María Victoria Romero debe costear todo tipo de materiales de laboratorio e incluso para la infraestructura de su universidad para hacer cumplir su meta de ser doctora. Es estudiante de tercer año de la Escuela Luis Razetti de Medicina en la Universidad Central de Venezuela (UCV), y asegura que su alma mater está “muy decaída”.
La educación en Venezuela es “pública y social, obligatoria, gratuita y de calidad” hasta el pregrado universitario según lo establece la Constitución (artículos 3, 6 y 14). Sin embargo, debido a las ínfimas asignaciones presupuestarias a las universidades públicas en la actualidad, los y las estudiantes deben asumir ciertos gastos inherentes al funcionamiento de sus casas de estudio.
Además, deben sortear las dificultades para movilizarse en transporte público y conseguir cómo pagar su alimentación, ya que tampoco funcionan los comedores universitarios.
El Ministerio de Educación Universitaria, a través de la Oficina de Planificación del Sector Universitario (Opsu), la institución encargada de la asignación de recursos a la educación superior, ha reducido el presupuesto asignado a las universidades desde el 2007.
En la actualidad el presupuesto cubre la nómina del profesorado, al que se les asigna un sueldo máximo de 100 mil bolívares, y los “gastos de funcionamiento”, un monto cuyo valor está depreciado para el momento en el que finaliza el año, debido a la devaluación de la moneda nacional.
En el caso de María Victoria, cada año sus profesores le dan a ella y a sus compañeros una lista de los materiales que necesitan, como reactivos químicos, jabón, cloro y recipientes adecuados para desechar muestras biológicas.
En lo que va del año, su curso ha gastado cerca de 80 dólares entre los cien estudiantes de su promoción para garantizar los utensilios para que los profesores los puedan evaluar, y sus guantes para usar en las prácticas en los hospitales. Por eso según explica, muchas de las prácticas se han reducido y pasan a ser materia teórica.
Además de los insumos, los y las estudiantes de medicina deben comprar sus propias batas que cuestan entre 40 y 60 dólares y cuando pasan a tercer año, el mono quirúrgico que se consigue desde 25$.
El año pasado, tras un robo de las tuberías de la Razetti, los alumnos tuvieron que reunir tres mil dólares para reemplazarlos, si deseaban continuar viendo clases. María Victoria fue una de las organizadoras de esta recolección.
“Los que estaban empezando primer año recogieron 700 dólares porque estaban más entusiasmados de empezar las clases, pero había estudiantes que te mandaba capturas de pantalla de sus estados de cuenta vacíos y decían: estamos esperando que a mi mamá le paguen su sueldo mínimo para ver qué podemos comprar de comida, y si sobra algo puedo aportarlo”.
Otros de los materiales que deben comprar los alumnos de tercer año son:
- Oftalmoscopios, en 45$,
- Otoscopios en 45$, estetoscopios, en 70$,
- Tensiómetros, en 60$, y
- Kit de cirugía menor, en 35$.
Aunque para asistir a sus clases piden estas herramientas prestadas a profesores o representantes de los estudiantes que son médicos, y se las comparten, al graduarse deberán adquirir cada uno sus propios materiales, según María Victoria, “porque nada garantiza que en el hospital vaya a haber”.
Estudiar sin material en la Universidad
El Laboratorio de desarrollo humano (Ladeshu) de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (Ucla) determinó que seis de cada 10 estudiantes presentan inconvenientes en el área socioeconómica para que sus estudios sean cubiertos presupuestariamente. Destaca que 30% trabaja para pagar su carrera profesional y 80% de los estudiantes se les hace difícil adquirir materiales de estudios por falta de ingresos.
También el Observatorio de Universidades determinó que en Venezuela la mayoría de los laboratorios universitarios carecen de insumos.
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Melissa Mora, estudiante de geofísica de la Universidad Simón Bolívar (USB), dijo que además del problema con el equipamiento de los laboratorios, su facultad se veía afectada por no tener recursos para las salidas a los trabajos de campo, una actividad fundamental en la formación académica de un geofísico.
Ante este problema, las agrupaciones de la USB han realizado recaudaciones de fondos y han acudido a la Asociación de Egresados de la USB.
“Antes el dinero para las salidas venía de Pdvsa, pero desde que los profesores se unieron en el 2002 al paro nacional de trabajadores, no han financiado más nada”, resaltó.
Llegar a la universidad sin transporte
El Observatorio de Universidades arroja que el 70% de la población estudiantil tiene problemas trasladándose a sus casas de estudio, ya que el transporte escolar está paralizado. Por este motivo, los estudiantes deben costear entre 15 mil o más bolívares semanales, dependiendo de dónde vivan.
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Zuleika Meneses, representante estudiantil de Universidad Nacional Experimental del Táchira (Unet), afirmó que los estudiantes que viven en la ciudad Rubio, del municipio Junín, deben pagar nueve mil bolívares cada viaje en autobús, que equivaldrían a 90 mil bolívares semanales.
Los rectores de la Universidad de Los Andes (ULA), la Universidad de Carabobo (UC) y la Universidad Pedagógica Experimental (Upel), admiten que mantener los transportes universitarios ha constituido uno de los más grandes problemas presupuestarios, puesto que las unidades de transporte son antiguas, con más de cuarenta años, lo cual hace difícil conseguir repuestos.
“El problema con el transporte es que la a Opsu tiene centralizado el poder para reparar y atender las necesidades de mantenimiento de las unidades, lo que ha generado una gran desmovilización y por eso las universidades acuden a la ayuda de empresas”, explicó Raúl López Sayago, rector de la Upel.
Aunque no lo parecería a primera vista, mantener el transporte universitario es altamente costoso. En agosto de este año, la USB inició una campaña de recolección de 200.000 dólares para habilitar el transporte y poder iniciar clases este trimestre, ya que la sede principal no está cercana a ninguna ruta de transporte.
Finalmente lograron recaudar 26 mil dólares. De acuerdo a la Federación de Estudiantes, sirvió para contratar comprar unas pocas piezas de repuesto y contratar nuevos autobuses. La línea anterior no habría querido trabajar más con la USB por la deuda que habían contraído a causa de que el Ministerio de Educación Universitaria no enviaba los recursos para pagarles. Estos transportistas cobran 50$ cada viaje.
Enseñar a la mente sin alimentar el cuerpo
Además de los falta de transporte y material didáctico, uno de los mayores problemas para los estudiantes ha sido la suspensión progresiva de los comedores universitarios que ya no son surtidos con alimentos mediante el Ministerio de Educación.
En el caso de la USB, el deterioro de los comedores fue progresivo. Desde el 2015 se ofrecía cada vez menos el plato principal complementado con la sopa de entrada, el jugo y el postre, ya que los insumos no eran suficientes para cocinar. Ya para el 28 de mayo de 2018 suspendió el servicio de comedores por escasez absoluta de recursos.
Esta suspensión duró un año y medio, hasta que a mediados de septiembre del 2019 el comedor reinició el servicio, pero esta vez cobrando a sus estudiantes el precio real de su alimento. Ahora el almuerzo integral cuesta 80 mil bolívares. La Federación de Estudiantes de la USB estima que mensualmente un estudiante tendría que contar con sesenta dólares para pagar su almuerzo en el comedor, que es la opción más económica de la universidad.
En otras universidades que aún mantienen comedores como el Colegio Universitario, se sirve de almuerzo mayormente caraotas, un plato cuyo valor nutricional es de 170 calorías, mientras que un estudiante, con edad comprendida entre los 18 y 35 años de edad, requiere consumir al menos 2.300 calorías diarias de acuerdo con el Centro de Estudios del Desarrollo.