Tras 45 meses y cinco días de intensas discusiones de los delegados del Gobierno y las FARC en La Habana para forjar el “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia”, ha culminado este proceso que pone fin a 52 años de enfrentamiento armado, del cual hoy solo se busca sanar las heridas y mirar al futuro tras perdonar las dolorosas pérdidas que hubo en el camino.

El Gobierno colombiano y las FARC consiguieron este miércoles 24 de agosto lo que hasta hace unos meses parecía inalcanzable, un sueño que fue esquivo para el país durante las últimas décadas.

Colombia fin del conflcto


En esta negociación se impuso la lógica de querer cerrar lo que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, definió como “el sufrimiento, el dolor y la tragedia de la guerra” para “abrir una nueva etapa de nuestra historia”.

Al respecto, destaca la reflexión sobre el proceso que hiciera el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, donde expresó: “haber logrado un acuerdo con las FARC no significa que haya existido una claudicación mutua. Mis convicciones y valores siguen intactos. Supongo que lo mismo ocurre con los miembros de la guerrilla“.

Fin de conflicto FARC

No obstante, por encima de esas diferencias y convicciones, al final pesó más el compromiso y la clara decisión de cortar un ciclo de violencia que dejó más de ocho millones de víctimas, entre ellos muertos, heridos, desaparecidos, desplazados, secuestrados y mutilados, además de incalculables pérdidas económicas y ambientales, durante más de medio siglo.

Desde el 19 de noviembre de 2012, cuando se inició el diálogo entre las partes, hubo crisis y recriminaciones, principalmente por parte de las FARC al llamado “establecimiento”; interrupciones y amenazas de ruptura, pero también con muestras de confianza como los ceses del fuego de la guerrilla o la suspensión de bombardeos del Gobierno a sus campamentos.

“La mejor forma de ganarle a la guerra fue sentándonos a hablar de la paz. La guerra ha terminado. Pero también hay un nuevo comienzo”, sentenció De la Calle en su discurso en el que celebró haber “llegado a la meta”.

Finalizado el conflicto con las FARC, queda por delante una tarea titánica igual de compleja o quizá aún más: sacar los acuerdos del papel y hacerlos realidad, no solo para las víctimas que fueron el centro de la negociación, o para los campesinos pobres que esperan el desarrollo rural, sino también para medio país que sigue manteniendo su escepticismo ante este escenario.

Para comenzar, será el próximo 2 de octubre, día en que se celebrará el plebiscito en el que los colombianos decidirán si aprueban o no lo acordado con las FARC, según anunció el presidente Santos.

Juan Manuel Santos

Si es aprobado, el acuerdo de paz tendrá definitivamente vía libre y se podrá seguir adelante con el proceso de alto el fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, que incluye el abandono de armas por parte de las FARC y su desmovilización en un periodo de seis meses, bajo la supervisión de una comisión internacional liderada por Naciones Unidas.

Así las FARC dejarían de existir como organización armada ilegal y se convertirían en un movimiento político, un paso trascendental que empezarán a dar en su décima conferencia, que se celebrará probablemente el mes próximo en las selvas del sur del país, donde se espera que sus bases aprueben lo acordado con el Gobierno, lo que supone un giro de 180 grados para esa organización.

Conquistar este logro lo intentaron sin éxito otros antecesores del presidente Santos, comenzando por el conservador Belisario Betancur (1982-1986), quien a mitad de su mandato inició un proceso de paz con las FARC que tuvo algunos avances pero que al final fracasó, como sucedió entre 1998 y 2002 con el de Andrés Pastrana y con el de otros mandatarios que también lo intentaron.

A ellos, así como a Virgilio Barco (1986-1990), César Gaviria (1990-1994), Ernesto Samper (1994-1998) y Álvaro Uribe (2002-1010), Santos dedicó hoy una palabras de agradecimiento porque buscaron la paz “y abonaron el terreno para este gran logro”.

Pese a que otros grupos armados ilegales seguirán vivos en el país, el silencio de los fusiles de las FARC es el comienzo de un propósito de dejar atrás la violencia que ha castigado a los colombianos en los últimos 52 años, y por eso lo acordado hoy en La Habana merece ser calificado de “histórico”.

Con información y fotos de EFE

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