo.
A unos escasos 250 metros de la Asamblea Nacional, más de 60 personas esperan en fila para entrar al supermercado Día a Día. Frente a la cola, una buseta se lleva por delante a un motorizado, pero nadie se mueve para no perder su puesto. Solo unos curiosos que advirtieron a los de adelante o los de atrás que venían “en un momentico”.
Una concentración de oficialistas espera cerca del palacio legislativo. Frentes de bando y bando aguardan en las adyacencias de la Asamblea aplaudiendo a los diputados de sus bancadas y profiriendo insultos a los de la otra. Ni en La Ceiba ni en La Bolsa los presentes buscan comida, sino gritan consignas.
Jesús y Ángel no se conocen, pero ambos trabajan en construcción y están en cola para compra algo de harina y de jabón Ariel en el Día a Día. Saben que no van a conseguir carne, pero esa, dicen que la compran en donde vean, en donde se consiga. “Donde yo la vea, la pago. No importa que no esté regulada. No importa si la tengo que pagar a mil bolívares“, aseguró Jesús.
A las ocho colas de la Avenida Baralt se suman dos más en La Pastora y Altagracia. Un grupo de gente amaneció desde antes de las 7:00 am para comprar en un local del edificio Beatriz Julieta, en La Pastora. A solo siete minutos caminando desde el Tribunal Supremo de Justicia, el abasto ha recibido casi la misma cantidad de gente estos últimos dos días.
Aunque la tensión ya lo alertaba, el choque entre el Poder Judicial y el Legislativo se produjo ayer en la tarde luego de que la Sala Electoral del TSJ emitiera una sentencia en donde señala que la directiva de la AN incurrió en desacato y que todos los actos del nuevo parlamento son nulos hasta que no sean desincorporados los diputados indígenas electos en el estado Amazonas.
La señora Graciela, una sexagenaria de la zona de La Pastora, perdió toda esperanza de conseguir carne hoy. “Ayer salí desde temprano y me recorrí todo esto hasta San Bernardino y no conseguí carne. Llegué a las 3:00 pm a mi casa sin haber comido nada“, aseguró. Hoy espera llenar las alacenas de su casa con lo poco que consigue.
Por su parte, los estantes del Mikro de Altagracia, ubicado a solo dos cuadras de Miraflores, están vacío: Unos detergentes, unos cuantos cereales y algo de bebidas restan en los anaqueles. La única proteína que queda son unas latas de atún Margarita, a 720 bolívares cada una. Con las luces medio apagadas y una sola caja funcionando, solo hay dos compradores adentro, pero afuera, doblando en la esquina, una fila de 6 personas espera que traigan algo.

“No ha llegado nada todavía, pero estamos aquí esperando a ver si viene el camión. Me quedo un rato a ver si tengo suerte“, aseguró una señora desde la cola a las 9:30 am. Mientras los caraqueños esperan en fila, en los jardines de la Asamblea opositores y chavistas se acusan unos a otros de planear un golpe legislativo o de violar la Constitución.
El caos total, y la gente se acostubró