El norte del sur; la entrada a Suramérica; la sucursal del cielo. Esa es Caracas para el jubilado Olet Núñez quien a su modo de ver independientemente de los maltratos, el valor de esta ciudad se mantiene intacto. Desde la boca de sus habitantes, la homenajeada de este 25 de julio tiene una esencia encantadora que la hace atrayente incluso en sus épocas más peligrosas.
Dentro de sus complejidades y sus numerosas personalidades, Caracas despierta en la gente sentimientos encontrados. Son más de tres millones que comparten suelo y territorio, sudan el estrés, se preocupan por la inseguridad pero también aprecian las ventajas del cielo azul y su Ávila. Es por ello que no es de extrañar que al preguntarle al experimentado locutor, César Miguel Rondón, y al conductor de una cisterna de la alcaldía Metropolitana, Eglé Márquez, sobre la principal característica del capitalino ambos coincidan: Ser caraqueño es ser feliz.
Rondón lo apuntó en un tuit: “Para mí ser caraqueño es ser alguien, es pertenecer. Es una curiosa manera de existir. Y, a pesar de los pesares, de ser feliz”.
De izquierda a derecha: Yargelis Quintero, Guillermo Banera, Maurice Bevans, Mirelis Franquiz, Olet Núñez,Yeniré Carrillo, Karelis Landaez, Fabiola Torres, David Fernández, Ana Testamar, Eglé Márquez y Rosa García
Efecto Cocuyo se adentró a alguna de las plazas y calles de la mencionada cumpleañera y captó lo que significa para los caraqueños llevar ese gentilicio.
¿Qué es ser de Caracas?
“Es montarte en el metro, ir para allá, devolverte, pararte un ratico en la plaza a fumarte un cigarro, tomarte una birra, salir para allá otra vez. Es ese ajetreo”, afirmó Fabiola Torres una bachiller de 17 años que de manera firme concluyó que ser caraqueña es “ser de pinga”. Su amiga, Yargelis Quintero, las sentenció: “Somos 100% caraqueñas”.
Y es que la velocidad y el agite característico de la capital es referido por muchos como una de sus cualidades principales. Es el caso de Ana Testamar quien rápidamente marcó el ritmo “veloz” de la localidad. “No sé si por el caos o esa velocidad que uno lleva a todos lados todo el tiempo, pero yo no puedo vivir sin Caracas”, dijo y tras pedir disculpa a su compañera de la provincia se dispuso a recordar que “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra”. Finalmente, contó que a pesar de haber vivido en otras partes, siempre regresa a su hogar: “Me encanta mi ciudad, a pesar de todo, a pesar del estrés”, indicó.
Sobre ese punto Maurice Bevans, estudiante de ingeniería de la UCV, insistió en que la locura que se vive en esta ciudad los lleva a normalizar el estrés. Consideró que el caraqueño ha desarrollado en los últimos años una capacidad para adaptarse, para ser indiferente, que solo con una subida al cerro El Ávila puede depurar. ” Solo cuando estás dos horas allá arriba, te despejas, pero también te das cuenta en el caos en el que estamos metidos”, indicó.
Las áreas verdes del Waraira Repano fueron rápidamente identificadas por Acianela Montes de Oca, pastoreña, profesora de periodismo y tuitera, como aquello que la define y que define su ciudad. “Vivo y sueño bajo la verde sombra de El Ávila”, apuntó.
David Fernandez de 26 años también ve al cerro con especial cariño. “Caracas es sus ambientes, su climas, pero también el tráfico”, expresó sonriente. Sobre los caraqueños, Fernández habló sobre su simpatía. “Siempre hay gente bella, con la que rápidamente te puedes llevar bien”, especificó. Para él es una cualidad representativa del capitalino, saludar de beso a “quien sea” y desconocer las restricciones.
Precisamente sobre esa libertad Yeniré Carrillo hizo eco. “Aquí somos libres, felices y diferentes” dijo decidida. Sentada en un banquito en la Plaza de los Palos Grandes junto a su hija, la joven de 26 años rescató ese sentimiento y reflexionó que ser libre es lo que nos hace especiales.
Las sonrientes amigas, Mirelis Franquiz y Rosa García, mientras paseaban por el bulevar de Chacaíto aseguraron estar felices de ser caraqueñas y apreciar “todo lo que hay aquí”. Entre carcajadas recordaron que a pesar del hampa y las colas, todavía esta ciudad tiene mucho que brindar.
Guillermo Banera,orgulloso de haber nacido en la Parroquia San Juan, rescató el buen humor del caraqueño, “lo bonachones y lo conversadores” que son. Aseguró que por lo bonita que es la ciudad vale la pena recuperarla de la inseguridad que tanto daño le ha hecho. “Antes se hacían paseos por las plazas del centro, pero por este tema ya la gente no hace eso”, agregó.
Montado sobre la cisterna que manejaba, Eglé Márquez dijo que aunque nació en Yaracuy tiene 30 de sus 33 años haciendo vida en Caracas y se identifica con la ciudad a la que calificó de fenomenal. Mientras se comía un mango, de esos que abundan por esta época, el trabajador concluyó: “Ser caraqueño es ser el hombre más feliz del mundo”