Luisa Fermín llegó a las 11:00 am a la Basílica Santa Teresa para ver al Nazareno como todos los años. Esta Semana Santa iba a ser diferente: vendría con un grupo de amigas para participar en la procesión, pero acompañadas de la bandera de Venezuela como pidieron los dirigentes opositores a los feligreses.
Sin embargo, tras la agresión de un grupo chavista al cardenal José Urosa Savino, las mujeres se arrepintieron y prefirieron no asistir con el tricolor. Todas menos Luisa.
“Yo agarré mi bandera, le quité el palo de escoba que tenía y me la escondí en el bolso. La saqué ahorita cuando salió el Nazareno“, contó la mujer de 75 años. Todos los años visita la Basílica con una promesa, pero la de este miércoles 12 de abril es una que le angustia desde hace tiempo.
“Me siento desolada porque esta ya no es la Venezuela en la que nací, en la que viví. Es tiempo de pedirle a Jesucristo que volvamos a querernos”, dijo antes de arrancar su rumbo con la procesión.
Cerca de la 1:00 pm, mientras el arzobispo de Caracas oficiaba la misa del mediodía, un grupo de afectos al Gobierno lo agredió. Urosa Savino pedía en ese momento por la liberación de los presos políticos y por el cese de la represión contra los manifestantes opositores. Fueron los cargadores del Nazareno los que intervinieron en el forcejeo y resguardaron al cardenal en el despacho del sacristán.

El episodio tampoco alejó a la maracucha María Villegas de participar religiosamente en la tradición de todos los años. “Yo vengo siempre, pero esta es la primera vez que vine con la bandera”, dijo mostrando el tricolor. Arriba, desde el edificio del Consejo Nacional Electoral, guardias nacionales veían a los creyentes
Algunos feligreses sentían temor de salir con la procesión tras los hechos registrados después del mediodía. Finalmente, a las 5:30 de la tarde el Nazareno resolvió hacer su recorrido en medio de orquídeas moradas y aplausos. Unas velas alumbraron el camino cuando empezó a caer la noche. Entre los rezos y los cantos litúrgicos, el riesgo de ser atacados por los colectivos se sentía lejano.
“Vine a pedirle a Jesucristo a ver si esto se arregla. Los venezolanos estamos divididos: hay pura confrontación y tenemos hambre ¿qué vamos a dejarle a las generaciones del futuro”, expresó María mientras se caminaba hacia El Silencio. “Vamos a cantar un Padre Nuestro”, “Pidamos por la libertad para Venezuela“, se escuchaba entre los creyentes vestidos de morado a medida que se recortaba el camino de regreso a la Basílica.
Al llegar a la avenida Baralt la procesión dejó atrás la tarima instalada por el chavismo en Puente Llaguno. Desde los edificios de la Misión Vivienda de la avenida Lecuna se asomaban los residentes, no para ver una marea roja ni azul pasar, sino una morada. Desde las ventanas tomaban fotos del Cristo vestido de púrpura y de las luces emanadas de las velas ofertadas por los vendedores a 3 por 500 bolívares.

Los feligreses salieron a defender al cardenal, al Nazareno y a su tradición pese a que el enfrentamiento con el grupo chavista amenazó con aguar la fiesta de este Miércoles Santo. Shaunny Cadiz fue una de las cientas que no dudó en salir con la procesión.
“A pesar de los momentos que vivimos, hay que mantener las tradiciones. Es lo mismo que pasa en Navidad: no tenemos todas las cosas con las que siempre celebrábamos, pero igual participamos en la celebración. No podemos dejar que nos quiten nuestras tradiciones”, dijo la joven de 24 años que asiste a ver al Nazareno de San Pablo desde los cinco meses de nacida.