El acceso a la tecnología y al internet fueron factores de inequidad para llevar a cabo la educación remota en los planteles privados.
Desde inicios de la cuarentena por la llegada del coronavirus a Venezuela, las exigencias de estas instituciones por mantener una comunicación virtual con los estudiantes puso en desventaja tanto a alumnos como a docentes que no contaban con estos recursos, para ejecutar esta nueva modalidad de enseñanza.
Lila Vega, vocera de la Red de Madres, Padres y Representantes, explicó en una entrevista telefónica con Efecto Cocuyo que “la educación privada es absolutamente heterogénea”, debido a la diversidad de costos de matriculación, que permite que padres con distintos ingresos opten por una institución privada para educar a sus hijos.
Por este motivo existió “mucha desigualdad” de comunicación con los estudiantes, dependiendo de los recursos con los que contaban maestros y alumnos. “Hubo muchos éxitos”, dijo Vega, pero también muchas carencias.
Además, los alumnos se adaptaron a la “virtualización” de su educación también dependiendo de su edad.
“Los más jóvenes tienen poca capacidad de aprender de manera independiente. En ese caso, (como colegio) también tienes que tutelar a los padres”, explicó Vega, quien también es pediatra.
Con miras al inicio del próximo año escolar en septiembre, que contempla mantener la educación a distancia, Vega destacó la importancia de “preparar a quienes no se les llegó” por razones tecnológicas.
“¿Me resultó o no me resultó el año escolar?” es una de las preguntas que los colegios deben hacerse para replantear los objetivos y estrategias del período académico venidero.
Vega insistió en adecuar las expectativas. “Hay actividades que solo puedes hacer clases”; sin embargo, esto no significa que el año escolar haya sido un fracaso.
“Más previsión”
En retrospectiva, Vega opinó que el sector educativo ha podido tomar más previsiones en la planificación de estrategias pedagógicas durante la pandemia por el COVID-19. Reconoció que tras el megaapagón del 2019, cuando el Ministerio de Educación ordenó la reducción de actividades en los planteles para regularizar la administración de energía, muchas instituciones incorporaron prácticas tecnológicas.
Ahora que “tenemos una amenaza real” (el coronavirus), la primera previsión que deben tomar los planteles si se retoma la educación presencial es garantizar la seguridad sanitaria, de acuerdo con la vocera.
“Preparemos la infraestructura para que (la comunidad escolar) tenga agua, jabón y desinfectante”, resaltó. Consideró que se debe planificar la educación en torno a tres escenarios: “abrir presencial, semipresencial o de manera virtual”.
Al mismo tiempo, “la escuela no puede sola, requiere que haya un sistema de salud e información epidemiológica” acompañando el regreso a clases.
“No se pueden abrir las puertas si no hay una buena comunicación entre las autoridades de salud y las escuelas. Y no sé si tenemos eso”, dijo la pediatra, quien opinó que la educación privada también puede pedir ayuda de un asesor médico.
“No se trata solamente de mantener distancia física sino de identificar los casos rápidamente” y poder resolver contingencias como las posibles inasistencias de docentes si sienten malestar, pero “hay cosas que están en mano de la escuela y otras en el sistema de salud”.
Que los padres no son maestros
Vega recordó que el trabajo de padres y representantes es, nuevamente, garantizar las condiciones para que sus hijos puedan recibir educación de calidad, que en este caso es asegurar que “haya internet u otros datos (de navegación) en la casa”.
“Como pediatra te llegan las angustias de la sobrecarga de padres que tienen la casa llena de niños. Es un reto para los padres también en el teletrabajo, pero tienen que estar claros de que su rol no es el de ser maestros”, dijo.
Agregó que, aunque “siempre hay que pedir a los niños un poquito más para estimular que haya crecimiento… no hay que exigir algo que en este contexto no se puede dar. No vamos a abrumar al niño”.
Exigencia
María Morín, profesora auxiliar de educación primaria en un colegio privado del municipio Baruta, no sintió que sus alumnos estuvieran a gusto con la educación a distancia.
La institución para la que trabaja intentó ajustar en pocos días toda la programación escolar a los medios virtuales para que se cumplieran los objetivos iniciales, incluyendo los horarios de clases.
“Los estudiantes pasaban desde que iniciaba su primera clase, a las 8:30 am, hasta que finalizaba la última a las 2:30 pm pegados a la computadora”.
Aunque las clases tenían una duración de 45 minutos, en los 15 minutos de intervalo entre asignaturas los estudiantes debían realizar las tareas y a veces quedarse un rato más después de la última lección.
En medio de esta práctica, que la auxiliar de inglés calificó de “inhumana”, tampoco sintió efectiva la manera de evaluar los conocimientos.
“Les preguntábamos conceptos que fácilmente podían contestar copiando el material que les mandaba la profesora; pero si les preguntas hoy qué vieron ayer dudo que te puedan contestar más allá del título de la clase”, comentó.
Consideró que la interacción fue difícil, marcada por problemas de conectividad, tanto de los alumnos como de los docentes. Además, como norma del plantel, obligaban a los estudiantes a tener la cámara encendida en los encuentros por la plataforma Zoom, lo que hacía más lenta la conexión. Pero, de esta manera las docentes medían la asistencia y garantizaban que los muchachos estuvieran vestidos apropiadamente.
Añadió que el colegio no retribuyó a los docentes todo el dinero que gastaron comprando datos de navegación.
La tecnología no siempre garantiza la educación
Andrea Contreras tiene 17 años y está a punto de graduarse de bachiller. El próximo viernes entrega su último examen de un quinto año atípico.
En su colegio privado, que se ubica también en el este de Caracas, la adaptación tecnológica fue rápida
“Mi colegio siempre usó el Classroom y no nos pegó tanto”, dijo la estudiante sobre la herramienta de aprendizaje de Google.
Sin embargo, aún con el recurso tecnológico Contreras siente que sacó menos provecho de este año que del pasado.
“Por más que suban un video explicando la clase, o que hagan láminas en Power Point, es complicado poder captar”, se sinceró.
También confesó que a la distancia era más fácil para los estudiantes “hacer trampa” en las evaluaciones individuales, y el esfuerzo de los profesores por impedir que esto ocurriera fue muy vago. Por este mismo motivo, los alumnos no se preguntaban entre sí si habían entendido o no la materia.
La estudiante sintió más deficiencias en la materia de Química. A quinto año de bachillerato, según el currículo del ministerio, le corresponde ver química orgánica, que es “una materia completamente nueva”. A Contreras siempre le costó entender esta clase, “pero no tanto como ahorita. Quedé en blanco”, dijo.
Confirmó que en su proceso pedagógico la carencia más grande fue la afectiva, por la afinidad que tiene con sus amigos con quienes no pudo compartir durante el tercer lapso. Su alivio es la promesa de su colegio que garantizó que, apenas las condiciones sanitarias lo permitan, realizarán las actividades tradicionales del cierre de año escolar.