A pesar de que el Ministerio del Poder Popular para la Educación contabilizó un total de 548.857 docentes en todo el país para el año 2014, tantos quienes ejercen la docencia como aquellos que planean hacerlo se enfrentan a un escenario de condiciones adversas, entre las que priman bajos salarios, pocos beneficios y falta de motivación.
Las condiciones para ser profesor en Venezuela llevan a profesionales de la educación a emigrar o a rebuscarse. Según la secretaria del Colegio de Profesores, Yaritza Viña, en mayo de este año, 26 docentes del Instituto Pedagógico de Caracas se fueron del país en el marco del Proyecto Prometeo, una iniciativa que ofrece a docentes e investigadores la oportunidad de trabajar en Ecuador, Chile y Perú.
En las aulas de los colegios y en los salones de las universidades la asistencia de profesores o de docentes en formación es cada vez menor. “En la Escuela de Educación vemos que hay menos vocaciones en las carreras, sobre todo en las áreas de ciencias naturales, historia, inglés, informática y castellano”, asegura José Juárez, director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab).
Las materias científicas, como matemáticas, biología y química, son las que cuentan con menor demanda. Para Juárez, esto se debe a la falta de interés en la ciencia que ha ido creciendo en Venezuela. La percepción de que la docencia es una carrera con pocos beneficios y muchos sacrificios también incide en la falta de motivación, pero esta realidad no solo se circunscribe a Venezuela, sino también a toda Latinoamérica. No obstante, según el director de la Escuela de Educación de la Ucab, las políticas públicas pueden cambiar esta impresión.
A pesar de los esfuerzos destinados a la educación, para Juárez el Estado no ha sabido aprovechar su capacidad para solventar el problema de la falta de profesores. “El Gobierno ha ejercido políticas públicas que han ido contra la vocación docente en vez de reforzarla”, sostiene. Entre estas, destaca el problema salarial: “Si existiese una política pública favorecedora, se les daría a los docentes un reconocimiento con un buen sueldo, pero tienen que amenazar con un paro para poder exigirlo”, explica.
La reducida paga se encuentra entre las principales razones de los estudiantes para no escoger la carrera. Para agosto de 2014, un docente con 36 horas de trabajo semanal, de categoría I con hasta 3 años de servicio ganaba 4.832 bolívares. Luego del aumento de 50 por ciento exigido por los docentes en mayo de 2015, el sueldo de estos educadores llegó al salario mínimo. El máximo sueldo al que podía aspirar un docente para agosto del año pasado, en la categoría VI, eran 7.161,15 bolívares. Después del ajuste de este año, los profesores de esta categoría devengan un sueldo de poco más de 14 mil bolívares.
Juárez asegura que el menosprecio hacia los educadores también se ve presente en el mal funcionamiento del Instituto de Previsión y Asistencia Social del Personal del Ministerio de Educación (IPASME), el cual está “casi paralizado y no ofrece beneficios a los educadores”.
Los especialistas denuncian que la falta de reconocimiento también afecta a los docentes que trabajan en calidad de interinos. De acuerdo con Viña, secretaria del Colegio de Profesores, para 2014 se registraron más de 100 mil educadores sin titularidad. “En 2013 había 187 mil docentes en calidad de interinos pero esa cifra se redujo porque el año pasado el Gobierno otorgó 44 mil títulos”, afirma Viña.
La condición de interinato en la cual se encuentran miles de docentes representa, para Juárez, una “dependencia del Ministerio del Poder Popular para la Educación y sus decisiones políticas” para mantener su estabilidad laboral. “Hay profesores que tienen más de 9 años siendo interinos y carecen de autonomía”, agrega.
Incluso la reciente implementación del programa Micromisión Simón Rodríguez en agosto de 2014, que busca formar docentes en ciencias naturales y sociales para cubrir el déficit de profesores en educación media, representa un desconocimiento de la formación docente en las universidades e institutos pedagógicos para los expertos.
Luis Bravo Jáuregui, profesor de la Universidad Central de Venezuela e investigador del Centro de Investigaciones Educativas, afirma que la implementación de programas como la Micromisión Simón Rodríguez o la Misión Sucre no han llegado a concretar el milagro educativo al que se refiere el Gobierno, sino que actúa como un mecanismo para el control social.
“En la Misión Sucre dicen que tienen la mayor cantidad de egresados en educación básica porque pobló la profesión de gente que estaba bien para trabajar con lo que les dieran. Esa es una de las razones por las cuales las huelgas y los paros de los gremios no tienen acogida. Hay un ejército de reserva muy grande”, explica Bravo Jáuregui.
“Ser educador es someterse al maltrato del ejercicio docente”, asegura Juárez. Y en la falta de reconocimiento en el salario, en los beneficios y en la formación y duración de la carrera docente, la vocación por ser educador queda mermada frente a las adversidades.