Once días han pasado desde que Corpoelec actualizara la cota del embalse Guri, fecha en la que se ubicó en 244,55 metros sobre el nivel del mar (msnm). La misma cantidad de tiempo ha pasado también desde que el ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez, prohibiera las visitas al embalse. Tanto el pueblo del Guri como la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar se quedaron sin agua y sin los viajes turísticos a la represa más importante del país. La desidia y el fenómeno El Niño se han apoderado de ambos.
En Puerto Ordaz no hay calima como en Caracas, pero el olor a quemado es permanente de camino a la hidroeléctrica. El paisaje es cada vez menos azul y verde gracias al azote de la sequía: el río Caroní ha bajado su nivel y la tierra se tornó naranja. Incluso los lunes se sienten como domingos en la lentitud de la vida de sus trabajadores y pobladores.
A los lados de la carretera, obreros y bachilleres piden cola. Los puntos de control son las paradas para acortar las largas distancias. Entre una hora y hora y media toma trasladarse desde Ciudad Guayana hasta Guri. Una carrera en taxi hasta el lugar, día y vuelta, sale en 20 mil bolívares. Los autobuses son casi tan escasos como el agua de la represa. Con horas fijas, pasan en la mañana, al mediodía y en la noche, ya cerca de las 5:00 pm. De resto, toca vivir de la generosidad de los gandoleros, personal de Corpoelec, residentes con carro y de quienes están de paso.
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El estado Bolívar, de las hidroeléctricas, del Caroní y de la promesa de Tocoma para aliviar el Sistema Eléctrico Nacional en casos de sequía, hace rato que se quedó a oscuras. Los cortes son cada vez más prolongados y, algunas veces, incluso a la misma hora. El viernes primero de abril, la feria de comida del Centro Comercial Orinokia se quedó a oscuras por segundos en plena hora pico de almuerzo. La zona de Villa Colombia, también en Puerto Ordaz, pasó sus horas contando con que la luz regresara. El día anterior, un corte similar afectó a todos los negocios y residencias de la zona.
Desde el viernes primero hasta el sábado tres de abril, algunos celebraron que lloviera en el Guri. Sin embargo, las gotas fueron contadas y ni para compensar los 16 centímetros diarios que pierde la central por el suministro de agua al país. Unos 354 mil 240 millones de litros son los que salen diariamente de la represa, aseguró el ministro Motta Domínguez vía Twitter.
“No se vayan a desviar. Solo pueden pasar hasta el pueblo del Guri. A la represa no los van a dejar pasar porque se suspendieron las visitas”, dijo un funcionario de Corpoelec a Efecto Cocuyo en el segundo punto de control de camino a la represa. Unos avisos oxidados calculan cuántos metros restan para los sitios turísticos; otro, desteñido, da la bienvenida al pueblo casi fantasma.
Techos de zinc, paredes despintadas y graffitis de “¡Uh, Ah! Chávez no se va”, desde 2012, abundan. La comida, no tanto. El entretenimiento es un calvario para los pobladores del Guri. Quien no quiera echarse una hora y media de camino para ir a un cine o a un centro comercial, deberá sentarse a lo sumo en uno de tantos puesticos de comida en el pueblo.
Una casa sirve como especie de “cooperativa” y alberga varios negocios: una tienda de ropa, una tienda de conveniencia, una carnicería, dos peluquerías, un abasto y un laboratorio para exámenes médicos. La diversión en Guri es ir hasta la cancha de usos múltiples del pueblo, también afectada por los estragos de El Niño.
Dos mil 100 bolívares es lo que cuesta un cartón de huevos en una tienda que vende de todo: maquillaje, papel secante y velas. Unos pasos más allá, el kilo de carne molida se cotiza en unos 1.500 bolívares, mientras que un paquete mediano de salchichas en 2.800. Esa es prácticamente toda la variedad de comida que se consigue en el pueblo. En el abasto al final de la cooperativa solo hay gomitas, paquetes de Nestea, perrarina en bolsas transparentes y licor. Hasta una botella de whisky Red Label se asoma entre el ron y la guarapita.
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“Antes sí nos quitaban el agua y la luz a veces, pero ahora se ha regularizado“, dijo a Efecto Cocuyo una peluquera. Hace dos semanas que los racionamientos desaparecieron para el pueblo de la hidroeléctrica más importante del país. Frente a la cooperativa, un hombre lucha contra la sequía plantando ocho matas de cambur. Desde un bloque tres calles más abajo del centro, dos mujeres esperan bajo la sombra en las escaleras con seis paquetes de jabón Ariel.
—”¿A cuánto?”, les preguntaron por el kilo.
—”Dos leches por tres bolsas de Ariel“, respondió una.
—”¿No quieres dinero?”
—”No. Un intercambio”, replicó. Los bolívares no sirven de mucho en el pueblo de Guri cuando no hay nada que comprar.
Efecto Cocuyo intentó ingresar a la represa. Sin embargo, tras pasar dos puntos de control, al tercero el acceso fue negado. “Tiene como dos semanas que no se permiten visitas porque el ministro está aquí y se están haciendo las cuestiones de mantenimiento”, expresó un funcionario de Corpoelec. Aún no saben cuándo vuelvan a abrir las visitas.
“Lleva tres días seguidos lloviendo. Ayer llovió un poquito, pero tiene que llover como un mes completo para que el Guri se vuelva a llenar“, apuntó un trabajador.
Aunque cada vez el Guri se va acercando más a su cota crítica, la esperanza de disminuir los cortes de luz se incrementan a medida que llueve. Aún así, cuando El Niño pase y los paseos por la central hidroeléctrica se reanuden, quizás los pobladores seguirán teniendo la misma escasez, el mismo déficit de transporte público y los mismos problemas.
Hace algunos años hice el recorrido para conocer la central hidroelectrica, y recuerdo que habian autobuses que facilitaban el recorrido a los turistas, con un personal bastante atento. Una lastima todo el potencial turístico que este país ha desperdiciado, todo lo que se pudiese aprovechar.