Las escuelas técnicas medias viven la crisis de la educación venezolana como ninguna otra. Para procurar las especializaciones en sus distintas áreas laborales, deben mantener operativos sus equipos a pesar de la crisis y retener a los docentes especializados.
Para octubre del 2017 había 287 escuelas técnicas operativas en Venezuela. De ellas 14 quedan en el estado Portuguesa, y “todas en precarias condiciones de infraestructura, dotación de muebles y equipos” de acuerdo con el dirigente sindical Carlos Morillo, quien trabajó por muchos años en la Escuela Técnica Comercial Ademar Vásquez, conocida como el antiguo Instituto Técnico de Acarigua.
Según Morillo, en las escuelas de Acarigua el robo de material académico y profesional es cosa de todos los fines de semana y vacaciones. Aunque se trata de escuelas públicas, una vez que se pierde la herramienta de trabajo, el Ministerio de Educación no repone el material.
También en la Escuela Técnica Industrial de Campo Rico, en Petare, Estado Miranda, se han presentado tres robos grandes de equipos desde enero. En la última ocasión, desmantelaron el taller de electrónica, de acuerdo con uno de los coordinadores del plantel. A diferencia del interior, el ministerio suele responder por este tipo de incidentes. Según el coordinador, el Estado ha intentado levantar estas escuelas porque “para ellos es fundamental que la educación técnica continúe”.
Pero en el interior no es así. Morillo insiste en que las instituciones deben “hacer maroma” para que restituyan las instalaciones, y cuando el surtimiento de las escuelas es fundamental para que el estudiante salga preparado laboralmente.
“Mientras en las escuelas técnicas no haya los recursos disponibles para que el docente instruya a los estudiantes, lamentablemente no podemos decir que están acondicionadas para que el estudiante cumpla con un rol profesional”, dijo.
También advirtió que en las escuelas técnicas ha aumentado la deserción escolar “porque el estudiante busca de una u otra manera de ayudar a sobrellevar la situación económica de su familia y se insertan en el campo laboral”.
La deserción y desmotivación de los alumnos
En Escuela Técnica Comercial Licenciado Francisco Aranda, en Vargas, la deserción hizo a la institución cerrar tres de sus siete especializaciones y se está evaluando si se cierra la cuarta. Su bibliotecaria, explicó que es difícil hoy en día motivar a los alumnos a que estudien especializaciones como “turismo”, a pesar del potencial del país en esta área, aunque los motivos de la deserción pueden ser muchos tanto para alumnos como para profesores.
Recordó que el transporte incidía en un factor importante “La zona educativa tuvo que llenar las vacantes de 18 profesores, por problemas de transporte, y los reasignaron a zonas cercanas a sus casas en Catia La Mar, Macuto y La Guaira”, dijo Díaz.
La escuela de la profesora Milagros Socorro en el estado Bolívar perdió 52 de 369 alumnos y terminó con 317 el año escolar, a causa de problemas económicos y de transporte, a pesar de que el plantel está bien ubicado en la vía del autobús. Sin embargo, se les dificultaba mucho a los alumnos encontrar efectivo para pagar el transporte.
“Nunca había pasado, y es alarmante. Más aún la deserción de alumnos en sexto año, es delicado porque ellos no pueden culminar en otra escuela que no sea escuela técnica”
Socorro es directora Escuela Técnica Industrial Simón Rodríguez, una de las 177 escuelas técnicas de Fe y Alegría. Tiene 35 años de experiencia en docencia, de los cuales solo los últimos tres ha asumido el reto de la educación técnica. Explica que es un trabajo con muchos retos y que se trata de un proyecto educativo muy bueno, pero que no se adapta a las necesidades de los muchachos en este momento, quienes queriendo migrar o trabajar deben esperar un año más que un bachiller normal para obtener el título.
El reto de ser una escuela subvencionada y retener al profesional especializado
Una de las cosas que agradece la directora del Simón Rodríguez es que a pesar de que muchos de sus profesores migraron este último período escolar a economías más prósperas, el equipo directivo asumió la responsabilidad de algunos vacantes en el colegio mientras se resolvían las nuevas contrataciones. En especial agradece a la coordinadora de pastoral, quien asumió las horas del programa de pasantías, uno de los más importantes en educación técnica.
“Todos hicimos sacrificios para poder cerrar con esas vacantes. Muchos docentes terminamos muy cansados y agobiados con los problemas de los alumnos. Hasta los momentos tenemos algunos docentes que han informado que se van del país, pero en su mayoría. Tengo que buscar ocho personas para que cubran la nómina del personal docente”, dijo.
Es un problema de asignación de recursos. En las escuelas subvencionadas de la Asociación Venezolana de Educación Católica, el Ministerio de Educación paga la nómina, asignando salarios entre 45 mil y 90 mil bolívares, dependiendo del grado académico del profesor, lo cual en cualquiera de los casos es insuficiente para cubrir ni siquiera el 10% de la canasta alimentaria.
Por la subvención, el Estado debería cubrir los gastos de funcionamiento del plantel, con sus equipos y talleres. Sin embargo, debido a la hiperinflación, el dinero que se les asigna por los gastos que anualmente reportan las escuelas, es insuficiente en el siguiente período para costear el mantenimiento. Por eso la educación técnica subvencionada debe arreglar cómo obtiene estos recursos sin añadirlos al costo de la matrícula de sus estudiantes, ya que, por tratarse de educación técnica, suelen venir de clases económicas de escaso poder adquisitivo.
La Escuela Técnica Popular Don Bosco, en Los Ruices, se vale de la donación de sus exalumnos para poder mantener los talleres. En especial los más difíciles de mantener son los de mecánica y diseño industrial, pues requieren de tecnología avanzada.
Para mantener a sus profesores con un salario tan bajo, recientemente han intentado implementar programas de fortalecimiento comunitario, en los que se intenta proveerles de alimento y cuidan las necesidades de sus hijos, dijo el coordinador de pastoral, Carlos Pereira.
En el caso del liceo jesuita, Jesús Obrero, una de las escuelas técnicas más importantes del Distrito Capital, ubicado en Catia, consiguen la dotación de insumos gracias a la empresa privada. Lamentablemente, su director, Miguel Ángel Corominas, advierte que es cada vez más difícil para los privados hacer donaciones.
Junto con la empresa privada este último año escolar se inició un programa de alimentación para evitar la deserción escolar que estaba empezando en la escuela. El programa alimenta a 190 de 500 muchachos. Aun así, ha habido deserción, ya que ochenta alumnos de la escuela se fueron del país este año, pero gracias al comedor ha sido una “deserción controlada”. Este factor fue común en todas las entrevistas que hizo Efecto Cocuyo a las escuelas técnicas, su personal decía que existía un programa de alimentación sin el cual habrían tenido una deserción estudiantil mucho más grande.
En cuanto a los profesores, el padre Miguel Ángel advierte que la ventaja es que hay muchos exalumnos que dan clases, por lo cual tienen un compromiso mayor de retribuirle a su liceo, y no solo el interés salarial.