Freddy Olmos es un hombre sonriente. Cumplirá en dos semanas 73 años, pero su espíritu es mucho más joven y lo demuestra con sus historias. Se presenta como “un sobreviviente de cáncer” y además le gusta subrayar que es parte de la estadística: es uno de los dos hombres que por cada 100 mujeres se le diagnosticó cáncer de mama en Venezuela.
La edad, asegura, no ha sido un impedimento en su vida; al contrario, “yo lo tomé como un impulso para decirle a todos: ´si yo pude, tú también puedes´”, dice emocionado. A los 60 años empezó a entrenar para correr maratones; hizo varios previo a su diagnóstico. Las excursiones, sin embargo, no las detuvo por nada. Los viajes que siempre soñó los realizó después de conocer que tenía un carcinoma.
En 2006, al finalizar la Gatorade Caracas Rock de ese año una sensación extraña le invadió el cuerpo: “Yo estaba muy acalorado, sentía un ardor muy fuerte por la tetilla izquierda. Me preocupó, pero no pensé nada malo”. Al llegar a casa, abrió la ducha caliente para librarse de las tensiones, y el malestar volvió. Esta vez se tocó y sintió un nódulo “del tamaño de un maní” alojado en ese lado del cuerpo. Esa noche llamó a su hermano Raúl Olmos, que era ginecobstetra, y éste le restó importancia. Sin embargo, él insistía porque eso no le parecía nada normal.
De sorpresa se presentó en la consulta de su hermano al día siguiente y cuando éste lo palpó, ya Freddy se temía lo que era porque su cara cambió. En su familia el cáncer era una constante. Tanto su madre como su padre habían fallecido a causa de esta enfermedad y su hermana, tiempo atrás, había sido diagnosticada con cáncer de mama. El oncólogo de la familia, Pepe, se había tomado unas vacaciones para ese momento, sin embargo, fue con el socio que le realizó unas punciones a modo de biopsia y lo mandó a regresar en dos días cuando los resultados estuvieran listos.
Freddy aún recuerda que era jueves cuando volvió a la clínica. De entrada, el doctor Álvarez le dijo que no tenía buenas noticias y le presentó el informe:
-Las células A son atípicas, las B son atípicas y las D son normales -le dijo sin vacilación.
-¿Y eso de atípico qué significa? ¿Yo? ¿Cáncer? ¿Mama? -le preguntó al médico de inmediato y éste le respondió.
-Sí. Aunque tú no lo creas, tienes cáncer de mama.
El impacto, dice Freddy, no fue tanto como el que le significó a su familia. Aunque estaba divorciado desde hace 20 años la relación con su exesposa se mantenía en los mejores términos y cuando le informó a ella y a sus dos hijos sobre su enfermedad se afligieron mucho. “Fue una tragedia para ellos”, .
La excónyuge había sido despedida del trabajo hacía poco tiempo, por lo que la noticia le generó mucho más pesar y su estómago empezó a hincharse. A los 4 días estaba tan inflado que parecía un embarazo de 9 meses, recuerda Olmos. Ella tenía, sin saberlo, cáncer de ovarios y las emociones le generaron la gran inflamación.
“Nos operaron prácticamente juntos”, cuenta Freddy. “Si a mí me operaron el miércoles a ella el jueves. Fue en la misma clínica, en el mismo quirófano y estuvimos de reposo en habitaciones continuas. Pero ella no pudo sobrevivir. A los 14 meses falleció”, relata con la soltura de haber repetido la historia varias veces. Sin embargo, las pieles se erizan tras escucharlo.
Olmos insiste en que ese tipo de cáncer es peligroso y silente. Su pareja se realizaba todos los chequeos requeridos, las mamografías y los ecos anuales, pero el AC 121, que desista el cáncer de ovarios no y justo ese fue el que “la agarró”.
La recuperación
Casi inmediatamente después de la cirugía los sueños de Freddy empezaron a hacerse realidad. “Me invitaron a Europa y entré por la puerta grande porque fui a Moscú, conocí Viena, París y Praga”, comenta. Días después le indicaron como tratamiento 40 sesiones de radioterapia que en ningún momento frenaron el nuevo espíritu del hombre. “A la mitad de las sesiones yo acampé por primera vez en una playa. Por cierto que nos cayó un palo de agua ese día, grandísimo”, relata como si se tratara de una gripe.
“Cuando llegué me armaron un zaperoco, que cómo se me ocurría, que no podía llevar sol, etc. etc.”, cuenta entre risas, pero es que a él siempre le había gustado la naturaleza aunque nunca se había animado a estar en ella. Entender que podía morir le sirvió de impulso para adentrarse.
“Yo empecé a hacer una serie de cosas que fueron fabulosas para mi. Subí al Roraima, al Auyantepuy y casi llego al pico Naiguatá de El Ávila, pero me faltaron 300 metros”, añade. También aclara que se mantuvo ocupado y trabajando “porque si no trabajo no sobrevivo”, insiste y recuerda que a pesar de su nuevo estilo de vida, los chequeos médicos semestrales y anuales lo acompañaron desde allí.
En 2012, cinco años después de vencer el cáncer de mama, Freddy volvió a pasar por algo que ya era costumbre en su familia. Un nuevo diagnóstico negativo. Esta vez era cáncer de próstata “aunque aparentemente me salve de esa también”, relata sin perder el sentido del humor.
Para sanar, esta vez le indicaron 39 sesiones de radioterapia que, según comenta, le destrozaron parte del recto y tuvo que realizar una cantidad de procedimientos para detener el sangrado que le causaron peores molestias que el proceso anterior.
Su hermano Raúl, murió durante esta etapa por cáncer linfático, y aunque la tristeza está ahí, el espíritu de aventura de Freddy persiste. En la actualidad, toma un supresor hormonal femenino, por el de mama, y un supresor hormonal masculino por el de próstata. “Es como raro, cuando me da un calorón no sé si es por uno o por otro”, bromea.
“Yo le digo a mi hermano Jaime, que es el único de la familia que no tuvo la enfermedad, que se despreocupe: ´Quédate tranquilo que papá Dios mando cáncer a la familia y yo agarre tanto el tuyo como el mío´”, recrea con simpatía y demuestra que su actitud positiva le ha servido para vencer la enfermedad por partida doble.
“Ahora yo solo espero que la hemoglobina suba. Mi objetivo es que llegue a 15 para volver a correr, porque aunque yo camino los 10K de las carreras, quisiera conquistar de una vez el Naiguatá. Esa vez me faltaron piernas para completr los últimos 300 metros”, concluye ya un poco más relajado. “Y es que yo siempre digo: el cáncer pasó por mí, pero yo no pasé por el cáncer”, culmina el luchador.