Venezuela fue el primer país en mandar ayuda humanitaria a Ecuador, luego de los 7,8 grados en la escala de Ritcher que hicieron vibrar su tierra y ocasionó decenas de derrumbes con más de 600 fallecidos el 16 de abril.
No fue hasta la quinta avanzada cuando el Ministerio para Relaciones Interiores Justicia y Paz tomó en cuenta a 30 voluntarios de los grupos de rescate venezolanos para apoyar la misión, pese a que las organizaciones se habían puesto a disposición desde el 17 de abril.
“Fue decisión del Ministerio enviar primero a funcionarios bomberiles y de Protección Civil. Lo importante es que después de ocho meses sin sostener un diálogo con ellos, por fin el jueves 21 de abril conversamos. Se acordó elaborar estrategias para enfrentar situaciones adversas que ocurran en el país”, manifestó Julio César Ortíz, presidente de la Federación Venezolana de Búsqueda y Rescate (Fevesar).
Dijo “por fin”, porque en Venezuela existen al menos 400 organizaciones de voluntarios rescatistas listos para la llamada de las autoridades, pero que no están contemplados en políticas que articulen su labor con la de los cuerpos de protección civil. El último censo que se realizó fue hace tres años.
“Los cambios en la directiva gubernamental ha ralentizado el diálogo. Queremos sentarnos para ponernos de acuerdo y así tener un sistema sólido de protección civil que aunque tengamos uniformes distintos podamos entendernos y salvar vidas”, explicó el presidente del gremio que tiene a 70 grupos de rescate federados.
Cada grupo de voluntarios se especializa en el rescate en montañas, zonas urbanas o en aguas. Cada uno tiene conocimientos distintos y utiliza instrumentos diferentes. “Se necesita saber cuál es el alcance y las limitaciones de las agrupaciones. Cada quien tiene una especialización. Es como tener un equipo de fútbol. Cada jugador tiene un rol distinto que el director técnico tiene que saber cómo dirigir”, expuso José Luis Núñez, especialista en rescate urbano y director del Grupo Rescate Metropolitano de Caracas (Gremca).
Núñez indicó que ante una emergencia o desastre en Venezuela existen al menos tres instancias de decisión (municipal, estadal y nacional) y por la Ley Venezolana de Protección Civil y Administración de Desastres se considera a los grupos voluntarios como un organismo de atención secundaria.
“Imaginemos que en Caracas ocurre un deslave como el de 1999 en Vargas. Casi 70% de la población habita vivienda improvisadas en zonas intrincadas, por donde no pasa un camión de bomberos y estos solo cuentan con 4.000 funcionarios para una población de casi 8.000.000 de habitantes. ¿Qué cree que podría pasar?”, manifestó Núñez.
Hizo énfasis en la necesidad de tener a voluntarios preparados para atender las consecuencias de un desastre o emergencia. “Se requiere de una organización, porque sino la gente hace lo que quiere. Las autoridades saben dónde estamos y quiénes somos, pero a veces la atención de desastre se maneja como un club de amigos y eso nos baja los ánimos”, señaló el rescatista que desde los 12 años participa en labores de voluntariado.

Para Gilber González, director de relaciones públicas del Grupo Rescate Caracas, la falta de convocatoria de los voluntarios es uno de los ingredientes del desánimo al que deben hacerle frente los rescatistas.
“La mística del voluntariado decae. Cada vez es más difícil enamorar a un voluntario, porque cuando le explicas que debe comprarse sus equipos éste se frena. El problema económico es una limitante que tenemos, además de las actividades individuales como trabajo, estudiar, hacer colas, buscar un medicamento”, manifestó.
Aseguró que de las filas de los grupos de rescate y salvamento han salido directores de Protección Civil o funcionarios de gestión de riesgos. “Somos como una escuela que prepara a las personas en esta especialización”, dijo.
Núñez afirmó que el perfil de los voluntarios en la actualidad es profesional, a diferencia del rescatista de 1990 que era un “voluntario por voluntad”. Ingenieros, médicos, enfermeros, arquitectos y docentes son algunos de los profesionales que integran los grupos de salvamento.
Una autogestión cuesta arriba
El Grupo Rescate Caracas tiene 48 años en funcionamiento. En 1999 la sede de la organización se vio afectada por las lluvias y hasta la fecha el inmueble ubicado en el puesto de Guardaparques de Llano Grande, a la altura de Cotiza, no se ha podido recuperar del todo. El año pasado se gastó al menos 400.000 bolívares en reparaciones.
“Es como gastar en una casa. No podemos presupuestar porque los gastos son diferentes mes a mes. No podemos predecir los equipos que se van a dañar o perder y mucho menos los rescates en los que vamos a participar y en los que se consumen nuestros insumos” , indicó Gilbert González.

Para cubrir esto los grupos de rescate cuentan con el cobro de una membresía de una Unidad Tributaria (Bs. 177). También se autogestionan a través de las charlas que imparten en instituciones públicas o privadas y donaciones.
Cada institución de voluntarios es independiente y debe regirse según las normativas que dicta la Dirección Nacional de Protección Civil. Mientras que algunos ofrecen cursos básicos de 7 meses otros duran 9 meses, y para participar en ellos se debe pasar un filtro de selección.
Anualmente, los voluntarios participan en una capacitación metodológica que convoca a todos los grupos de Caracas. Es una actividad para conocerse y mantener la unidad de criterios. “Nosotros nos preparamos, nos autodocumentamos a partir de las políticas que emana el Comité Internacional de Búsqueda y Rescate de las Naciones Unidas y así esperamos la oportunidad de plantear nuestras propuestas a las autoridades gubernamentales”, manifestó Julio César Ortíz, presidente de la Federación.

A cambio de una sonrisa
El 5 de julio de 2014, Andreas Díaz del Nogal salvó su primera vida. Fue parte del equipo de Grupo Rescate Caracas que junto a Inparques y voluntarios de la Universidad Metropolitana penetraron en las entrañas del Waraira Repano hacia el Pico Naiguatá. Un hombre se desvió del camino establecido en la montaña y se resbaló por un precipicio.
“Estuvo 18 horas de pie, pegado a una pared, porque si se movía se caía. Días después nos reunimos con él y se puso a llorar dándonos las gracias. Él se daba por muerto”, recordó Díaz quien ese mismo año se había graduado de rescatista.
El joven de 27 años de edad, comparte su trabajo de productor audiovisual con las actividades de voluntario especializado en el rescate de personas en montaña y combate de incendios forestales. Aunque es ingeniero en Aeronáutica, las grabaciones con un drone propio es lo que le da el sustento y le permite costearse su voluntariado.n
“Las cosas no están fáciles para los rescatistas, por el costo de los equìpos que uno mismo debe pagarse. Si en un incendio en el Waraira Repano se queman las botas, uno tiene que reponerlas y su precio actual está cerca de los 50.000 bolívares”, dijo Díaz.
Todos los domingos asiste a la sede para apoyar en labores de mantenimiento de equipos y de infraestructura así como para capacitarse en su especialidad. “Yo me metí por la aventura, pero después de mi primer rescate es que me di cuenta de lo que significa salvar vidas a cambio de una sonrisa”, expresó.

Héroes:
Un hombre de 72 años fue rescatado, tras haber pasado 13 días atrapado, tras el terremoto de Ecuador.
El hombre fue hallado en la localidad de Jaramijó, en la provincia de Manabí, cuando los rescatistas realizaban inspecciones de riesgos.
El equipo fue alertado “por sonidos provenientes de una estructura parcialmente colapsada” en la que encontraron a Manuel Vásquez atrapado en una habitación.
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