“Esa melodía que yo canto para ti, porque mi país está cerca del cielo”, que canta Rafael “El Pollo” Brito, es una de las composiciones que el maestro Alfredo Naranjo dedica a Caracas.

El compositor y vibrafonista venezolano no se ahorra canciones para describir su terruño donde no pueden faltar las melodías de Luis “Billo” Frómeta.  “Hay compositores venezolanos que han tenido esa bendición de hacer un sonido concentrado en la idiosincrasia del caraqueño y han logrado una línea que identifica a nuestra ciudad”,  dice Naranjo.

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Epa Isidoro y Canto a Caracas son sus favoritas de la Billo’s Caracas Boys, la orquesta musical creada por el maestro Frómeta en 1940. En su listado de intérpretes también están los artistas de la Sección Rítmica de Caracas (casa productora de los discos más importantes de la década de los 80): Frank Quintero, Elisa Rego, Franco de Vita, Yordano Ilan Chester.

“Y sabe Dios, los pintores, las paletas, cuánta pluma del poeta, cuántos ojos encontraron un momento de solaz”, estrofa de Cerro El  Ávila, de Ilán Chester, rompe de pronto en la garganta caribeña de Naranjo durante la entrevista.  “Hay que celebrar a Ilan porque tuvo esa iniciativa. No solamente cantarle a una instancia tan importante como es El Ávila. También es una pieza que puede servir para cualquier ciudad”, comenta y tampoco olvida El amor llegó a mi ciudad.

Yordano también figura en el perfil musical de esta ciudad desde la mirada del vibrafonista. “Eleva desde un canto esperanzador hasta uno totalmente crítico” la realidad de Caracas. Las piezas Algo bueno tiene que pasar y Por estas calles, dice el músicoson ejemplos de ambos polos.

Franco De Vita ha demostrado ser, en su criterio, “un doliente profundo de la realidad de nuestro país”, con canciones como Los hijos de la oscuridad. En ella se evoca una situación que no es ajena a Naranjo y cuenta que cerca de su residencia, en el municipio Sucre, viven unos niños que comparten un par de zapatos y un techo en las alcantarillas, según le dijo un vigilante.

Mi tierra

Los domingos a las 9:30 p.m. solía ir con su familia a la heladería. El local estaba a seis kilómetros de su hogar, ubicado en la parroquia Coche. Recuerda caminar todo ese trayecto de noche para comer helado. “Yo nunca sentí de mis padres miedo absoluto de ir a la calle a esa hora, porque había paz, civismo, educación”, comenta Naranjo.

Todos los Día de la Madre se despabilaba con Despierta, mujer, tonada de Danny Rivera con la que los serenateros anunciaban su llegada para cantarle a las mamás a las 4:30 a.m.  En esa fecha, los músicos podían visitar todas las residencias del barrio. Las homenajeadas se asomaban a las puertas o ventanas de sus casas y los recibían con una taza de café.

“Los autocines, el Ávila, el teleférico. Una ciudad que era, espero que vuelva a ser, de un dinamismo cultural extraordinario”, dice Naranjo. En el Teatro Teresa Carreño estuvo a pocos metros del mimo francés Marcel Marceau, tuvo la oportunidad de ver al violonchelista ruso Mstislav Rostropóvich y a todos los grandes representantes de la Salsa.

Pero esa Caracas quedó en el pasado. A Naranjo le causa tristeza que muchos lugares maravillosos de la ciudad están destruidos. El Teatro Teresa Carreño, la Cota Mil, los estadios, el Metro. Pero confía en que llegarán tiempos mejores y que pronto el amor llegue a la ciudad, como cantaba Ilan Chester. Para Naranjo la solución está en que los caraqueños se respeten entre ellos y se rescate el civismo.

“El inmenso placer de tus espacios, mi tierra me siento enamorado, y así te entrego mi promesa porque yo vivo aquí. Nunca habrá despedidas, sería como negarme a mí”, se despide entonando un fragmento de la canción Mi Tierra.

A continuación, el vídeo de la entrevista:

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