Vanessa Moreno Losada / Reynaldo Mozo

Andrés Carpio*, tiene 54 años y tres hijos. No quiere que se sepa su verdadero nombre y mientras es entrevistado jamás menciona a “El Picure” directamente, como si temiese invocarlo. “El animal”, “el muchacho” y “el desgraciado ese”, son algunos de los epítetos que utiliza para referirse a José Antonio Tovar Colina, nombre de pila de uno de los delincuentes más buscados por las autoridades policiales de Venezuela, quien fue ultimado el 3 de mayo a las 3:00 pm en el sector Juan Ángel Bravo. Dos cuerpos policiales y uno militar allanaron más de 40 viviendas para dar con su ubicación y también dispararon contra otras siete personas, vistas por los lugareños como personas honestas y trabajadoras.

En El Sombrero, una población del estado Guárico ubicada a cinco horas de Caracas, se cumple a cabalidad el refrán: pueblo pequeño, infierno grande. Los habitantes saben quién fue y cuál era el prontuario criminal de “El Picure”: homicidios, descuartizamientos, calcinamientos, desapariciones, secuestros, extorsiones y robos figuran en la lista. También saben que Tovar Colina logró llevar al mundo de la delincuencia a jóvenes de la comunidad, que aún no han sido detenidos por las autoridades. Por eso, en la localidad se cuidan de que otros los escuchen hablar del delincuente. No saben si cerca, aún quedan cómplices.

Por eso, Carpio ni lo nombra. Ni él ni ningún otro vecino. Se cuidan de cada palabra, de cada paso. Hasta los hábitos sociales cambiaron. Antes, Carpio era asiduo de la casa amarilla de la primera manzana del sector Juan Ángel Bravo, los Ascanio eran sus amigos. Hasta que se enteró que la hija menor de Guillermo Ascanio comenzó a salir con “El Picure”.

“No los dejé de saludar, pero sí dejé de visitarlos, porque no sabía cuándo podía estar ahí. En un momento amenazó al señor Guillermo, para que lo dejara salir con su hija”, indicó Andrés, quien lamentó lo que ocurrió la madrugada del 3 de mayo en esa vivienda, donde murieron el padre de la joven, sus dos hermanos y el esposo de su hermana.

Guillermo Ascanio, de 48 años de edad, intentó evitar que su hija menor saliera con Tovar Colina. Vecinos aseguran que hace dos años, cuando empezó el noviazgo, el hombre reprendió a la chica. Días después el delincuente lo apuntó a él con una pistola, para que el regaño hacia su hija no se repitiera. Esto no fue denunciado a ningún cuerpo policial y el romance continúo hasta la muerte de “El Picure” y la detención de su novia, el 3 de mayo.

Estas escenas se repetían con los comerciantes que se negaban, o no podían pagar la extorsión mensual que “El Picure” le impuso a ese gremio, al igual que al de los ganaderos y agricultores.

“La banda lograba conseguir el teléfono de sus víctimas porque aquí todos se conocen. Por esta vía se cuadraba el precio, dependiendo del tipo de negocio. Luego, un miembro del grupo pasaba buscando el dinero en nombre de El Picure”, comentó una vecina que no quiso identificarse.

En esta población existen comerciantes de origen chino, árabe, portugués, español e italiano. Nadie sabe cuántos han sido extorsionados, ni cuántos han cerrado sus negocios para irse a su tierra natal, pero todos conocen al menos un caso de este tipo.

Ella dijo haber compartido con los delincuentes desde la escuela. En la adolescencia, las agresiones pasaron por las golpizas, el hurto, el robo y el homicidio. “A los 18 años estaba con un pana de la cuadra, me mostró un arma y hasta ese día dejé de compartir con él. A ellos no se les puede mostrar rechazo, hay que saber hacerles entender que uno no quiere vínculos con ese mundo, sin que crean que uno es un sapo”, aseguró.

Después de la muerte

“¡Victoria, victoria!”, “¡lo matamos, matamos a ese mamaguevo!”, “se acabó la leyenda”. Con estas frases los funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), Policía de Guárico y Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) anunciaron por todo el pueblo que Tovar Colina había caído.

Para los habitantes, esta “victoria” policial no significa que la localidad se transforme en la promesa que exhibe la valla que el Gobierno colocó a la entrada del pueblo: “El Sombrero territorio de paz”.

“¿Denunciar? ¿Denunciar dónde? Aquí nadie va a acusar a los miembros de la banda porque sabe que la policía no tiene poder aquí y porque después del animal ese (Tovar Colina) quedan los otros. Esto no es igual a matar a la culebra por la cabeza”, manifestó Andrés.

“Aunque no lo crean, no me siento mejor. Hay muchos responsables tras la muerte de mi hijo y aunque los maten a todos eso no me devolverá a Diego”, escribió la cuenta de Twitter @Luiyerlyn. Diego Mendoza, de 9 años de edad, fue asesinado por la banda de “El Picure” al dsiparar contra la camioneta Toyota Hilux de su padre, cuando estos transitaban por la carretera nacional de Los Llanos, por el estado Guárico. Varias balas impactaron el cuerpo del niño y murió al instante el 1 agosto de 2015.

Efecto Cocuyo contactó a los familiares del niño, quienes no quisieron dar declaraciones por aún encontrarse afectados por el asesinato.

El terror persiste

“El Picure” está muerto pero la gente de El Sombrero le sigue teniendo miedo. El psicólogo social, Leoncio Barrios, asegura que ese temor que sienten los habitantes del pueblo es lógico porque todos los procedimientos delincuenciales están cubiertos por una complicidad, ya sea por ciudadanos o por agentes policiales, “se hacen víctimas del delito y viven con constantes amenazas”, señala.

“Es un pacto de palabras, de silencio, es un miedo natural, es comprensible. Ellos (lugareños) no pueden hacer nada porque les pueden pasar factura. ‘El Picure’ no era un hombre solo, era una banda”. El psicólogo explica que el temor de la gente persistirá, porque la muerte del delincuente generó rabia entre los miembros de la organización criminal, quienes podrían desquitarse con los efectivos policiales y personas que podrían estar implicado detrás de la muerte de Tovar Colina.

Barrios detallla que la falta de Estado no solo ocurre en espacios alejados de la ciudad de Caracas, sino también en los barrios de la capital, “en el mismo corazón de ella”. Puso como ejemplo la Cota 905, El Cementerio y Petare. “Las bandas generan una conexión y siembran temor en la gente”, puntualiza.

Guillermo Mambrun, abogado penalista, fue asesinado en el barrio Bicentenario de El Sombrero la noche del domingo 8 de mayo, cinco días después del procedimiento en el que murió Tovar Colina. Este hombre no solo vivía en el mismo sector en el que habitaba el delincuente, también era el abogado que la familia Ascanio contrató, para que defendiera a las cuatro mujeres que fueron detenidas durante el operativo.

“Al parecer, acusó al gobierno (nombre con el que llaman a los funcionarios policiales y militares) de que mataron a personas inocentes y de otras irregularidades. Algo tuvo que decir de la banda, porque fueron dos motorizados los que lo mataron”, dijo una vecina que pidió anonimato.

Alejandro Moreno, sociólogo criminalista, indicó que el miedo de las comunidades va de la mano con la desconfianza en los cuerpos de seguridad del Estado. Cree que los organismos de seguridad han recibido la orden de proceder para disminuir la delincuencia, sin tomar en cuenta que se están violando los derechos humanos.

Ese 3 de mayo en la madrugada, cuando mataron a Tovar Colina,  los uniformados se metieron a más de 20 casas, asesinaron a la familia Ascanio, a un profesor de la escuela Julián Mellao y a un deportista. “¿Cómo uno confía? Estamos expuestos a que la banda quiera tomar represalias porque alguien los sapeó o que la policía nos allane otra vez, porque para ellos todos somos cómplices”, exclamó la fuente.

Nota de los redactores: * Los nombres fueron cambiados para protección de las fuentes.

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1 comentario

  1. Excelente 2da. parte de este interesante especial desde el propio pueblo El Sombrero sobre ese famoso delincuente llamado El Picure. Muchas horas de investigación invertidas en esta banda se plasman aquí. Felicitaciones a esa gran Periodista en ascenso como lo es Vanessa Carolina Moreno Lossada. y desde luego a Reynaldo Mozo.

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